Opinión

Torres, peones enemigos y un jaque que aún no es mate

Por Pablo Najarro Carnero

Teólogo y docente

Torres, peones enemigos y un jaque que aún no es mateFoto: PCM

Desde su aparición en la vida pública, primero defendiendo al presidente Castillo, quizá como paisano haciendo espíritu de cuerpo con el coterráneo, después a su lado, asumiendo un ministerio acorde a su capacidad, Torres tuvo un comienzo fulgurante. Apelando a su retórica de jurisconsulto y maestro universitario, fulminaba con ironía y lógica contundente a quien se ponía a su paso. Políticos y periodistas fueron los primeros en caer a su inflexible argumentación. Se daba las ínfulas de llamar “muchachitos” a quienes argumentaban osadamente enfrentarlo usando su lógica primaria.

Era, y digo era, un escudero de polendas. El congreso con sus mafiosos dentro, se fue contra todos los elegidos del presidente en algún puesto, para destrozarlos por sus flancos más débiles y hacerlos renunciar a los cargos asignados. Con él no había manera.

Con el tiempo, sus catilinarias fueron temidas. Evitadas por la prensa mercenaria de la derecha política del país. Periodista que osó ponérsele enfrente no quedaba bien.

Quizá las mieles del poder o su autosuficiencia de abogado – con doctorado para más señas – con el tiempo le están haciendo caer de manera ignominiosa frente a quienes cayeron bajo su inflexible férula.

Últimamente ha tenido unos desatinos gruesos al poner ejemplos erróneos sobre un personaje por demás fuera de lugar. Para más, incide en su argumento y peor, refuerza.

Sus intervenciones verbales últimamente le hacen un flaco favor al presidente Castillo. La rancia oposición congresal de la mano de su prensa, no ha desperdiciado las fisuras del incólume Torres para hacer de esos retazos de desatino y convertirlos en errores crasos a los ojos nublados de nuestro ciudadano de a pie.

La lección para quienes quieran hacer política partidaria es evidente y conocida en los corrillos de los partidos. Es bueno e importante sí, tener intelectuales de polendas en las filas del partido, no sólo como adherentes, mejor como militantes, pero sin formación política llegará un momento, como el caso de Torres, que caerán por su fogosidad o ingenuidad.

Peor aún, su capacidad profesional se verá manchada a posteriori, por los deslices verbales durante su paso efímero en la función pública.

También, le hará daño al partido. Tener en un momento a un alfil poderoso defendiendo al rey, para luego por esos minutos infortunados, hacerle perder imagen causa un daño extremo.

Claro que, quienes están en posición de ataque no les preocupa los horrores o exabruptos políticos. Podemos ver en nuestro desprestigiado Congreso a muchos, entre los de solar conocido o sin blasón decir cada desaguisado calamitoso, aunque sabiendo de que partido son, no es de extrañar.

Castillo, también lo es en su posición. Se esperaba, dada su formación como maestro y su experiencia como dirigente gremial – y horror no político – le dieran capacidad para gobernar. Pero le quedó grande el cargo, como su sombrero. Son pocos los escaques que maneja Castillo para su defensa en este ajedrez político. Su reina parece que se ha refugiado en un enroque largo. La única torre que es Aníbal Torres, es blanco del asedio inesperado. Ni alfiles ni caballos. Quizá le quede hacer tablas para tener una derrota honrosa y volver a su plaza docente en la lejana Cajamarca. Lo que se ve es que entre peones y ataque de caballos enemigos le pueden dar un mate, que jaqueado ya está. Para su desgracia, tontamente o por mano ajena (¿Cerrón?) se deshizo de los buenos cuadros políticos y profesionales que le brindó Nuevo Perú.

La jugada de proponer un referéndum en las próximas elecciones, ha sido una carta muy afortunada – felicitaciones al que se la propuso – que le puede dar largo aliento en la capital, si la sabe defender a costa de la oposición, por suerte también débil, pero que tiene peones en exceso para flanquearlo, depende del presidente saber jugar ésta carta oportuna para darse un respiro a la espera de un octubre morado, y por tanto milagroso.