Opinión

Un archivo para Laura

Por Alexander Ortegal Izquierdo

Historiador

Un archivo para LauraFoto: LinkedIn Laura Gutiérrez

Este 11 de diciembre deja el Archivo Arzobispal de Lima la historiadora Laura Gutiérrez Arbulú, su directora por más de treinta años y, como todo tiene su final (dice la canción), Laura empezará otra etapa de su vida.

Conocí a Laura Gutiérrez a mediados de la década de 1990, cuando por indicaciones de Raúl Adanaqué, profesor del curso Fuentes Históricas del Perú de la Universidad de San Marcos, asistimos al viejo local de la calle de Santa Apolonia, donde el archivo ocupaba unas instalaciones de la Catedral de Lima. Y la primera impresión que de ella tuve fue la de una profesional que respiraba historia, que tenía un trato un tanto marcial sin dejar de ser amable y atenta con los que se acercaban para consultarle sobre los viejos papeles del archivo.

Coincidimos algunas veces en el Archivo General de la Nación, pero no sería hasta junio de 2000 que Laura me pidió que la apoyara en la organización y descripción del AAL. Fue el inicio de una experiencia que muchos de los historiadores peruanos hubieran querido tener si hubieran tenido la oportunidad para ello. Mi primera tarea fue la de elaboración de índices de los catálogos ya terminados. En aquella época era de suma importancia contar con estas herramientas dado el escaso número de computadoras a nuestro alcance. Era extraordinario ver a Laura en todo momento concentrada en atender a los investigadores, realizar los inventarios de los libros de partidas sacramentales, velar por la pulcritud de las instalaciones, la compra de los materiales para la confección de las cajas archiveras, redactar las copias de partidas que eran muy solicitadas (en especial por la comunidad de descendientes italianos en el Perú) e incluso de abrir la puerta para hacer pasar a los investigadores. Recuerdo que en una ocasión una misión de historiadores españoles llegó al archivo y su primer comentario fue que se sentían halagados, pues era su directora quien les esperaba en el ingreso. No sabían que Laura se repartía en todas las funciones del AAL.

A las semanas, cuando ya había concluido mi primer encargo, Laura me preguntó qué me gustaría catalogar y mi respuesta fue que (no sabía en lo que me metía) quería organizar “esos libros de arriba”, mientras señalaba un gran y sólido anaquel de metal que estaba ocupado por una cantidad de viejos libros manuscritos empastados. Me miró y dijo “si quieres”, y con el transcurrir de los días, semanas y algunos meses, esos libros se convirtieron en parte de mi vida. A esta serie la denominamos “Archivo Intermedio” y dio como resultado la incorporación como material de consulta de 512 libros manuscritos (de los siglos XIX y XX) que pertenecían a los conventos, monasterios y a las oficinas administrativas y contables del Arzobispado de Lima. Con los años, esos viejos libros han nutrido a investigadores peruanos y extranjeros en busca de información de diversa índole, como aquella investigadora argentina que nos dijo: “ustedes me han salvado la vida”, pues ya tenía varias semanas en Lima y no había podido encontrar la información sobre series de precios de artículos de primera necesidad del siglo XIX. Estos los pudo revisar en los libros de compras que hacían estas corporaciones religiosas y no hubieran sido descritas si no fuera por la paciencia y sapiencia de Laura en permitir su organización y hacerlos ingresar al servicio.

Laura nunca tomaba días libres, ni siquiera en sus cumpleaños, pues el archivo era su vida, su amor y su pasión (el otro amor eran sus gatos y su otra pasión los chocolates) y en los casi ocho años que trabajé a su lado solo faltó una vez por debido a una urgencia familiar. Rechazó de plano diversas propuestas de trabajo de instituciones públicas y privadas mucho mejor remuneradas por considerar que no podía alejarse del AAL debido al vínculo afectivo que los unía.

Y si creen que el AAL es un archivo que sólo guarda reliquias para la investigación histórica, están equivocados. Hacía el año 2005 se inició un proceso de transferencia documental gracias a la disposición y apoyo del arzobispo Juan Luis Cipriani, quien ordenó el traslado de los pliegos matrimoniales generados por las 124 parroquias de Lima, desde la fundación de estas hasta el año 2000. Dichos documentos fueron acogidos en el Archivo Arzobispal, que en esos momentos ocupaba un ala del Seminario de Santo Toribio de Lima. Fue por gestiones de Laura que dos veces por semana me encargaba recoger de las parroquias, previo inventario, los viejos archivadores de palanca que acopiaban estos papeles que, en síntesis, eran las pruebas de soltería y el consentimiento de los novios para contraer el vínculo matrimonial y que son muy solicitadas en la actualidad. Con ello, el AAL incrementaba sus fondos documentales y esto es un logro más de la gestión de Laura Gutiérrez.

Durante muchos años compartimos la única computadora que tenía el archivo y hubiera seguido así si no fuera porque cuando nos trasladamos a la antigua casa del arzobispo Landázuri, el Arzobispado de Lima dotó al nuevo local con las comodidades y equipos informáticos que un archivo moderno necesita. Podría decirse que es el primero del Perú y esto también se lo debemos también a Laura porque fue ella quien inició una campaña de sensibilización para se le asignara un nuevo local, pues el antiguo, ubicado en el cruce de las avenidas La Marina y Sucre, corría el peligro de un siniestro dada la cercanía de un establecimiento de expendio de combustible.

Muchas cosas tengo que agradecer a Laura, relacionadas con mi vida personal y como profesional. Fue una maestra para mí, pues no solo es maestro el que toma una tiza y escribe en una pizarra. Laura enseñaba con su trabajo, su obrar, su manera de atender los problemas y necesidades del archivo. Dejé el AAL en mayo de 2008, pues fui contratado en el Área de Investigaciones del MNAAHP, sin embargo, mi relación con Laura y el archivo se mantuvo siempre estrecha. En cada oportunidad que requería de Laura y del archivo era inmediata su respuesta de apoyo desinteresado. Creo que se sentía feliz al saber que el material del archivo era conocido por los visitantes al museo: “La papa: pan del mundo andino” (2008), “Casa de la Gastronomía Peruana” (2010), “Atando Cabos” (2011), “Galería de los Virreyes (2012), “La Quinta de los Libertadores” (2014), son solo algunos ejemplos de la importancia de los viejos papeles del AAL, no solo con la historia sino para dar a conocer diversos temas al gran público por medio de las exposiciones museográficas.

De igual forma, sus conocimientos en la escritura antigua, la paleografía hispana, son sobresalientes. Alguna vez comentó de su entrañable amiga y colega Ada Arrieta (prestigiosa paleógrafa y archivista del Instituto Riva-Agüero) que ella podía leer los manuscritos antiguos del siglo XVI temprano con los ojos cerrados; eso mismo diría yo de ella. Sus conocimientos y su vasta experiencia adquirida al contacto con los expedientes del AAL le permitieron tener rapidez y exactitud para descifrar las engorrosas grafías (tipos de letras cortesana y procesal) y las casi ilegibles abreviaturas castellanas procedente de las escribanías del Perú colonial, y peor aun cuando el texto había sido escrito por la mano inexperta de alguna autoridad nativa poco práctica en estos menesteres.

En febrero de 2017, la Academia Nacional de la Historia le otorgó a Laura y a Melecio Tineo, su asistente en el AAL, el diploma de reconocimiento por su “promoción de la Historia”, merecido después de tanto batallar en el campo de la defensa del patrimonio documental y la conservación de las fuentes para la historia del país.

El Perú y los católicos le deben a la historiadora Laura Gutiérrez el haber logrado conservar la antigua documentación generada por el Arzobispado de Lima, arzobispado que alguna vez tuvo jurisdicción eclesiástica desde Panamá hasta Potosí; tan importante como la iglesia misma al realizar los registros de los bautismos, casamientos y defunciones, se convirtió en la memoria histórica de Lima hasta la creación de la oficina de Registros Civiles; el tener hoy un archivo moderno, con muchas de sus series documentales completamente catalogadas, a pesar de las limitaciones presupuestales y de las contingencias del tiempo, contingencias que supo administrar y el AAL es hoy lo que es gracias al incansable trabajo de Laura y su equipo.

Por todo eso y más, gracias Laura.

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