Opinión

Perú: utopía y primera infancia

Por Augusto Rubio Acosta

Escritor y gestor cultural

Perú: utopía y primera infanciaFoto: Facebook Pronoei "Niños Felices" Chimbote

En sociedades manipuladoras de la memoria, como la nuestra, la idea de que todo está empezando ahora y el pasado no cuenta, es lo que se impone o pretende imponer. En un país como este, donde el desprecio por otras sabidurías y culturas parte de que el único conocimiento válido es el científico (ergo, el poseedor de conocimiento detenta el poder, porque el conocimiento es poder y el conocimiento más válido corresponde al poder más fuerte), el compromiso con un auténtico desarrollo de parte de las autoridades, instituciones, líderes políticos, pero también de los ciudadanos, está en extinción o prácticamente no existe.

Si hablamos de asuntos verdaderamente prioritarios para el desarrollo de nuestra sociedad, tendríamos que volcar la mirada hacia nuestras niñas y niños, hacia el origen de todo; comprometernos en el esfuerzo de que alcancen su pleno potencial, asegurando para ello que desde la primera infancia reciban en cantidad y calidad suficiente, protección, cuidado, afecto, alimentación, salud, estimulación y oportunidades de aprendizaje. Los derechos del niño en el Perú, sin embargo, al ser vulnerados, ignorados o el no poder ser ejercidos a cabalidad, constituyen una de nuestras grandes miserias. Un enorme porcentaje de niños peruanos carece de acceso a los derechos más elementales como la educación y la salud, constituyendo el sector poblacional más vulnerable y donde se registran más desigualdades.

Esta semana en Chimbote, dialogando con maestras, madres de familia, activistas y pobladores de cuatro sectores de los distritos de la provincia del Santa, donde funcionan 170 Programas No Escolarizados de Educación Inicial (Pronoei), el clamor por presupuestos dignos de parte del Ministerio de Educación y por una infraestructura física adecuada donde puedan trabajar, desbordó el conocimiento que teníamos alrededor de la crítica realidad en la que se encuentran.

"Sólo en el distrito de Chimbote funcionan 32 Pronoei, divididos en cuatro sectores. Trabajamos con niñas y niños de la primera infancia, de las zonas rurales y urbano marginales más olvidadas y empobrecidas. Activamos los vínculos con la comunidad, gestionamos un voluntariado con promotoras que permite hacer funcionar espacios de enseñanza y acompañamiento; somos una alternativa para la niñez que no tiene acceso a una educación formal. Solicitamos presupuestos dignos, no es posible que tengamos que improvisar aulas de clase en casas prestadas y maltrechas, que tengamos que pagar el consumo de agua y la luz de nuestros bolsillos, no es justo que los materiales de trabajo sean insuficientes y que nuestras promotoras laboren a cambio de propinas. Nosotras cubrimos el lado emocional de niños que viven en contextos de violencia y desamparo; ni siquiera los dirigentes vecinales se dignan en cedernos, por unas horas, el uso libre y gratuito de los locales comunales para poder dictar clases. Es inhumano el descuido del Estado hacia nuestra niñez", manifestaron indignadas maestras de Pronoei a la hora de decir las cosas.

La problemática de la primera infancia, sin embargo, va más allá de lo que ocurre en los barrios pobres de todas las ciudades del país. El Estado no ha invertido nunca adecuadamente en el desarrollo integral de la primera infancia, nuestros niñas y niños no necesariamente son registrados inmediatamente a su nacimiento, no reciben una alimentación adecuada ni son vacunados convenientemente, muchas veces tampoco se les descarta o detecta a tiempo alguna discapacidad. Que los niños participen en programas de desarrollo infantil, que sus madres, padres y cuidadores participen en programas de buenas prácticas de crianza, que crezcan y se desarrollen en entornos libres de violencia, es una utopía en un país que históricamente ha vivido de espaldas a la verdadera transformación social que empieza con una educación de calidad desde los más jóvenes y vulnerables.

Con el proceso electoral en camino, con la vergonzosa y triste realidad de nuestra clase política y de quienes postulan a los cargos públicos, hablar de la suscripción de una especie de pacto por la primera infancia en el Perú puede sonar descabellado. Es necesario, sin embargo, impulsar propuestas en ese sentido, desarrollar las mismas y llevarlas a la acción desde nuestros pequeños espacios y esfuerzos. El compromiso de gobernantes, candidatos y ciudadanía respecto al tema es una necesidad. Transformar lo que tenemos por una vida plena y saludable es la utopía hacia la que debemos avanzar.