Opinión

Una conmemoración por las víctimas de los accidentes y siniestros de transito

Por Carlos Flores Lizana

Antropólogo y Profesor

Una conmemoración por las víctimas de los accidentes y siniestros de transitoFoto © Luisenrrique Becerra | Noticias SER

La Organización de la Naciones Unidas ONU, en Asamblea General del 26 de octubre 2005, estableció el tercer domingo de noviembre para recordar a las víctimas de siniestros de tránsito y sus familias, reconociendo la gravedad del número creciente de siniestros en todos países del mundo.

Se calcula que en el mundo mueren más de un millón doscientos cincuenta mil personas al año por accidentes o siniestros de tránsito; según la Organización Mundial de la Salud es la segunda causa de muerte el mundo. Al lado de esta cifra por lo menos 40 millones de personas quedan heridos, mutilados, parapléjicos, descerebrados, etc. Nadie registra los huérfanos, viudas y demás víctimas. Medir el dolor humano de esta tragedia es casi imposible, pero basta pensar solo en el costo económico para las familias y los estados, para darnos cuenta de lo que estamos hablando.

El domingo 15 de noviembre fue un día más dedicado a la memoria de las víctimas de accidentes de tránsito a nivel mundial. Con esa ocasión, la Organización Luz Ámbar cumple con diversas actividades. En este singular año de Emergencia Sanitaria desarrolló virtualmente con programas académicas y sensibilización, como la vigilia, oración y testimonio del sábado 14, que contó con la presencia de representantes de diversas instituciones públicas, y sobre todo de la emotiva presentación de testimonios directos de las víctimas de los accidentes de tránsito o sus familiares. Este momento fue muy conmovedor y una muestra la importancia del tema poco valorado. Uno a uno fueron dando su testimonio de lo que vivieron cuando perdieron a una madre, un padre, un hijo. Afirmando “Nos quitaron lo que más amábamos”.

Lo primero que ha quedado claro es que necesitamos sensibilizarnos frente a este drama que afecta a tantas personas. A pesar del tamaño no somos conscientes hasta que nos pase directamente a nosotros o a nuestros familiares. En el Perú las estadísticas muestran cerca de cuatro mil muertos anuales, más de cincuenta mil heridos y dañados victimas precisamente de estas circunstancias. Los accidentes añaden muchas veces a la pobreza de las familias situaciones terribles, como no poder atender la curación, rehabilitación o el fallecimiento de las víctimas. Muchas familias no tienen seguro y el vehículo causante tampoco, lo cual hace más grave todo.

La parte legal es de mucha importancia para conseguir justicia y sancionar a los responsables. La justicia casi nunca llega a tiempo y “justicia que tarda no es justicia”, lo que para las familias es todo un calvario. Las familias tienen que esperar años para lograr justicia y la reparación civil correspondiente, y cuando no llega es una frustración más.

En los testimonios aparece la desesperación de muchos de los familiares que recuerdan como un accidente de tránsito les cambio la vida. Ellos dicen que aunque las heridas se curen hay ausencias irreparables. Aquí surge un tema muy profundo que es la fe en un Dios, entendido y alcanzado de muchas maneras, fe que hace posible seguir viviendo con sentido y hasta una nueva manera de amar. Una madre decía que tenían que seguir viviendo porque a su hijo muerto le gustaría verla alegre y animosa a pesar de su ausencia física. Igual le pasaba a un hijo con su madre que vivió con una muerte cerebral inconsciente durante cinco años. Otra decía que desde el accidente ella “había comenzado a morir lentamente”. “Ese día nos mataron a toda la familia”, decía con mucho dolor una de la personas que daba su testimonio. La ayuda psicológica es fundamental para superar en muchos casos el impacto brutal que viven y tienen que seguir viviendo los dañados como toda la familia.

Un tercer aspecto está relacionado a las demandas que hacen a las autoridades en especial de los que tienen relación con el tema, como la PNP, el Ministerio Publico, el Ministerio de Transportes y Comunicaciones, la Defensoría del Pueblo y otros. Muchos de lo que hablaron en la vigilia, indican que la mayoría de ellos mostraron mucha indiferencia y hasta complicidad con los causantes de este drama. Demandan mayor compromiso de ellas y mayor eficacia en hacer cumplir las leyes. Exigen más contundencia en el cumplimiento de las leyes relacionadas con el tránsito y la seguridad vial.

La Educación es otro tema que salta a la vista ya que en la currícula escolar no está presente y por lo tanto no hay conocimiento ni conciencia de esta temática en los niños, adolescentes y jóvenes. En otros países si está presente, de tal manera que al terminar la secundaria los jóvenes reciben su licencia de conducir. Algo se está haciendo con las brigadas de padres de familia que ahora en los colegios nacionales participan en la entrada y salida de los estudiantes cuidando que se haga de manera ordenada y segura. En las universidades no se desarrolla nada en este aspecto cosa que debía solucionarse de manera urgente ya que los jóvenes de esas edades son los más involucrados tanto como actores y víctimas del tránsito.

Se percibe todavía cierta indiferencia de parte de las autoridades de la iglesia católica para incorporar en la vida de la fe de los creyentes esta dimensión del amor al prójimo. Si es verdad que se consideran como pecados graves, por ejemplo, manejar en estado de ebriedad, falta mucho en desarrollar una espiritualidad que ayude a ser más consciente de este aspecto de la vida cotidiana

Las familias no son todavía educadoras en este sentido, muy pocos padres enseñan a los hijos a respetar las normas de tránsito, a usar las correas de seguridad, a prevenir accidentes usando las diversas señales o dispositivos de tránsito que tiene el propósito de ordenar la circulación de vehículos y peatones. Por el contrario muchos padres no son buen ejemplo para sus hijos, se comportan como “Pepe el vivo”: muchos no respetan los límites de velocidad, utilizan el celular o envían mensajes mientras conducen, tocan la bocina innecesariamente, insultan a las mujeres cuando según ellos “no saben manejar”, estacionan subiéndose a las veredas, aceleran cuando el semáforo cambia de luz, etc.

Otro reclamo de las víctimas es que haya mayor inversión para mejorar la seguridad vial de los barrios y ciudades. No bastan buenas normas hace falta invertir desde los municipios y los gobiernos regionales; en señalización suficiente y adecuada, calles y veredas en buen estado de mantenimiento, construcción de vías seguras y conforme a las normas establecidas. A veces no se entiende como municipios con dinero invierten en obras faraónicas que no son prioritarias. No basta que haya buenos y abundantes jardines y monumentos en las ciudades, se requiere buen alumbrado público; un servicio integrado de transporte compuestos por buses, trenes, teleféricos; un transporte público seguro, ordenado, limpio y barato, como en otros países vecinos. Por el contrario nuestro país se ha llenado de moto-taxis o “taxi-cholos” cuando es a pedal, que son trampas mortales para los conductores y sus usuarios. El parque automotor en general no tiene renovación y es altamente contaminante.

Además siguen circulando las “combis asesinas”, las revisiones técnicas de vehículos son una burla, la venta exponencial de motocicletas, scuters, y otros vehículos de “alto riesgo” para la vida de las personas. Es incomprensible la tolerancia de las autoridades que permiten hacer fortuna sin mayor control a estos vehículos que atentan contra la vida de todos los usuarios de la vía. Basta recordar cómo se vendieron los famosos “Ticos” en el Perú, vehículos que tenían prohibida la circulación en la vía pública de otros países por su fragilidad, y que después de muchos años se terminaron prohibiendo. Para muestra un botón, dice el refrán.

La Organización Luz Ámbar, así como las organizaciones de familiares de víctimas están logrando algo muy importante y muy hermoso, que es la hermandad de las familias que buscan justicia y consuelo para sus vidas. Entre las personas que se van sumando a esta verdadera cadena de amistad surge una hermandad y solidaridad realmente admirable. El dolor y la esperanza los va uniendo y haciendo que su voz sea escuchada en primer lugar por las autoridades que tienen que ver con el tránsito y transporte. Su voz también tiene que llegar a la sociedad que viene permitiendo que este drama se normalice y se tolere de manera inconsciente y cómplice.

Finalmente otro gran sentimiento que lleno la noche de vigilia fue el de la gratitud, algo tan fundamental en la vida. Se agradeció de manera explícita y hermosa a los miembros del Cuerpo General de Bomberos Voluntarios del Perú, de la Policía Nacional del Perú, a los médicos, enfermeras, para-médicos, al equipo de Luz Ámbar, a buenos abogados y jueces que ayudaron a conseguir justicia para la víctimas, a Dios el Padre fuente de toda vida humana. La vida tiene sentido cuando se ayuda a vivir, cuando se está dispuesto a compartir y llevar la carga de los demás. La vida misma es un regalo y por eso se la tiene que agradecer y cuidar.

Todos esperamos que este mar de dolor no crezca por el contrario disminuya, “Cero accidentes”, “No más personas que no vuelven a casa”, “la vida es sagrada y pertenece a Dios”, “No matarás”, “ustedes son templo vivo de Dios, en su cuerpo vive el Espíritu Santo”.


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