Opinión

¿Volver a creer, volver a crecer?

Por Pablo Najarro Carnero

Teólogo y docente

¿Volver a creer, volver a crecer?Foto: IPAE

Convierto en pregunta el lema de la última CADE desarrollada en Cusco ¿Volver a creer?... ¿en ellos? Ellos saben que el gran empresariado los ha desprestigiado. Aquellos que negociaban de la mano del gobierno de turno a través de coimas millonarias, aquellos que se repartían los proyectos. ¿Cómo olvidar al “club de la construcción? El desprestigio se lo ganaron a pulso, mejor dicho, suciamente. Nadie quiere decir hoy “soy empresario”, la percepción del 88% de los peruanos los asocia a corrupción. Ser empresario en el Perú es ser corrupto.

Dicen "Debemos hacer que los peruanos vuelvan a creer en nuestro país”, lo dudo. Lo que nos quieren decir es que tenemos que volver a creer en las grandes empresas que realizan grandes proyectos, que generan crecimiento económico para el país, nadie lo negaría.

El problema ha sido que los esos proyectos se han hecho al margen del país y de la realidad social donde los desarrollaban, por eso generaron rechazo y los grandes conflictos que hemos vivido y quizá seguiremos viviendo.

No tuvieron una visión compartida de desarrollo. No entendieron que el desarrollo de la economía es cíclico. Está bien que haya grandes proyectos, pero estos deben generar desarrollo en su entorno. La economía se dinamiza cuando alrededor de los grandes proyectos hay también un cambio social que suponga una “…lucha contra la anemia, la recuperación de colegios, la vivienda rural y el agua" (Correa) y a su vez, como dice el lema “volver a crecer”. Crecemos ambos, los empresarios – yo soy un mini empresario – y el entorno social. Eso, sería caminar hacia una sociedad democrática. De lo dicho, entresaco que su accionar es pensado de la mano con el Estado, pero confunden estado con gobierno y por esa ruta volverán a fracasar. Negociar con el gobierno de turno a lo que lleva es a una gran corrupción y es caer en más lo mismo.

Suena bien que digan, evitando pasar por el gobierno de turno, que van hacer obras por impuestos. Así evitaríamos las coimas de por medio. Esto supone, de nuevo, dialogar con los ámbitos sociales, – regiones, distritos, pueblo, comunidades – donde desarrollen actividades. Sería una nueva visión de licencia social tan venida a menos por el mal uso que se dio a este término para lograr el desarrollo de proyectos amañados.

Lo dicho, supone un cambio en las normas que permitan una nueva forma de ejecutar proyectos. Pero también una manera activa de cerrar las brechas sociales y económicas. No se puede negar el aporte del sector privado en la economía nacional. Sobre todo, de los que realizan grandes proyectos. Pero, si no va de la mano de una transparencia en el proceso de ejecución, deviene en lo mismo de antes.

El sector privado ha sido parte también, por sus asociaciones, de la presencia de empresas transnacionales que han evitado el control para hacer contratos mafiosos. Se entiende que me refiero a los “contratos ley”. Pero, si de nuevo van a evitar el control de las entidades ya dichas, volveremos a lo mismo.

Me parece clave que el gran empresariado busque conversar con los gobiernos regionales y también alcaldes, tanto provinciales y distritales.

Tengo en mis manos un análisis bastante completo de indicadores de desarrollo para el país para los próximos años, elaborado por la Universidad del Pacífico, que, en muchas de sus líneas, le atañe al empresariado y que va en la línea de la CADE. Sé que al interior hay un grupo empresarial llamado “peruanos por la integridad” que buscan evitar acciones corruptas en el desarrollo de sus actividades. Entiendo que buscarán lograr contratos con el estado o gobierno de turno, de manera limpia y si ello supone perder algunos, lo asumirán. Eso está bien. La ética es importante para el desarrollo de un país, leo en líneas que se habla de integridad.

La crisis de confianza en el Perú es altísima. Las encuestas sobre percepción de entidades que deberían dar seguridad son de desconfianza. Esto último, de ser así, repercute en el espíritu nacional. La preocupación de “que no se vayan los jóvenes, que confíen en que sí podemos tener un país maravilloso", dicho por ellos viene a colación.

La desesperanza de ver un país que, en donde para lograr algo tienes que coimear, desencanta a muchos jóvenes. Los padres que logran que sus hijos hagan estudios superiores fuera del país, aceptan que ellos digan, mejor me quedo aquí – en el país extranjero – con todo el dolor del corazón para ambos. Como dice el refrán “por mejoría, mi casa dejaría”.

En el momento actual, los partidos y políticos presentes en el Congreso no nos dan ninguna seguridad ni confianza de que haya posibilidad para el logro de las expectativas de los empresarios de la CADE.

Por táctica o cálculo, instinto o capacidad de reacción, hizo bien en no ir la actual mandataria, excusándose en supuestos asuntos de política exterior. Que la CADE se asocie a Boluarte hubiera impactado negativamente en su alicaída imagen, cuando lo que buscan es resucitar.

La presencia de algunos ministros, sabiendo de sus desaciertos, fue minimizada. En anteriores ocasiones era compromiso del gobierno de turno y esperanza para su accionar corrupto. Desatinada la frase del ministro de economía que dice que ir a la CADE es un “voto de confianza”. Señal de desesperación sabiendo que sus pronósticos se fueron al tacho.

Si los empresarios quieren reconciliarse con el Perú y las propuestas manifestadas van en la línea de las declaraciones al final de la CADE, avizoraríamos entonces, un reencuentro con este Perú de todas las sangres, fragmentado en una asimetría social y económica. La fe viene ahora – si van en serio – desde los empresarios de la CADE.