Opinión

Nuestro periodismo: más reflexión y menos celebración

Por Victor Liza

Escritor y periodista

Nuestro periodismo: más reflexión y menos celebraciónFoto: Educación en red

Cada 1 de octubre, varios periodistas en redes sociales repiten un lugar común: que el ejercicio de la prensa es una labor abnegada. No suelen considerar la precariedad de las condiciones en las que sus medios de comunicación los mantienen; solo se enfocan en los peligros externos, que siempre estarán allí. Aun así, afirman que lo dan todo, porque su fin es brindar la información al público. “Se sufre, pero se goza”, es el cierre clásico de estas publicaciones.

Aún con la crisis del periodismo peruano, que lleva décadas, esta tendencia auto celebratoria no se detiene. Este año no ha sido la excepción, pese a que importantes diarios de circulación nacional aplicaron la “suspensión perfecta” (léase, despidieron) a cientos de colegas y les redujeron el sueldo a otros tantos, a pesar que Reactiva Perú les brindó apoyo económico para paliar la crisis. Somos el país con más periodistas fallecidos a causa del covid-19 en el mundo, según la propia Asociación Nacional de Periodistas del Perú (ANP) y la Federación Internacional de Periodistas (IFJ, siglas en inglés). Los colegas han sido expuestos por sus medios a realizar coberturas peligrosas en calles y mercados, persiguiendo como si fueran fiscales o policías a quienes salían a la calle a ganarse el día a día; buscando escenas de llanto entre quienes no podían cobrar sus bonos en los bancos. Mártires en nombre del rating televisivo.

En los medios digitales, se llama clickbait. Es la tendencia en la prensa mundial. Así como en la televisión está el “periodismo de declaraciones”, en el que Fulano le dice a Mengano “corrupto” y viceversa; o el “periodismo de conversación” ya conocido; en la web se informa que, según estudios, el coronavirus ahora se transmite por el aire; o difunden noticias de farándula para obtener más likes.

En esto último ha caído el diario La República en su edición web, que difunde “noticias” que despiertan comentarios tan masivos como ofensivos, que no se molestan en controlar, con tal de que el clickbait siga creciendo. Uno de ellos fue informar que Yanira Dávila, conductora de Aprendo en casa, expresó en su cuenta de Twitter que dejaría de ser hincha de Universitario de Deportes, debido a que los barristas de este equipo de fútbol reventaron bombardas durante una medianoche por su aniversario, en plena emergencia sanitaria. Los comentarios contra la comunicadora fueron violentos y misóginos. Dávila culpó al diario del acoso que recibía en las redes a causa de esa nota. Recurrió al Tribunal de Ética del Consejo de la Prensa Peruana (CPP), que declaró fundada su demanda, determinando que este medio de comunicación “podía prever las ofensas y agresiones verbales que podría recibir la señora Dávila a través de las redes sociales” y recomendó “realizar una evaluación permanente sobre la pertinencia de las notas periodísticas a publicar, tomando en cuenta las consideraciones del presente caso y la presente resolución”.

El diario del jirón Camaná acusó el golpe. Denunció en su editorial del 27 de septiembre que “algunas partes de la resolución violan irrenunciables preceptos de la libertad de expresión” y que el Tribunal de Ética de la CPP “introduce la práctica de la censura previa que antes se pretendió imponer a través de la ley mordaza”. “Reivindicamos nuestro derecho a publicar la información que consideramos relevante en la sección y condiciones que libremente decidamos”, concluye el editorial. Esto generó la protesta de sus propios periodistas, quienes rechazaron el editorial y expresaron la necesidad del enfoque de género “en las notas periodísticas que publicamos, porque somos conscientes del impacto que tienen en una sociedad machista que violenta a las mujeres”, y porque esta labor “no es una censura ni atenta contra la libertad de expresión y prensa”.

Es llamativo que en el Perú, un grupo de periodistas se pronuncie contra un editorial de su propio medio. Un antecedente similar ocurrió en Argentina hace cinco años, cuando el diario La Nación de Buenos Aires, de oposición al saliente gobierno de Cristina Fernández, publicó un editorial titulado “No más venganza”, en el que pedía al entonces presidente electo, Mauricio Macri, que cese la prisión contra los condenados por crímenes de lesa humanidad durante la dictadura militar (1976-1983). El mismo día de la aparición del editorial, los periodistas del matutino fundado por Bartolomé Mitre se tomaron una foto en la sala de redacción, con un cartel que rezaba “yo repudio el editorial”, y publicaron un comunicado en el que rechazaban “la lógica que pretende construir el editorial (…) que en nada nos representa”.

A diferencia de La Nación, que tuvo que recular con su editorial, La República se mantiene en sus trece. No defiende su derecho a ejercer su libertad de expresión y prensa, sino su modelo de negocio: el clickbait. Ese modelo de negocio está basado no solo en notas como las que generaron ofensas masivas como las ocurridas contra Dávila, sino la difusión de contenidos anticientíficos y farandulescos. La República tiene aún contenidos en su versión impresa que valen la pena, como las denuncias periodísticas del caso Lava Jato, o de situaciones cotidianas. Pero su edición web es la otra cara de la moneda.

Esto evidencia que la autorregulación de los medios en el Perú es un cuento chino. Se necesita una norma como la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual dictada en Argentina en 2009, que repartía la tercera parte de las licencias de los medios para el Estado, otro tercio para los medios alternativos y el restante para el sector privado. El entonces Relator de Naciones Unidas para la Libertad de Expresión, Frank La Rue, consideró que dicha norma era “lo más avanzado” en materia de telecomunicaciones. “A mayor concentración, menos pluralismo y diversidad, menos democracia”, dijo en una entrevista con Página/12.

Y en cuanto a los periodistas, los colegas de La República han dado el ejemplo. Este tipo de reacciones no debe limitarse a la crítica a una editorial. Implica el rechazo al rating o el clickbait, y la exigencia de mejores condiciones laborales. Se trata de la defensa del ejercicio del periodismo como un oficio que entiende la información como un derecho humano y no como una mercancía. Rechaza la abnegación, que conduce al sálvese quien pueda en el Estado o en una gran compañía privada.

En el periodismo peruano se necesita un proceso de reflexión colectiva sobre estos temas.