Opinión

¿Quiénes ganan con 'ayudita'?

Por Alicia del Águila

Socióloga, doctora en Ciencias Sociales con mención en Historia. Docente de la Pontificia Universidad Católica del Perú

Hace unos días (20.05.2015) salió publicado en El Comercio un artículo titulado “Con ayudita no vale”, de Yesenia Álvarez, en contra de las cuotas de género. El argumento es que de esa manera, las mujeres son elegidas “con ayudita”, lo que, además de ser injusto, constituiría una “afrenta” a ellas mismas.

Lo primero que puedo decir es que estoy de acuerdo con que “con ayudita no vale”. Pues “con ayudita” los hombres compiten con las mujeres, en condiciones objetivamente más beneficiosas. Es decir, no solamente por gracia de sus virtudes ganan elecciones. Según investigaciones realizadas por IDEA Internacional, Transparencia y la Defensoría del Pueblo, hay suficiente evidencia que muestra esas “ayuditas” a favor de los hombres en el Perú.

En nuestro país, en tiempos electorales, los hombres reciben, en promedio, bastante más cobertura mediática que las mujeres; los hombres gastan mucho más dinero que las mujeres en campañas electorales; la mayoría de cabezas de lista son hombres, puestos ahí por cúpulas, casi exclusivamente compuestas por hombres. Y, como si fuera poco, los hombres disponen de mayor tiempo libre para la política, pues se hacen menos responsables de las tareas del hogar. Y también es evidente que persiste una cultura machista que juega, y mucho, en contra. El doble rasero –otra “ayudita”- hace que las mujeres sean juzgadas de manera contraria a los hombres, respecto de sus vidas privadas y sus desempeños públicos. Por eso, aunque muchas lo intentan, son pocas las que se quedan en la política. La política sigue siendo un espacio masculinizado, por lo que un “hombre público” y una “mujer pública” siguen teniendo sentidos muy opuestos, y ello no es casual. En suma, el piso no está parejo y la “ayudita” no es precisamente a favor de las mujeres.

Evidencia cuantitativa, por si quedaran dudas: En promedio, cada hombre gastó 4.5 veces más que cada mujer, en las elecciones del año 2006[^1]. En las del 2011, cuando el 34% de los candidatos al Congreso eran mujeres, fueron los hombres los que tuvieron, en promedio, mayor cobertura mediática: el 80.2% en medio impreso, el 79.1% en radio y el 67.7% en TV[^2]. Además, según la Encuesta de Uso del Tiempo, elaborada por el MIMP (2011), en promedio, las mujeres trabajan nueve horas y 22 minutos más que los hombres cada semana (debido a la doble carga laboral).

Pero, más allá de las razones de justicia para incorporar a la mitad de la población en los espacios de toma de decisiones, está otra muy importante: El país gana con ello. Gana en la complementariedad de perspectivas en los debates políticos. Y, en materia de políticas públicas, la incorporación de la perspectiva de género ha traído también varios beneficios.

Por otro lado, no intervenir para afrontar ninguna desigualdad (para no “discriminar”) y se dejar el asunto a los efectos de la “igualdad ante la ley y la cultura de inclusión” no es una actitud sostenida por casi ningún Estado democrático moderno.

Además, la idea que la promoción de una mayor presencia femenina en los puestos de toma de decisiones es importante para la democracia y el desarrollo del país es un consenso mundial. No es una ocurrencia, es un compromiso de Estado el tratar de alcanzar una “masa crítica” de mujeres en cargos públicos, pues el Perú y otros 188 países aprobaron la Declaración y Plataforma de la IV Conferencia sobre la Mujer, en Beijing (1995), así como otros instrumentos internacionales.

¿Qué las cuotas son una “trampa” o falso “curanderismo”? Nada más erróneo. Me remito a las cifras: Sobre todo gracias a las cuotas de género, que ya se aplican en 118 países, el porcentaje de mujeres en los parlamentos ha aumentado de 15% a 21%, entre 2003 y 2013. En las Américas, el incremento fue de 18.4% a 24.8%[^3]. La realidad nos dice que no hay razón para “perder la confianza en este tipo de medidas”. Por el contrario. Que el Perú haya retrocedido, tiene que ver con varias razones, en otras, el sistema político y electoral. Por eso, es evidente que hay que replantearse los mecanismos para que nos acerquemos a una presencia balanceada de hombres y mujeres en espacios de decisión política. Ciertamente, a la par, hay que trabajar por reducir las brechas de género en las demás áreas de la vida social. Sobre la alternancia u otros mecanismos específicos, cabe un análisis técnico, que merece un artículo aparte. Sólo adelanto un comentario al artículo de Álvarez: Es errado decir que la alternancia “cuestiona lo que el pueblo elegirá: los resultados”. La alternancia planteada se aplicaría sobre listas de candidatos y difícilmente se traduciría en un resultado de estricta paridad, entre otras razones (pero no solamente), porque tenemos un sistema de listas no bloqueadas (voto preferencial) y, es de esperar, los hombres seguirán acaparando el primer lugar en ellas (el más elegido).

Como corolario: Debatamos con evidencia y con información adecuada sobre qué son, cómo funcionan y qué impacto tienen mecanismos como las cuotas.

[1^]: La igualdad esquiva. Una mirada de género a las elecciones generales 2006. Lima, IDEA Internacional, Transparencia, 2007.

[2^]: Igualdad, ¿para cuándo? Género y elecciones peruanas 20010-2011. Lima, IDEA Internacional, 2012.

[3^]: Atlas of Electoral Gender Quotas. Stockholm, International IDEA, Inter-Parliamentary Union, Stockholm University, 2013.