Opinión

Un gran libro: "La lucha por la libertad. Rebelión, guerra e independencia. (1780 – 1826)"

Por Gustavo Montoya

Historiador

Un gran libro: "La lucha por la libertad. Rebelión, guerra e independencia. (1780 – 1826)"Foto: Javier Torres

*Así como los individuos requieren de memoria, las colectividades no pueden existir sin recuerdos”

Alberto Flores Galindo

Este libro escrito por la historiadora Claudia Rosas Lauro, y que aborda el proceso general de la guerra por la independencia, reúne una serie de consideraciones conceptuales y metodológicas que vale la pena comentar y resaltar. En primer lugar, se trata de una imagen totalizadora del proceso separatista, ya que aborda temas y fenómenos estructurales, y también incorpora las últimas tendencias historiográficas en curso. De otro lado, y probablemente lo más notable, es la prosa y el estilo que practica y distingue a la autora. Un lenguaje llano y coloquial, permite que este texto sea leído por cualquier interesado en la historia. No es un libro exclusivamente destinado para la academia, a pesar que su contenido recoge una serie de tendencias historiográficas innovadoras. No es poco lo que se señala. Insisto, se trata de un libro de divulgación, pero al mismo tiempo, su contenido es complejo, múltiple, rigurosamente analítico y, por si fuera poco, invita al lector a tener una mirada crítica. Una historia inteligente. Una perspectiva que problematiza lo acontecido.

De las múltiples tesis que el lector interesado puede hallar en el libro, me gustaría señalar algunos que me parecen de particular relevancia. Se trata de pensar e imaginar el proceso separatista desde un arco temporal extenso que permite precisamente incorporar el sentido de totalidad, acumulación y continuidad, a los procesos y acontecimientos que se debelan y problematizan. Ello ocurre por ejemplo entre la revolución de Túpac Amaru II y el proceso político, social y militar ya decididamente separatista. No es que la autora sostenga que Túpac Amaru II fue el precursor de la independencia, como había sido establecido por la antigua historiografía tradicional y patriotera. Por ejemplo, es lo que la autora indica en el libro cuando habla del siglo XVIII: “Revueltas, protestas, conspiraciones y rebeliones cruzaron casi toda la centuria, culminando con el mayor estallido que tuvo que enfrentar el gobierno virreinal en todo el periodo colonial: la rebelión de Túpac Amaru II en 1780. Por eso, la independencia se explica no solo en función de los acontecimientos, sino también, y principalmente, a partir de procesos de larga y mediana duración” (pág. 14)

De otro lado, el libro se presenta como una trama, esto es, eventos y hechos de diversa índole, pero que están interconectados. Una galería de personajes, grupos sociales y étnicos desfilan de manera dinámica. La idea de aislamiento ha sido desterrada, como una necesidad metodológica para intentar captar precisamente el nervio de la guerra. Restituir a la historia como experiencia individual y colectiva, su imprescindible movimiento y la simultaneidad que le es inherente. Y por esa vía, restituir el protagonismo y la voluntad a los actores históricos; y no como simples marionetas que son jalonadas por esas fuerzas omnipotentes que son las estructuras. Uno puede imaginar el desafío y los dilemas a los que debió enfrentarse la autora a la hora de trazar su cartografía.

No menos importante, son las temáticas, o la tabla de contenidos. El desdoblamiento metodológico para transitar por la historia social, económica, las mentalidades, el genero, lo militar, la cultura, y así, una sucesión de abordajes para intentar cubrir el mayor número de fenómenos que concurrieron a ese gran drama que fue la guerra por la libertad. Solo para desmenuzar un aspecto de lo señalado. Por ejemplo, la historia económica se pone al servicio de la narración de la diversidad de eventos que el libro recoge. Así el comercio, la agricultura, la minería, el tributo indígena, la industria manufacturera y hasta el comercio ambulatorio, son tratados como elementos que van estructurando las conductas colectivas; tanto como determinaciones o como contingencias a las que debieron de enfrentar los actores sociales de la época.

El trastrocamiento del mundo de las ideas, la cultura y los sistemas ideológicos, las formas de sociabilidad, el periodismo, los rituales, la opinión pública y el lenguaje simbólico, son otros elementos a los que la autora dedica sendos análisis, para explicar ese mundo movedizo que fue el transito del antiguo régimen a la modernidad. Recuperar esa atmósfera de inestabilidad, donde nada estaba zanjado. Era el tiempo de la guerra sí, pero también de una coyuntura de expectativas. Los pobres imaginaron realmente que se avizoraba un nuevo mundo. Y el Perú fue para tomar la frase de Bolívar, realmente el nudo del imperio. Una suerte de cruce de caravanas. Y es quizás este aspecto, el que debió haber sido tratado con mayor amplitud en el libro. Imaginar al territorio peruano, trajinado por tropas que llegaron de todo el continente, es una invitación para ensayar e inventar diversas estrategias narrativas. ¿Cómo captar tal escenario efervescente por la confluencia no solo de tropas, sino de ideas, culturas, hábitos y tradiciones que llegaban de la periferia continental? Y lo más espectacular, el choque con los elementos peruanos, y sus propios matices locales y regionales. Una sinfonía polifónica de lenguajes políticos y de usos culturales híbridos. El Perú como un laboratorio y resumen fatídico, y al mismo tiempo, como faro esperanzador de la revolución continental.

Todo lo que hasta ahora se ha reseñado, no quiere decir que este libro sea el summun de la historia sobre la independencia. Todo lo contario, la misma autora se encarga de poner los puntos sobre las íes: “Es necesario prestar atención a los intentos de uso político de la historia. En este sentido resulta fundamental continuar investigando de manera rigurosa para poder profundizar en una serie de temas que han sido poco o nada estudiados” (pág. 193) Es decir, la imperiosa necesidad de seguir indagando sobre aspectos poco explorados de esa época. Desde las instituciones hasta la vida cotidiana de los diferentes grupos sociales. El imaginario religioso en todos sus matices. No solo el catolicismo dominante. Conocemos aún muy poco sobre cómo fue que los practicantes de las llamadas idolatrías interpretaron el signo de los tiempos. O seguir explorando, lo que cada vez aparece como una sofisticada cultura política entre los sectores plebeyos rurales. Esas milicias andinas, ya patriotas o realistas, o simplemente aquellas bandas armadas que trajinaban surcando los Andes una y otra vez. Eran realmente espectadores de la guerra y con una agenda elástica. De tales sectores saldrían luego esas masas rurales armadas que protagonizarían ese violento siglo XIX.

Porque, a fin de cuentas, ¿desde qué mejores consideraciones podría explicarse de manera solvente, el ascenso del protagonismo plebeyo durante esas primeras décadas republicanas, cuando el sable, la pólvora, la chicha y la cruz, arrasaban pueblos y ciudades? Se trata de conocer al detalle, el laboratorio donde se fueron gestando y anidando tales fenómenos. Si los libertadores chilenos, colombianos y argentinos que llegaron al país hicieron de las suyas, en cambio, esas milicias andinas y costeñas, rurales, sobre todo, no dejaban de asimilar con cautela y método, esa tremenda acumulación teórica y practica que la guerra continental había instalado en estas tierras. Y justamente el libro que nos ocupa, permite realizar tales aproximaciones.

En suma, un gran libro, y un acierto de los editores de la Derrama Magisterial ofrecer una edición popular al alcance de las grandes mayorías sociales. Justamente las que hoy, con mayor urgencia, requieren de guías prácticas e inteligentes para descifrar los abismos y remolinos que los han sido conducidos a determinadas conductas políticas y prácticas sociales que le son altamente onerosas. Casi una maldición. Como esos callejones infernales sin salidas, escenarios fértiles para todas las formas y modalidades de bellaquerías.