Opinión

Un régimen sostenido por una confianza que nadie tiene

Por Carlos Reyna

Sociólogo

Un régimen sostenido por una confianza que nadie tieneFoto: Congreso de la República

El gabinete de Anibal Torres Vásquez, el cuarto de este gobierno, acaba de obtener el voto de confianza del Congreso. Esta vez ha pasado la valla en medio de un rechazo popular elevado y creciente contra el gobierno y la oposición. Ese voto de confianza, los que lo han recibido, los que lo han otorgado, y los que lo han negado, no representa a la opinión ciudadana. Esta, en su mayoría, quiere que se vayan todos.

Lo que explica que se de la confianza bajo estas condiciones es que el Perú tiene un régimen político que bloquea esa opinión. Si se sostiene es porque las fuerzas adversarias que lo controlan negocian sus conveniencias para mantenerlo. De este modo, la nueva moción de vacancia podría volver fracasar. La extrema derecha es tan o más rechazada que el Presidente. Pero ese juego es cada vez más obsceno y visible para la gente. Las palabras de sus protagonistas se perciben como cínicas mentiras inmediatamente después que las pronuncian. Veamos.

Un pluralista muestrario de cinismo, comenzando por el premier

En su discurso de cierre, el premier Torres proclamó con la mayor solemnidad que “se pueden y se tienen que hacer cambios”. Pero unas horas antes, él había llegado al Congreso sin hacer ningún cambio entre los varios ministros que no tienen ningún mérito para serlo. Solo uno de ellos había renunciado, pero porque llegó a tener la censura rozándole el cuello. Los de Salud, Justicia, Cultura, Defensa, Interior y algún otro, continuaron nomás. Puede haber cinismo solemne, claro que sí. El debate de la confianza fue todo un muestrario de eso, encabezado por el propio Torres.

Luna, Wong, Anderson

A su turno, José Luna Galvez, dueño de la facción Podemos, y su correligionario Enrique Wong, integrante de la mesa directiva del congreso, pronunciaron discursos contra la corrupción. “Todos estamos contra la corrupción” arengó Wong, y su jefe está procesado por serios delitos de corrupción. Ha estado incluso en prisión preventiva. Estos son los que votan por la confianza en nombre de la gobernabilidad. En realidad es el canje por el debilitamiento de SUNEDU, que chocó con los negocios universitarios de Luna.

Carlos Anderson es uno de los congresistas que no solo vota siempre contra la confianza en los gabinetes de este gobierno. Es además un partidario de la vacancia y su firma está en la moción presentada ayer para eso. Es un discurseador contra la corrupción, pero también es parte de Podemos. Le debe a Luna Gálvez su título como congresista y la distinción de ser el vocero de su bancada.

Barbarán, de Fuerza Popular.

La congresista Mariángela Barbarán es parte del fujimorismo. El tema de la anticorrupción no es muy mencionado en este grupo porque es mencionar la soga en casa del ahorcado. Barbarán prefirió posar de sensible respecto a la estabilidad política. Deploró que por cuarta vez se haya designado a un gabinete. Pero al terminar el debate de esta última cuestión de confianza, ya había votado cuatro veces contra esa estabilidad: tres para censurar gabinetes y una para que se debata la vacancia a Castillo. Su estreno como oradora fue en los mítines para desconocer los resultados electorales de junio pasado. Cuando se debata la nueva moción de vacancia ella la apoyará con su voz y su voto. Tan joven y tan desestabilizadora.

Tudela

Adriana Tudela es del grupo Avanza País, cuya franquicia fue comprada para la campaña electoral por su ex líder Hernando de Soto. Ella sí quiso centrarse en el tema de la corrupción. Dijo que los congresistas que no quisieron votar por la censura, “apoyan a un gobierno que ha entregado el Estado a una mafia”. Pero ella y su bancada apoyan al partido fujimorista desde que este perdió la segunda vuelta y lanzaron un ataque a fondo contra la democracia peruana. Ese partido fujimorista, como bien sabemos, tiene tantas historias y personajes asociados a la mafia y al crimen organizado que podría inspirar una película a Martin Scorsese. Ojalá que la congresista se aparte a tiempo de tan malas juntas.

Quito, de Perú Libre

El congresista Jaime Quito, de Perú Libre, reclamó que la oposición deje gobernar a Pedro Castillo para poder terminar con “los privilegios de las transnacionales”. Muy épica gesta, sin duda, pero su propio partido podría ir entrenándose con algo que tienen al alcance de la mano: terminar con los privilegios que convierten en ministros a personas sin ningún mérito para serlo, excepto ser militante o allegado a la facción de la familia Cerrón.

La parte bufa: Montoya, Chirinos y Guerra García.

Al terminar el debate de la investidura, el marino Jorge Montoya, cuyos más arduos combates los ha librado en tierra, promoviendo censuras y vacancias, se asomó al borde de las 2 de la mañana con un grupo de sus grumetes. Informaron que, Pedro Castillo, un maestro campesino que califican de incapaz, los había derrotado otra vez. Terco, el marino anunció otro combate, el de la nueva moción de vacancia. Son recursos de la democracia, dijo, como siempre. En la tarde había dado otra prueba de sus principios democráticos: recibió en la plaza Bolívar a unos mil moteros, matones que trajo, como buen estratega, para hacer frente a las hordas enemigas que imaginó se sublevarían cuando perdieran el voto de confianza.

En la parte bufa, además de Montoya, no podían faltar ni la congresista Chirinos ni su colega Guerra García. Chirinos, desaforada como es, criticó despectivamente a los ministros y a los congresistas oficialistas. Como si fuera ella una luminaria, se refirió literalmente a la “pequeñez intelectual” de sus adversarios. Guerra García, de un estilo parecido a su colega, le reclamó a gritos al premier Torres Vásquez: “¡No somos muchachitos tontos!”. Tenía razón en una cosa: ya está mayorcito.

¿A dónde va todo esto?

Hay cosas que se pueden prever, otras que no. Este espectáculo del voto de confianza va a validar el temperamento popular de que se vayan todos. Esta vez lecha costado más a Pedro Castillo lograr los votos necesarios para su gabinete. La primera vez, con Bellido, tuvo 23 votos de ventaja. La segunda, con Mirtha Vásquez, doce. Y ahora, con Torres, seis. Si estas cosas siguieran una progresión aritmética, el cuarto gabinete caería censurado.

La perspectiva cercana no le es favorable a Castillo. El impacto económico de la guerra en Ucrania, las nuevas revelaciones de las investigaciones fiscales al presidente, incluida la posible aparición de un nuevo delator premiado, o las previsibles tropelías cometidas por algunos de esos nuevos ministros, de luces tan escasas como su probidad, lo van a deslegitimar aún más.

En buena medida, lo que ha venido salvando a Castillo, aparte de su compra de votos en el Congreso, ha sido la torpe avidez de poder de su enemiga más acérrima, la extrema derecha. Juntos por el Perú, con su tolerancia ilimitada, también le ha dado algunos votos salvadores.

Protesta popular en silencio sísmico

Pero lo que más le está sirviendo, no solo a Castillo o a los Cerrón, sino a todas las facciones del Congreso, es el cansancio de la ciudadanía y el descreimiento de la ciudadanía peruana en la política. No creen, ni quieren, ya a nadie de esa esfera. Quieren que se vayan todos pero no se movilizan para eso. Se está acumulando un peligroso silencio sísmico en materia de protesta popular. Si este llegará a explotar su efecto sería imprevisible. El Perú no cuenta con el básico entramado partidario ni con los liderazgos políticos que les permitieron a los chilenos encausar su estallido social. Y aún así les está costando trabajo. Difícil que se logre algo semejante en Perú.

Lo que es innegable es que, con este gobierno y este congreso, el daño que está teniendo el país es cada vez más grave. No hay señas de que sus dueños vayan a cambiar, y tomará tiempo para que aparezcan unas fuerzas políticas alternativas y de cierta consistencia. Mayor razón para que las ciudadanas y ciudadanos se convoquen, actúen y movilicen. Quizás eso pueda ser el fermento de nuevas fuerzas democráticas. La parálisis solo sirve para que los desenlaces sean peores. Pesimismo de la realidad, optimismo de la voluntad, decía Gramsci.