Opinión

Trujillo: El desprecio por el libro y la lectura

Por Augusto Rubio Acosta

Escritor y gestor cultural

Trujillo: El desprecio por el libro y la lecturaFoto: News Trujillo

La reciente aprobación y lanzamiento de la Política Nacional de Lectura, el Libro y las Bibliotecas al 2030, documento que -bajo los parámetros de la oficialidad institucional- deberá constituir el principal instrumento de orientación estratégica en materia de promoción y acceso al libro y la lectura, ha sido recibida con escepticismo -y en algunos casos hasta con incredulidad- por quienes forman parte de la cadena del libro en esta parte del país.

Si bien es cierto se trata una valiosa iniciativa alcanzada tras varios años de trabajo con quienes forman parte del sector, Trujillo es una ciudad que en los últimos años ha visto aumentar exponencialmente las brechas de acceso al libro y al hábito de leer, así como desarrollarse un lento y progresivo deterioro de la cadena que produce y sostiene su incipiente industria editorial. Las razones para que esto haya ocurrido son diversas, pero descansan -sobremanera- en la anomia existente y en la desidia e incapacidad de autoridades políticas y funcionarios gubernamentales de todos los niveles en el sector vinculado al libro y la lectura.

Trujillo, que hasta hace algunos años tenía una Feria Internacional del Libro de carácter relevante e independiente, inclusiva y diversa, ha visto desaparecer su más potente espacio cultural sin que se haya registrado mayor respuesta de una ciudadanía -se supone- preocupada por el sentido y el bien común. Lo mismo ha sucedido con el Fondo Editorial Municipal [FEM], creado en 2016; su desactivación ha impedido la publicación y circulación masiva de libros de autores regionales que, en su mejor momento, llegaron a las bibliotecas de los pueblos y ciudades más olvidadas de la geografía liberteña. El traslado de la histórica sede de la Biblioteca Municipal a los ambientes interiores de una piscina, es otro de los mayúsculos y deplorables despropósitos de una gestión edil que no ha destinado un sol del presupuesto público al libro y la lectura, porque evidentemente desprecia el sector, porque lo considera irrelevante, así como al desarrollo de las artes y humanidades.

Más allá de la parálisis y el evidente retroceso en el sector, ¿cómo conectamos y/o aterrizamos en propuestas concretos y factibles la Política Nacional del Libro recientemente aprobada, con la urgencia de atender el drama del libro y el acto de leer en esta parte del país? Según Rosa Benites, extitular de la gerencia de Educación, Cultura, Juventud y Deportes de la Municipalidad Provincial de Trujillo, el objetivo es claro: "establecer una ruta de trabajo para la elaboración y toma de decisiones en políticas, programas y proyectos que permitan a la población acceder al libro, imaginando y dilucidando la realidad a través de él". Para ello, sin embargo, es necesario implementar mecanismos de diálogo entre el Estado y los involucrados, espacios de integración hasta ahora inexistentes. Según Benites, la grave realidad del libro en Trujillo "es consecuencia de la inacción y de la invisibilización de este rubro por parte de quienes son responsables de trabajar por su reforzamiento y ponerla al alcance de la población. En esa desatención de traduce el desconocimiento sobre un campo que involucra, además de la revitalización de nuestra identidad y memoria, el desarrollo de nuestra economía, así como las mejoras y avances de nuestra sociedad".

El diálogo y el trabajo conjunto debe abrirse paso, entonces, para asegurar las condiciones de acceso de la población a espacios y materiales de lectura, a lineamientos y servicios adecuados. El Ministerio de Cultura tiene la palabra. El desarrollo sostenible de la producción y circulación bibliodiversa en Trujillo y la región La Libertad, debe estar en manos de sus auténticos protagonistas, de quienes integran la cadena del libro, en interacción y trabajo colaborativo con quienes representan al Estado en los distintos estamentos de la función pública; ésto último es clave y ha generado el rostro del drama que actualmente vivimos, el problema del limitado ejercicio del derecho a la lectura de los ciudadanos necesita una solución urgente.