Opinión

Rosa Arciniega y su crítica a la modernolatría en Mosko-Strom

Por Andrea Cabel
Rosa Arciniega y su crítica a la modernolatría en Mosko-StromComposición: CASAMÉRICA

Rosa Arciniega (1909-1999) nació en Lima, Perú; no obstante, en su vida tuvo un continuo de viajes. De ahí que viviera en diversas ciudades de España (1928-1936), en Santiago de Chile y Buenos Aires, donde falleció. Arciniega fue una reconocida autora de cuentos (un gran grupo de ellos están reunidos en Playa de vidas, 1940) y novelas tales como Jaque-Mate (1931), Engranajes (1931), y la tercera que escribió y que nos ocupa: Mosko-Strom (1933). Luego, publicó Vidas de celuloide. La novela de Hollywood, mientras, a la par escribía y publicaba artículos periodísticos en varias revistas españolas. No obstante, toda esta producción, Arciniega publicó –el mismo año que Mosko-Strom–, un drama radiofónico y posteriormente, biografías noveladas de conquistadores, como Pizarro (1936) y biografías “líricas”, como la que escribió sobre Beethoven, Schubert y Chopin (1937). Además de escribir esta variedad importante de géneros, y de hacerlos todos con una gran calidad, ella volaba aviones. De hecho, los paseaba tanto en Lima como en Valencia. Con toda esta producción y, además, con el hecho de haber sido parte del grupo de uno de los pensadores más importantes del Perú, me refiero a José Carlos Mariátegui, el nombre y las obras de Arciniega deberían ser de estudio y conocimiento obligatorio en el Perú. No obstante, no es sino hasta esta reedición de Mosko-Strom (2019) que una gran cantidad de estudiosos y escritores peruanos hemos conocido a Arciniega.

Mosko-Strom es una novela escrita con un lenguaje altamente poético, figurativo, y en ello, visual. Esto es notorio desde el título, en el que alude al fenómeno natural llamado “Maelstrom”, un gigantesco torbellino de “cónicos pezones acuáticos” que jala a su centro cualquier ser u objeto flotante y que destruye todo a su paso. Arciniega lo llama “terrible vórtice”, “pulpo monstruoso de enormes tentáculos”, es decir, utiliza metáforas para mostrar una clara crítica a la modernolatría, y a sus nuevos valores, entre ellos, la ambición económica. Esta modernidad avasallante está representada por la ciudad “Cosmopolis”. La misma que por su etimología, es dos veces espacial, digamos, dos veces excesiva. Su importancia en la obra es tal, que es esta la que aparece en la portada de la edición. Como es notorio, aparece una ciudad enteramente habitada por edificios, no por personas. Este paisaje artificial de la portada nos habla de un vivir mecánico que aleja a los seres humanos de su humanidad.

La trama principal gira entorno a la invención de un carburador que sea altamente efectivo. El ingeniero a cargo, Max Walker, es el modelo del selfmade-man que representa en su máxima expresión la esencia del capitalismo y del amor a las máquinas y a la exactitud matemática de estas. Así, aunque descubre cómo domesticar ese plano con un carburador imposible, es su divorcio lo que lo humaniza y le permite sentir la soledad que acompaña el aparente éxito de su descubrimiento. Después de todo, para hacer esa máquina, él tuvo que “maquinizarse”. En esta línea sugiero dos tipos de personajes. De un lado, los simbólicos (entre ellos, el tiempo, la ciudad, la técnica, la masa de obreros idiotizados), y de otro, los tradicionales, entre ellos Max y sus amigos, “los íntimos”. Estos, son emblemas de la modernidad (banqueros, dueños de empresas y fábricas), su única excepción es Jackie, un médico que reniega de la acumulación del capital. Los íntimos suelen reunirse a pesar de los años por la convocatoria del profesor Stanley. Un idealista que muere al final de la obra al no calzar en una sociedad que tiene otros valores. En general, todos los personajes están muy bien construidos puesto que sienten y expresan la médula de la humanidad: las contradicciones. No obstante, los únicos personajes planos que no despuntan particularmente, son las mujeres. Así, contradiciendo el gesto escritural y la vida misma de Arciniega, ellas son dependientes, sumisas, vacías. Aun así, lejos de cuestionar la calidad de la novela, esto nos permite repensar la idea de una vanguardia, por ejemplo, verdaderamente transgresora. Consideramos entonces, que es necesario leerla buscando más preguntas que respuestas, puesto que de eso se trató tanto la escritura, como la vida de Arciniega.