Opinión

Participación con democracia: ¿Dónde se sitúa la acción colectiva en la planificación urbana de hoy?

Por Daniela Perleche

Bachiller en arquitectura, investigadora principal en URBES LAB – Centro de investigación en teoría urbana y territorial.

Participación con democracia: ¿Dónde se sitúa la acción colectiva en la planificación urbana de hoy?Foto: Luisenrique | Noticias SER

Dentro de la coyuntura electoral, pese a las diferentes posiciones políticas, una de las consignas que deja este proceso es que nuestro rol ciudadano no solo se ejerce mediante el voto, sino a través de nuestra participación efectiva en asuntos de injerencia colectiva. Si bien en el debate público hay temas de interés colectivo recurrentes como la educación, la salud o la eliminación de la corrupción, cuando hablamos del crecimiento de la ciudad o el desarrollo urbano el debate se reduce a un pequeño grupo de interesados -activistas, académicos y profesionales- a pesar de la repercusión que tienen estos temas en nuestra vida cotidiana. El debate en el sur global empezó cuestionando el rol de la participación ciudadana como elemento central dentro de los procesos de planificación urbana (Frediani & Cociña, 2019). Ante este panorama, surge la siguiente pregunta: ¿por qué es importante nuestra participación activa en la construcción de la ciudad?

Uno de los problemas cruciales en el enfoque de la planificación urbana en el Perú, sigue siendo el no considerar las visiones de las organizaciones y actores locales en los procesos de planificación, ni en los diagnósticos de las problemáticas de la ciudad. Si bien existe la intención de involucrar a la población en el desarrollo de los planes urbanos mediante la consulta pública, este mecanismo es sólo informativo y sin una participación efectiva en la toma de decisiones, lo que conlleva a que la visión de los planificadores y los tomadores de decisiones esté sesgada por su formación técnica. Planteamientos de este tipo pueden devenir en soluciones que impongan una única idea de desarrollo, beneficiando solo a ciertos grupos; mientras que para otros puede significar graves pérdidas y desventajas a nivel material y social. Un ejemplo de esto, son los proyectos de regeneración urbana que, aparentemente positivos, significan para muchos el tener que abandonar su barrio debido al incremento del precio de los alquileres de vivienda o el aumento en el costo de vida. Este tipo de aproximaciones desconoce a la planificación urbana como un proceso político, donde el rol de los planificadores es el comprender las relaciones de poder y las desigualdades entre actores con el fin de regular el campo para que los intereses de unos no pesen más que el de otros. Es así como, sin una participación ciudadana activa, se corre el riesgo de homogeneizar a la población sin entender o reconocer las desigualdades entre un sector de la población y otro, ni poner en valor aquel conocimiento que viene de la experiencia cotidiana, imponiendo una visión de ciudad alineada a lo que los tecnicismos exigen, pero que, en la práctica, no será efectiva para construir ciudades más justas.

Por otro lado, ya que la planificación urbana es una actividad netamente técnica y primordialmente busca la valorización económica de las áreas urbanas, los sectores marginados de los procesos de planificación tienden a resolver sus problemas bajo su propia visión de planificación mediante la organización barrial y la autogestión. La autoconstrucción de vivienda es un ejemplo de cómo las organizaciones sociales planificaron su hábitat ante la ausencia del Estado. Con aciertos y desaciertos, existe una potencialidad organizativa que no está siendo valorada desde los mecanismos de planificación urbana tradicional. En un escenario donde no se toman en cuenta estos procesos efectivos de autogestión, se generan proyectos fragmentados que podrían estar legitimados y enmarcados en un plan urbano asociado a un presupuesto estatal. De igual forma al reconocerlas se lograría una correspondencia entre la representatividad social y organización espacial, generando mayor facilidad para gestionar el territorio de manera efectiva, articulando así las organizaciones sociales a nivel barrial y las agencias locales.

Finalmente, otro aspecto importante por el cual considerar a la participación ciudadana como elemento central dentro de la planificación urbana es que ayuda a que lo planteado pueda sostenerse y concretarse en el tiempo. En la actualidad, el desarrollo urbano es guiado por los intereses privados, ignorando o condicionando muchas veces lo propuesto dentro de un plan urbano. Esto se evidencia desde la existencia de asociaciones público-privadas para guiar la ‘planificación’ de la ciudad (Stiglich, 2021), hasta el cambio a dedo de la zonificación de un área para incrementar el valor de esta (Glave, 2016), muchas veces en perjuicio del beneficio colectivo. Bajo ese escenario, el incluir a la ciudadanía significaría una mayor fiscalización. La vigilancia ciudadana implica la existencia de acuerdos y consensos previos que todos estemos dispuestos a defender. Actualmente la propuesta para el Manual de Planes de Desarrollo Urbano contempla mecanismos de sociabilización, así como la conformación de comités de gestión y control. En ese sentido hay una gran oportunidad para asegurar la presencia de organizaciones sociales a nivel barrial y asegurar una fiscalización adecuada.

Definitivamente aún quedan retos por abordar. Pese a la voluntad de algunos profesionales en la ejecución de planes urbanos, los marcos normativos en los que está concebida la práctica de planificación urbana en el país no dan mucho margen de acción. Debido a la envergadura de los planes urbanos, el tiempo y presupuesto limitado para realizar los diagnósticos y propuestas, los procesos participativos se realizan de manera apresurada sin poner sobre la mesa todos los problemas de fondo. A pesar de este panorama, las posibles soluciones ya han sido exploradas y ensayadas mediante la acción y el rol de las organizaciones no gubernamentales. Ejemplo de esto se ven en modelos participativos para la mitigación de riesgos trabajados por el Programa urbano de Desco (García et al., 2015) o la labor de CENCA en San Juan de Lurigancho. Es menester de los funcionarios públicos aprender de las experiencias previas dentro de nuestro país con el fin de incorporarlas y asegurar una participación ciudadana efectiva. La construcción de visiones de ciudad debe ser un trabajo colectivo en el que reinterpretamos nuestra realidad y sostenemos nuestra narrativa de futuro, y para eso es primordial una participación ciudadana efectiva.

Daniela Perleche Ugás: Bachiller en arquitectura, investigadora principal en URBES LAB – Centro de investigación en teoría urbana y territorial.

Bibliografía:

Frediani, A. A., & Cociña, C. (2019). “Participation as Planning”: Strategies from the South to Challenge the Limits of Planning. Built Environment, 45(2), 143–161. https://doi.org/10.2148/benv.45.2.143

García, R., Miyashiro, J., Rubio, D., Santa Cruz, P., & Marces, R. (2015, diciembre 22). Desarrollo o crecimiento urbano en Lima: El caso de los distritos del Sur | programa urbano. https://urbano.org.pe/peru-hoy2015/

Glave, M. (2016). Aciertos y limitaciones de una experiencia de gestión: Tres intentos de reforma en la Municipalidad Metropolitana de Lima. En Instituto de Estudios Peruanos. Instituto de Estudios Peruanos. https://repositorio.iep.org.pe/handle/IEP/980

Stiglich, M. (2021). Unplanning urban transport: Unsolicited urban highways in Lima. Environment and Planning A: Economy and Space, 0308518X211007867. https://doi.org/10.1177/0308518X211007867