Opinión

Un Viaje en el Tiempo por el Mare Nostrum

Por Ricardo Soberón

Abogado, fundador del CIDDH, ex Presidente Ejecutivo de DEVIDA

Un Viaje en el Tiempo por el Mare NostrumFotos: Ricardo Soberón

Mi primera visita a Italia -no registrada por las redes sociales- fue en el año 1991, cuando pude viajar primero a Roma y luego a Sicilia, para una conferencia sobre “Drogas y Desarrollo”, en el Centro Giusseppe Impastato de Palermo, reconocida entidad académica estudiosa del fenómeno mafioso, donde compartí el panel con el juez Giovanni Falcone quien dirigía los esfuerzos contra la criminalidad mafiosa a través de la operación “Mano Pulite”. A Falcone, finalmente lo asesinaron en mayo de 1992, por medio de un coche bomba puesto en un puente antes de ingresar a la ciudad siciliana.

Tuvieron que pasar 32 años para volver a la cuna del Imperio Romano, esta vez por un viaje familiar. Olores del limoncello, sabores de las diversas pastas y los colores de la campiña toscana quedaron fraguados en la memoria. Volvieron a revivir con más fuerza, las imágenes del fenómeno migratorio en el ingreso a Europa, que es aún más evidente que en mi anterior visita. Numerosos sirios, libios e iraquíes y en menor medida ucranianos, se sumaban a la oleada representada por las “pateras” africanas que cruzan el mar en muy endebles condiciones, atestadas de juventud africana que, como la latinoamericana en el Sur, sortean todo tipo de riesgos frente a la incertidumbre del desarrollo sostenible en sus países.

En la Europa del siglo XXI, además de la sofisticación del fenómeno mafioso, el racismo y la discriminación son más vigentes que en el pasado, como lo muestran los recientes juegos de fútbol europeo. Aun hoy, las grandes urbes mediterráneas como Sevilla, Marsella y Nápoles concentran los grandes “bolsones” de vendedores, gente de calle y refugiados en Europa Occidental. De paso, atestiguamos con preocupación el regreso del más rampante conservadurismo anti migratorio en esos países de las manos de Giorgia Meloni en Italia, Vox en España y Jean Marie Le Pen en Francia. Mientras, los grandes centros de poder europeo les siguen volteando la espalda, cuando no expulsándolos de vuelta a sus países. Profundo choque entre democracia, seguridad y desarrollo.

Esta vez visite otros espacios de desarrollo político y cultural del Mediterráneo, desde la gran Al Andaluz, su capital Izbillah (actual Sevilla) y el centro cultural de Córdoba, la costa napolitana, la Toscana y Roma. Tierra de bellos naranjos y antiquísimos olivares, el recorrido por Córdoba me llevó a la Torre de Oro, el Museo y la Mezquita, así como los fabulosos jardines del castillo de los Reyes Católicos. Mientras los cruzados europeos iban y volvían derrotados en las sucesivas gestas religiosas, desde el siglo VIII la tierra andaluza fue un espacio de encuentro y convergencia de judíos, musulmanes y católicos, haciéndole un guiño a la historia del siglo XXI, sobre las ventajas del cosmopolitismo y el universalismo para la evolución de todas las ciencias.

Cada uno en su momento: los fenicios desde el siglo XI aC, luego el asentamiento de los griegos, etruscos y romanos (hasta su máxima expansión en el siglo II d.C), las invasiones de cartagineses y normandos, hasta la aparición del gran poder de los árabes en todas sus versiones (siglo VIII hasta la caída de Lepanto en 1571).

Ya en la Edad Media, durante el apogeo de las grandes ciudades-estado italianas (Venecia, Génova, Pisa), aragoneses, castellanos, franceses, dejaron su influencia cultural y económica, en algún sentido, sobre la cima de las principales ciudades mediterráneas. Todo signo civilizatorio llegó y se asentó en las costas de dicho mar, desarrolló el comercio marítimo e hizo frecuentes guerras de asedios y destrucción, para dominar el espacio interior desde las Columnas de Hércules en Gibraltar.

Historias más recientes como la Gran Guerra y la hecatombe nazi y fascista (1939-1945), volvieron a convertir al Mediterráneo en el epicentro de duros combates entre el poder inglés y el eje germano-italiano. La Guerra Fría alejó de las aguas interiores el enfrentamiento entre los dos superpoderes. Solamente la reciente hecatombe en Europa del Este, vuelve a posicionar los mares interiores del viejo continente como espacio de confrontación geopolítica.

Finalmente, en estos tiempos de convulsión y profunda volatilidad internacional, Europa Occidental no es ajena al problema de los tráficos ilícitos manejados por mafias mediterráneas ni las economías extractivas que alimentan la voraz demanda por cocaína, oro y madera y que tanto daño le ocasionan al planeta. Esta vez, la carta de negociación de América Latina es muy simple: conservación y mitigación para un desarrollo sustentable.

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