Opinión

Pedro Castillo, al fin un equipo de gobierno

Por Carlos Reyna

Sociólogo

Pedro Castillo, al fin un equipo de gobiernoFoto: Presidencia de la República

Son varias las razones que llevaron a Pedro Castillo a pedir la renuncia de Guido Bellido al premierato. También a asumir las consecuencias del distanciamiento con el jefe de Bellido, Vladimir Cerrón, por ejemplo, el riesgo de perder una decena o más de los votos que podrían defenderlo en el caso de un intento de vacancia.

La discrepancia de fondo con Vladimir Cerrón

De todas esas razones, hay una que quizás ha sido la determinante y es la discrepancia en torno a esta cuestión: ¿a quién le corresponde gobernar, a él como Presidente, o a Perú Libre, como partido que lo presentó como candidato? Esta cuestión va de la mano con otra ¿Quién ganó las elecciones realmente, Pedro Castillo o Perú Libre?

Ha sido y es notorio que Cerrón, y todo su grupo, piensan que es su partido el que ganó las elecciones y que es a ellos a quienes les corresponde gobernar. Esa creencia quedó clara apenas unos días después de realizada la segunda vuelta, cuando Cerrón proclamó que era la línea del partido la que debería aplicar el Presidente y, si no fuera así, el propio partido, o sea él, le harían los correctivos del caso.

¿Fue Peru Libre determinante para que Castillo fuese Presidente?

Esa idea no se constata con los hechos. Perú Libre, como partido, ha sido muy importante porque fue la organización que lo presentó como candidato, fue su principal soporte de campaña y su bancada podría ser su principal defensa en un Congreso en donde la mayoría no era amigable con el Presidente.

Sin embargo, al partido de Cerrón, tal como era al comenzar la campaña de 2021, no le hubiera alcanzado para ser un factor determinante en el triunfo de Pedro Castillo. Sus antecedentes electorales lo mostraban focalizado solo en Junín, donde ganó las elecciones regionales de 2010, pero no pudo reelegirse en el 2014. Luego, en las elecciones generales de 2016, alcanzó a inscribirse, con Cerrón como candidato presidencial, pero se retiró faltando dos semanas para el día de la votación. ¿Por qué? Muy probablemente porque vio que no tenía mayor chance.

En 2018, Cerrón volvió a ganar el gobierno regional de Junín, pero aún estaba lejos de ser una fuerza nacional. Ese año solo participó en apenas 8 de las 25 regiones del país. Fuera de Junín solo tuvo un resultado digno de consideración en Madre de Dios, en donde quedó en quinto lugar con el 8% de los votos. En las otras seis regiones en donde participó, su promedio de votos válidos fue menos de 1%.

En esas elecciones regionales de 2018, Perú Libre no tuvo participación en la mayoría de las regiones del Sur, tales como Huancavelica, Apurímac, Cusco, Puno y Tacna. Las regiones del Sur en las que si participó, sin considerar a Madre de Dios, fueron Arequipa, Ayacucho, Ica y Moquegua. En éstas, sus resultados fueron muy pobres. Obtuvo menos del 1 % de votos en promedio. Este dato es importante porque las regiones del Sur fueron los bastiones electorales de Pedro Castillo en 2021.

De modo que poco antes de comenzar las campañas electorales de 2021, Perú Libre seguía siendo un partido pequeño, sin implantación nacional, sin cuadros con arraigo social o electoral y con un líder tampoco muy conocido fuera de su región. Su fuerza continuaba focalizada en Junín. Así es que, si solo hubiera dependido de la fortaleza de Perú Libre, Pedro Castillo nunca hubiera ganado la Presidencia de la República.

¿Era o es Perú Libre el partido gobernante?

Aún si Perú Libre hubiera sido el coloso electoral que le puso la banda presidencial ante Castillo, tampoco les hubiera correspondido gobernar. En esta pretensión hay irrealidad y desconocimiento. En parte, eso se debe al apetito de poder y de protagonismo que caracteriza al buen Vladimir y que contagia a su fiel Guido. Y en parte se debe a la ambigüedad que marca a nuestra escena democrática, en donde a veces los partidos parecen ser los protagonistas decisivos, y otras veces quienes parecen serlo son las personas que encabezan los poderes del Estado. Comencemos por esta confusión.

Como se sabe, nadie postula a Presidente ni a ser congresista si no se afilia a un partido político. Las alianzas para elecciones generales solo pueden ser entre partidos políticos. Los candidatos postulan en nombre de los partidos. Además estos son los únicos que pueden recibir financiamiento público directo. El habla popular o periodística también suele referirse al ´gobierno del partido tal´ y a tal partido como ´partido gobernante´. De hecho muchos denominan a democracias como la nuestra como una ´democracia de partidos´. Y el Perú es uno de los países en donde más privilegios y exclusividades tienen los partidos.

Pero, por otro lado, no son muchos los que se han percatado que quien recibe la atribución, las responsabilidades y las funciones de gobernar es el Presidente. La Constitución de 1993, y las anteriores, al momento en que se refieren a dichas responsabilidades y funciones, las depositan en manos del Presidente. Para nada mencionan al Partido por el cual este fue candidato.

Como para acentuar la separación entre el Presidente y su partido desde que asume el mando, la Carta proclama que el Presidente “personifica la Nación”. Eso es algo que, por supuesto, jamás podrá ser el partido que lo propuso pues, por definición, encarna solo a una parte de la nación. En la propia ley de partidos políticos, que establece su definición, fines y objetivos, no se les otorga nada que los acerque a la función de gobernar.

El único grupo de personas con el cual el Presidente comparte la responsabilidad de gobernar y, en cierto modo, le pone límites a su discrecionalidad es el Gabinete de Ministros. Allí pueden haber representantes del partido que propuso al Presidente así como de otros partidos, pero desde el momento en que se ponen el fajín pasan a ser ministros del Presidente, no de sus partidos. Incluso pueden inmolarse por el Presidente. Todo esto es lo que hace precisamente, de nuestra democracia y de la de nuestros países vecinos, unas democracias presidencialistas.

Esa antigua característica presidencialista de nuestro régimen político es algo que Cerrón y los suyos se han negado a ver y reconocer. Pero no solo por la ambigüedad de nuestra cultura política, a veces partidista y a veces presidencialista, sino por la gula de poder de Cerrón y Bellido. Eso les hizo perder no solo sentido de realidad sino también de lealtad con quien fue su candidato. Colmaron la vasta paciencia de Castillo, y este tuvo que mostrar quien gobierna realmente. Refutó, de paso, a los que se han pasado muchos meses diciendo que era solo un peón de Don Vladimir.

Total, ¿a quién se debe el gobierno de Pedro Castillo?

Nos faltó precisar quién fue determinante para que Castillo llegara a gobernar. Pues tampoco ha sido él. Era de hecho un candidato con pocos recursos como líder, como orador y como propagandista de ideas fuerza. En su desempeño hubo más tropiezos que aciertos. Si ganó ha sido porque, sobre el perfil básico de su trayectoria personal y su tipo social de profe rural, millones de electores del mundo popular y regional construyeron al candidato extra sistema al que podían entregarle, en medio de la catástrofe pandémica, el apoyo que le negaban a todos los demás. De modo que, si a algún colectivo le debe la presidencia Pedro Castillo es a quienes votaron por él. Aquellos y aquellas tienen rasgos de pobres, provincianos, mujeres, indígenas, vulnerables, excluidos de muchas cosas, y con ciudadanía solo parcialmente reconocida. A ellos y a ellas les debe la más importante de sus lealtades. Ahora que ya tiene un equipo que se puede considerar propio, es de esperar que comience a saldar esa deuda.

.