Opinión

Una gran protesta y una presidenta herida y peligrosa

Por Carlos Reyna

Sociólogo

Una gran protesta y una presidenta herida y peligrosaFoto: Martín Mejía/AP

La protesta iniciada ayer jueves se está configurando como una de las más contundentes de la historia del país. Es comparable al paro nacional de 1977, a la Marcha de los Cuatro Suyos del 2000, y a las marchas de la generación del bicentenario de 2020. A pesar de denominarse la Toma de Lima, comparte con ellas sus dimensiones efectivamente nacionales y la intensidad del apoyo que ha tenido y seguramente seguirá teniendo.

Frente a esta enorme manifestación popular, contrasta la pequeñez del rol del gobierno, en particular de la presidenta Dina Boluarte. Ella sigue mostrando que no entiende o no quiere entender nada y, por ello, sigue siendo el principal factor de agravamiento de este conflicto que ya de por sí era grave.

Rasgos de esta jornada

Comencemos por Lima. La jornada de protesta fue bastante larga. Comenzó antes del mediodía, con grupos en varios puntos del centro histórico. A las 3 pm, llegó a ocupar efectivamente el centro de Lima, en particular su eje, la avenida Nicolás de Pierola. La mayor parte se concentró en el cruce con la avenida Abancay, otra permaneció en el perímetro de la Plaza San Martín, mientras algunos grupos circulaban por otras calles del mismo centro. Esta ocupación amplia pero dispersa del centro se mantuvo hasta bien entrada la noche, con algunos choques con la policía. Cerca de la medianoche un grupo considerable aún se manifestaba en Miraflores.

En número, la protesta en Lima, siendo grande, parece menor que la de los Cuatro Suyos y la de la Generación Bicentenario. En eso ha incidido el hecho que ha tenido un importante nivel de dispersión y desorden, pero su intensidad es similar en cuanto a la energía y la fuerza de la adhesión de los participantes a los lemas y canticos que entonaban.

Lo que más ha contribuido a esta intensidad es la alta participación muy notoria y emotiva de las delegaciones de las regiones del Sur Andino, ellas mismas víctimas de la brutalidad represiva de las fuerzas del orden desde hace 40 días. Esa energía fue fácilmente trasmitida y asumida por los manifestantes de diversos distritos y sectores de Lima.

La demanda más voceada, cantada y escrita en las pancartas de los participantes en Lima era la renuncia de Dina Boluarte. Luego, el cierre de este congreso y la asamblea constituyente. La que casi ni figuró es la demanda la reposición de Pedro Castillo.

Otro rasgo importante de esta marcha de protesta en Lima ha sido su carácter más bien pacífico. Hubo choques con la policía y algunos heridos de consideración pero no comparables para nada con los desbordes de violencia que hubo en los Cuatro Suyos o en la del Bicentenario, en ambos casos, por cierto, por obra de los mandos de las fuerzas del orden de esos momentos. Esta vez, en Lima, ni los manifestantes afectaron locales públicos ni privados, y las propias fuerzas policiales no usaron armas de fuego ni dispararon al cuerpo sus lacrimógenas, pero si usaron perdigones. Lección: si se pueden controlar protestas grandes sin necesidad de ese tipo de uso mortal de las armas.

Mención aparte merecen las agresiones a algunos periodistas por parte de algunos manifestantes. Estos debieran ser rechazados, controlados y reducidos por los propios organizadores de la protesta, pues solo la perjudica. Otra cosa es el incendio a un edificio, que está por esclarecerse.

La magnitud nacional de la protesta quedó patente fuera de Lima. En Arequipa, Cusco y Juliaca hubo intentos de tomar los aeropuertos. El miércoles 18, en un enfrentamiento en Macusani, Carabaya, Puno, se produjo la muerte de una mujer por un disparo, al parecer de un policía. Luego de eso ocurrió el incendio de la comisaría. Ayer jueves 19 hubo otro fallecido en un choque similar en un puente de Arequipa cercano al Aeropuerto. Murió por el impacto de una bala en el abdomen. Cabe preguntarse, si el cuidado puesto en Lima para el uso de las armas se limita a la capital y si la política no es la misma para el resto del país.

Un solo dato ilustra la amplitud territorial de las acciones de protesta: según la ministra de Transportes, la cantidad de bloqueos en las vías nacionales pasó de algo menos de 100 a más de 140 de un día para el otro. Por cosas como estas, el gobierno decidió ayer el Estado de Emergencia en las regiones La Libertad, Amazonas y Tacna. Con ellas ya son 8 regiones, tres provincias y 1 distrito en ese Estado.

La conferencia de prensa de Dina Boluarte

Frente a toda esta situación es que anoche, Dina Boluarte y algunos de sus ministros dieron una conferencia de prensa para dar su versión sobre lo sucedido en el país en las últimas 48 horas.

Como si no hubieran existido las muertes de Macusani y de Arequipa, Boluarte inició su discurso con un rostro muy endurecido y con un elogio al “desplazamiento inmaculado de la Policía Nacional”. Y más adelante, como si su propio gobierno no acabara de expandir el Estado de Emergencia en las regiones, le dijo al Perú “La situación está bajo control y estará bajo control porque estos señores no van a cesar en su propósito de quebrar el Estado de derecho”.

Al medio de ambas expresiones intercaló un insultante reproche “a los que se han trasladado de las provincias a la capital,... a los que está marchando diariamente, ¿Quién los financia, qué dinero llevan a sus hogares? En sus protestas no hay ninguna agenda social… son cosas que ustedes saben que son ilegales”.

El autoritarismo de Dina

Este mensaje de Boluarte, y otros anteriores, muestran que ella tiene un par de concepciones particularmente autoritarias y peligrosas. Para ella, en primer lugar, sería válido que las fuerzas del orden disparen a matar a los manifestantes que realicen acciones de vandalismo o de agresión a soldados o policías. Válido incluso si estas acciones no significaran un riesgo para la vida de ninguna persona. Por eso le parece inmaculada la acción policial última en Macusani y Arequipa. Le debe parecer que eso es Estado de derecho.

Por eso mismo muestra tanto respaldo y tanta satisfacción con el desempeño de esas fuerzas del orden en el Sur del país. Debe parecerle que las 51 muertes, ocurridas en su mayoría por acción de esas fuerzas, sucedieron en cumplimiento de las normas, pese a una serie de evidencias que muestran lo contrario. Igualmente por eso ha venido diciendo que no entiende porqué esos pueblos piden su renuncia con tanta fuerza. Tanta muerte, en tan poco tiempo, y tan altamente sospechosas, no le parece una razón. Percibe que tambien encajan en su noción de Estado de derecho.

La otra concepción peligrosa, que aparece también en este y otros mensajes, es que los sectores populares solo pueden protestar y demandar por cuestiones “sociales”, como salud, educación, caminos, puentes, acceso a internet. Las cuestiones relacionadas con cambios políticos están fuera del derecho de esos sectores, no los pueden enarbolar ni menos aún movilizarse y pueden ser incluso ilegales. Y si lo hacen es porque son manipulados o financiados por alguien. Una idea así es repulsiva para cualquier demócrata porque sería un grave recorte a la condición ciudadana.

La información del Ministro de Defensa

La otra intervención extravagante de la conferencia fue la del Ministro de Defensa. Aseguró que su sector recibió información de que hubo planes de atacar “el aeropuerto internacional Jorge Chávez, la estación de servicio de recurso hídrico de Sedapal, las estaciones de servicio de electricidad y las antenas del Morro Solar que usan los medios de comunicación”. Cuando terminó su breve exposición dijo que quería trasmitir un “mensaje de tranquilidad”.

Lo del ministro hace recordar las versiones de inteligencia respecto a los “ponchos rojos” bolivianos infiltrados en el Perú y a la gran cantidad de municiones ingresadas desde el mismo país, sin ninguna evidencia. Segundo, las frecuentes alucinaciones que comparten los congresistas Montoya y Cueto con la etiqueta de inteligencia. Y tercero, recientes declaraciones de un real especialista en inteligencia, que deploró el calamitoso estado de ese servicio después de 20 jefes de inteligencia en los últimos 22 años, y contó que una práctica frecuente de los analistas es sobredimensionar las amenazas para asegurar sus puestos.

Una presidenta peligrosa

También es probable que las ideas y los actos de la Sra Boluarte y sus principales ministros, con lo peligrosos que vienen siendo para el país -51 muertos en 43 días- no deriven tanto de concepciones erradas o de ignorancia. Pueden ser el resultado de la decisión de aferrarse al poder lo más que puedan, sellando un pacto con autoritarios extremistas. Pueden ser militares, como el general que definió muy rápido que lo del Sur era terrorismo. O empresarios como aquel agroindustrial que opina que “esto es una guerra y se debe tratar como una guerra”. Y pueden ser de ambas esferas.

En cualquier caso, el potencial de violencia es demasiado alto como para que permanezcamos impávidos todos los demás. A los que han venido a Lima a manifestarse, desde el Sur y otras partes del país, ya les debemos una gran lección de coraje y dignidad. La única forma de pagarla es demostrar que la hemos aprendido.