Opinión

Una lectura de “Periferias en red”

Por Dante Villafuerte Quiroga

Especialista en Tecnologías y Gobierno Electrónico. dvillafuerte@gmail.com

Una lectura de “Periferias en red”

“Periferias en red: Futuros tecnológicos y el mito del universalismo digital” (Instituto de Estudios Peruanos, 2018), libro de Anita Say Chan, investigadora de la Universidad de Illinois, nos llega con algunos años de retraso, ya que su información de campo llega al 2012, y su publicación en inglés data del 2014. Sin embargo, los contenidos descritos, no han perdido vigencia y tienen actualidad para abordar temas como Sociedad de la Información o Sociedad del Conocimiento, considerando su aplicación desde la periferia metropolitana y rural del Perú, lejos -como lo advierte la autora- de los centros de creación de Cultura Digital, como Silicon Valley o Cambridge, sea en Estados Unidos o Inglaterra.

La autora, en la primera parte, hace una descripción histórica y descarnada de las transformaciones y cambios que ocurrieron en la producción de la artesanía de Chulucanas (Piura), recurriendo a entrevistas a diferentes actores institucionales y a los mismos artesanos, nos muestra cómo cambiaron las técnicas, desde la paleta con la que producían 10 piezas hasta el uso actual del torno, que permite hacer entre 100 y 150 piezas por día.

Mientras que los costos disminuyeron exponencialmente, la intervención del Centro de Innovación Tecnológica (CITE) del Mincetur e Indecopi, estableció estándares y regulaciones “modernas” orientadas al mercado, certificando sus productos, y promoviendo los derechos de propiedad intelectual, en este caso la denominación de origen (DO), esperando “crear riqueza mediante la propiedad intelectual”. A lo que se añadió el esfuerzo por generar una nueva clase de “trabajadores de la información global”, en los más de 400 talleres de cerámica. Para ello se enfocaron en “capacitar” a los artesanos rurales en técnicas de marketing internacional, mentalidad empresarial, y en convertir a sus talleres en zonas de producción eficiente.

Say Chan señala que la intervención no dio a conocer a los consumidores ni a los exportadores las raíces históricas y culturales que distingue a la cerámica de Chulucanas, herederos de las culturas de los pueblos vicus y tallan, ni tampoco contribuyó a penalizar la “piratería” local (o no nacional) de la cerámica chulucaneña en tiendas de Lima, Ecuador o China.

El gobierno con la iniciativa de propiedad intelectual, recompensó selectivamente sólo a los artesanos que demostraron su potencial “competitivo”, otorgando el derecho de uso del título de propiedad intelectual solo a 6 de los 400 talleres existentes, en los que contradictoriamente, por las exigencias de las demandas de exportación, no se producía siguiendo las técnicas tradicionales, sino a gran escala y en serie. De esta manera, la mayoría de los talleres de los ceramistas de Chulucanas bajo la promesa de “conexión global” han perdido el derecho de “propiedad intelectual” de sus tradiciones ancestrales.

La autora explica cómo el discurso de los exportadores -con una fe casi religiosa- convencía a los artesanos del poder redentor del capital global como una fuerza liberadora para recomponer la cultura local. El problema es que esto es denunciado como una traición a la ética y las tradiciones, y algunos testimonios hablan del “desintegrar el interés compartido y disolver los espacios colectivos”, y como gracias a las exigencias de la exportación se han generado “acusaciones de traición entre ellos, de robo de diseños, guerra de precios, explotación salarial y una desconfianza generalizada en las instituciones públicas y en las asociaciones civiles que no impiden esas prácticas”.

En el libro se explica cómo las empresas exportadoras fomentaron la transformación de los artesanos hasta convertirlos en hombres de negocios que puedan honrar y respetar las normas de la economía moderna, en un proceso de evolución de su identidad, como un nuevo proceso civilizatorio. La intervención buscaría en lugares como Chulucanas “integrar a los sujetos rurales y generalizar el comportamiento civil” que promueve el mercado, como guardián de la “civilización”.

El gobierno con su intervención en Chulucanas posicionó al país como sede del Simposio Mundial de la World Intellectual Property Organization (WIPO), primer evento realizado en América Latina para analizar los recientes desarrollos en el uso de las denominaciones de origen como clases de propiedad intelectual, realizado en el año 2011. Una suerte de versión contemporánea del Proyecto Vicos de cambio técnico en la sierra de Ancash en los años ‘50, en tiempos de globalización neoliberal, que busca la integración o la modernización de artesanos rurales, como “trabajadores de la información global”.

En la segunda parte del libro, la autora señala que llegó al Perú para participar de la "I Conferencia latinoamericana y del Caribe sobre el desarrollo y uso del software libre", realizada en el Cusco, en agosto del año 2003, evento que contó con el apoyo del INEI y de la representación de la UNESCO. En el evento participó Richard Stallman quien estableció un marco de referencia moral, político y legal para el software libre. En ese año el congresista por Apurímac Edgar Villanueva presentó un proyecto de Ley en el Congreso para que el estado utilice el software libre de código abierto en la administración pública, hecho que posicionó al país entre los promotores del Software Libre a nivel mundial y llevó a un enfrentamiento del Perú con Microsoft.

Say Chan describe el despliegue del proyecto One Laptop per Child (OLPC) del MIT como producto de un trabajo tenaz y permanente -en el más alto nivel de relaciones inter gubernamentales- de su misión tecnológica salvadora, encarnada en un utopismo tecnológico que llegó para quedarse como es descrito por Evgueni Morosov. El libro presenta cómo para Nicholas Negroponte fundador del Media Lab del MIT y jefe de proyectos de OLPC la única pregunta pertinente para decidir la adquisición de las Laptop XO, fue ¿Cómo lo vamos a pagar?

La autora describe cómo la revista Wired en Estados Unidos y Europa propone a Internet para el Premio Nobel de la Paz en el año 2011 como una herramienta de comunicación, y con apoyo de Negroponte argumentan que es “un medio que incentiva el diálogo, el debate y el consenso a través de la comunicación", hecho que se reforzó con los sucesos de la llamada Primavera Árabe que involucró a Túnez, Egipto, Yemen, Bahréin, Libia y Siria en los que se esperaba alcanzar con las redes sociales reformas políticas y la democracia, aunque como bien sabemos ocurrió exactamente lo contrario y toda disidencia manifestada via internet fue aplastada. La autora cuestiona la promesa universal de conexión digital, puesto que no consideraba las particularidades individuales o condiciones locales, para ser tratados “simplemente como usuarios” por igual, y es una declaración “anonimizante” que anula los contextos.

El proyecto OLPC en Perú compró más de 900,000 laptop XO entre 2007 y 2012, de las cuales más de 44,000 se quemaron en un almacén del Ministerio de Educación en marzo de 2012, por tanto, muchas nunca se utilizaron, y las otras se distribuyeron en escuelas que no tenían acceso a internet (98%) y no contaban con energía eléctrica (25%), situaciones que el libro no menciona. Anita Say sugiere que las Laptop XO expresan el derecho de intervenir del “primer mundo” con herramientas de modernidad, para “civilizar” o “iluminar” en el “tercer mundo”, con niños con sus Laptop que se enseñan a sí mismos y donde no se necesitan maestros1. Además, los voceros del proyecto OLPC argumentan que antes del mismo, las comunidades educativas no hubiesen tenido ninguna existencia significativa (de forma digital al menos), y en su objetivo de difundir su éxito, no toman en cuenta otros aspectos como la huelga de los maestros contra la ley de la carrera magisterial que paralizó el país en el año 2007.

Anita Say realiza una de las primeras etnografías en un periodo bastante significativo sobre la propiedad intelectual, el derecho de autor, el software libre y el acceso y uso de las TIC en la educación, y la elaboración de políticas como la Agenda Digital para implementar la sociedad de la información en el Perú, y señala que hay muchos futuros digitales en constante creación por diferentes actores en la “periferia” de los centros de innovación, y que no somos destinatarios pasivos de un único destino digital, creado en otro lugar.

Considero que, como ella cita a la visión aymara, “el futuro está en el pasado”, por lo que es necesario una lectura atenta de lo que no debe volver a ocurrir, preguntándonos a dónde se esperaba llegar con la intervención en Chulucanas o con la adquisición de Laptop XO del Proyecto OLPC, y evaluar qué cambio se logró.

Footnotes

  1. Revista TAREA N° 79 abril-mayo de 2012. ¿Para qué sirven los docentes cuando llegan las tecnologías? Asociación Educativa TAREA. Disponible en http://www.tarea.org.pe/images/Tarea79_46_Dante_Villafuerte.pdf