Opinión

Un Presidente sin mando es un país sin Presidente

Por Carlos Reyna

Sociólogo

Un Presidente sin mando es un país sin PresidenteFoto: Captura video

Pedro Castillo ganó la Presidencia de la República, en segunda vuelta, aupado sobre un razonamiento y una ilusión. El razonamiento era de que él, sin mayor trayectoria política, con ideas y vínculos personales poco conocidos, era preferible a Keiko Fujimori, ya demasiado conocida en cuanto a sus ideas, sus vínculos y su trayectoria. Conocimiento cuya fuente principal está sobre todo en los expedientes judiciales que la han comprometido a ella, a su padre y a un buen número de dirigentes del fujimorismo.

La ilusión estuvo mucho más extendida que el razonamiento. Una gran mayoría de los votantes de las regiones más andinas y pobres proyectaron sobre él, la esperanza de por fin tener como Presidente a alguien que sea como ellos y que gobierne para ellos. Porcentajes muy altos de ese electorado construyeron, sobre la persona de Castillo, a ese personaje tan esperado. Su triunfo, su condición de Presidente, no se debe a sus cualidades ni a sus atributos como líder, menos aún al partido que lo invitó a ser su candidato, Perú Libre. Se debe a lo que el razonamiento político y la ilusión popular construyeron sobre él.

La pregunta sobre quién gobierna

A dos meses de la segunda vuelta y a once días de que el maestro rural del sombrero asumiera la Presidencia, pareciera comenzar a envolvernos otra vez aquél enturbiado, tenso y polarizado clima electoral. Pero esta vez quien está contribuyendo a generarlo ya no es principalmente esa derecha desbocadamente golpista, sino la actuación de los cuadros principales de Perú Libre, comenzando por Vladimir Cerrón, Guillermo Bermejo y Guido Bellido, presidente del consejo de ministros, y del propio Castillo, que ahora pareciera estar conforme con esa actuación.

Todos recuerdan que hacia el final de la campaña electoral, Castillo respondió a las preocupaciones que habían sobre la posible injerencia de Cerrón marcando distancia con él. En algún momento, con palabras fuertes, incluso denigratorias. Pero ya electo, su decisión de poner a Roger Nájar primero, y a Guido Bellido después, muy cercanos a Cerrón, en la presidencia del consejo de ministros, ya mostraron algo de la gravitación del mandamás de Peru Libre sobre él. Tanto que Pedro Francke y Anibal Torres estuvieron a punto de irse del gabinete en proceso de designación.

La posterior vuelta al juego y la juramentación de Francke y Torres como ministros parecieron mostrar que, con todo, Castillo tenía sus propios criterios sobre cómo gobernar. Pero esa apariencia ha ido disolviéndose nuevamente por una cadena de hechos que evidencian que el ritmo y la ruta del gobierno se definen mucho más en la secretaría general de Perú Libre que en cualquier otro lado.

El hegemonismo de Cerrón y Perú Libre

Una parte significativa de los ministros designados por Castillo son del entorno de Cerrón, algunos sin ninguna cualidad para desempeñarse en sus cargos. Más bien, con muchas cualidades para no desempeñarse en ellos, como el propio Bellido en el premierato, Ayala en Defensa, Merino en Energía y Minas, o Maraví, en Trabajo. Otros han sido designados en ministerios con importante presupuesto como Transportes y Comunicaciones, a cargo de Juan Francisco Silva, o Vivienda, en manos de Geiner Alvarado. Bellido y Maraví están cuestionados, el primero, por declaraciones de simpatía hacia una senderista, y el segundo, por vínculos con el Movadef, el brazo político no armado de Sendero Luminoso.

Además del peso de Perú Libre en el Gabinete, también lo viene teniendo en la orientación política del mismo. Particularmente en un punto crítico: las relaciones con el Congreso. La cabeza y la composición del cuerpo de ministros, y las continuas declaraciones provocadoras de Bellido, Bermejo y Cerrón, confirman que se trata de un gabinete diseñado para chocar frontalmente con el Congreso con temas como su disolución o la Asamblea Constituyente. Tan evidente que, percatadas de ello, varias bancadas, de las menos extremistas entre las opositoras, han expresado que no pisarán la trampa y no rehusaran la confianza al gabinete para no precipitar una pronta disolución del Congreso.

En tercer lugar está la gravitación de Perú Libre en la bancada oficialista en el Congreso. Recientemente cambiaron de vocero y Perú Libre postuló al hermano de Vladimir Cerrón, Waldemar. De los 37 integrantes de la bancada, 20 serían de PL y 17 afines a Castillo o independientes de ambos. Waldemar tuvo 15 votos, Betsy Chávez un puñado de votos y otros se abstuvieron.

No hay señales de que Pedro Castillo hubiera querido prevenir, evitar o atenuar la visible hegemonía política que Cerrón muestra ostentosamente sobre el gobierno, sobre todo cuando este, durante su congreso partidario, manifestó que si el Presidente se aparta de la línea correcta, el Partido lo corregiría.

Un aislamiento progresivo

Todo esto ha llevado, primero, a que algunos aliados de centro que se estaban aproximando al gobierno y a su bancada, ahora tomen distancia ostensible. Los congresistas del Partido Morado, por ejemplo, que anunciaron que no darán el voto de confianza al gabinete. La única bancada que le queda como aliada firme es Juntos por el Perú.

También ha ocasionado que periodistas o analistas de centro o centro derecha, e incluso de izquierda, que en la post segunda vuelta se unieron al rechazo al golpismo de Keiko Fujimori, ahora viraron para criticar duramente a Castillo por someterse a Cerrón y afirman que, en verdad, es este quien gobierna.

Igualmente, los medios grandes y convencionales en la TV y en la prensa escrita, han radicalizado otra vez su perfil opositor y anti-Castillo, con la diferencia de que ahora tienen argumentos fácticos para hacerlo y antes todo era invención o falsedad monda y lironda.

Y los extremistas de derecha, como los fujimoristas y los seguidores de López Aliaga, y algunos grupos cuasi fascistas, ha vuelto a las andadas golpistas y las marchas violentas, esta vez con la vacancia como lema. Estos son los que más plenamente han mordido el anzuelo provocador de los cerronistas. Entre ambos extremos es que se podría alimentar un proceso de polarización riesgoso para el gobierno.

Dos minorías extremistas juegan con el destino del Perú

Esos dos extremos buscan crear una polarización tan intensa cuya solución solo podría ser una de tipo extrainstitucional. Ya fujimoristas, lópezaliaguistas, viejos politiqueros oportunistas y fascistas la estuvieron buscando luego de la segunda vuelta. Ahora, Cerrón ha vociferado que el cambio no vendrá del parlamento oficial, sino del “verdadero parlamento que está en las calles”.

¿Es posible que se llegue a producir la escena incendiaria con la que sueñan estos tigres de papel? No lo creo. Primero, porque la mayoría del país, cuyas mayores amenazas siguen siendo la pandemia y el desempleo, quiere que se terminen de superar las tensiones que hubo entre el 6 de junio y 28 de julio y no se reconocen en las idioteces de ambas corrientes. Y segundo, porque, tras cinco grandes crisis políticas producidas en los últimos cinco años, incluida la última elección, hay una red de instituciones que se activaron para mantener a flote al país y fueron determinantes para que las salidas fueran institucionales.

¿Entonces, qué puede pasar? Una de dos, o el Presidente Castillo logra consolidar un equipo y un discurso en el gobierno, y en una parte importante de su bancada, para estabilizar su gobierno y buscar un entendimiento cordial con la mayoría del Congreso. O, deja que las cosas sigan como van y su gobierno se desplomará como un Castillo de naipes.