Opinión

Ni las disculpas lograrán el perdón

Por Pablo Najarro Carnero

Teólogo y docente

Ni las disculpas lograrán el perdónFoto: Alexander Calcina

Es claro, por su respuesta inmediata y masiva, que Puno tiene un sentimiento interno muy fuerte contra el sistema político que gobierna al país hace mucho tiempo.

Su voto, aunque se diga que tiene “una mayoría analfabeta” y por ello “ignorante políticamente”, siempre apuesta –consciente o inconscientemente- contra quienes considera que son responsables de su olvido ancestral.

Que hubo reacciones desmedidas en la protesta, es innegable. La cólera o resentimiento de décadas de abandono se desbordó.

¿Fue insólita y desmedida la respuesta del gobierno? La historia de Puno tiene muchos hechos que confirman que Lima nunca consideró justas las insurrecciones, levantamientos y protestas que se dieron en el altiplano. Pero sin duda, las palabras humillantes y ofensivas de la presidenta ilegítima contra Puno exacerbaron los ánimos.

Las modernas combis que son comunes en nuestro Puno para viajes interprovinciales, fueron vistas como movilidades proporcionadas por el ex presidente boliviano Evo Morales. Parece que en Lima creen que aquí andamos en combis destartaladas como en Lima.

Que nuestros tenientes gobernadores de comunidades vistieran con ponchos rojos fue vista como una señal indubitable de que eran comunistas. Clara señal del desconocimiento de nuestros símbolos de autoridad ancestral.

Que las comunidades tenían capacidad de autofinanciar su movilización a Lima gracias a su organización y el ayni ancestral, era inconcebible para quienes afirmaban que la protesta estaba financiada por el narcotráfico o la minería ilegal, (que en el sur de Puno no hay).

La estocada final vino de la boca de la presidenta: “Puno no es el Perú”. Concluye con las muertes criminales de 19 puneños. Y hasta ahora se insiste que el policía muerto en el sector Tambopata de Juliaca, fue obra de las manifestaciones, lo cual es ignominioso.

Tanta violencia policial y verbal desde el gobierno y los grandes medios de Lima exacerbaron los ánimos, especialmente en los aimaras. La zona aimara ha tenido respuestas frontales a todo aquello que simbolice o se relacione con el gobierno de Dina Boluarte. Ejemplo, la quema de comisarías como respuesta a las agresiones de sus paisanos en Lima.

Que se haya pretendido, como el caso de los izamientos del pabellón nacional, darle un matiz antipatriótico a la protesta puneña, es un psicosocial para Lima y para quienes no conocen Puno. Lo escuché estando en Lima de boca de muchas personas. Ya se instaló en el colectivo limeño que los puneños no aman al Perú. Eso quería el gobierno y el congreso, generar el odio a los puneños. Lo lograron.

Demás decir entonces que, el manejo de la crisis desde el gobierno de la señora Boluarte, fue erróneo y desproporcionado.

Es tiempo desde Puno, de dar una respuesta a los hechos y de explicar y mostrar esas distorsiones de nuestra identidad o idiosincrasia al Perú, es urgente y necesario, para reiniciar y recuperar los lazos con la capital y el mundo político que ella representa.

Si no se reconocen nuestra identidad. Si Lima, este gobierno y este congreso, no reconoce nuestra identidad quechua y aymara, no habrán puentes de dialogo firmes para una conexión real con Lima y los gobiernos que vengan.

Es claro que Puno levantó la cerviz ante tanto olvido y marginación. Las acciones de respuesta a la protesta mostraron sin lugar a dudas el racismo connatural de la elite política limeña. Todos los organismos internacionales de derechos humanos condenan lo evidente, la respuesta insana y racista de los políticos de Lima.

Hoy como nunca, la frase “la sangre derramada, jamás será olvidada” suena fuerte y con razón. Antes sonaba lejana para la juventud puneña, hoy la entienden. Ni las disculpas, que fueron de la boca para afuera de Boluarte, menos del Congreso que habló con una rabia estólida el mismo libreto, lograrán que olvidemos las muertes.

Si siquiera hubiera de parte del gobierno y del congreso un acto de contrición político, habría puentes para una reconciliación edificante por Puno y el Perú. Pero lo que vemos es la visita del comandante general del Ejército y a los policías entrenando a la vista de todos nuevas formas de represión.

El mensaje el claro, el gobierno de Boluarte y el Congreso, no quieren una solución, quieren la instauración del imperio de la ley a sangre y juego. Puno lo ve y si así van a querer una solución, como dijo un marino congresista “correrá sangre”. ¿Eso quieren? Los aimaras pagarán caro la afrenta.

Quienes nos gobiernan desde Palacio de Gobierno y desde el Congreso, y sus emisarios - formados en maestrías de gobierno o de gestión de conflictos en las universidades particulares de Lima- enviados a Puno, ven a los que protestan como hostiles que hay que combatir. De manera velada lanzan estrategias de comunicación para revertir los mensajes o reclamos justos, para tornarlos en beneficiosos para quienes detentan el poder. No entienden que hacernos ver y sentir como resentidos sociales lograrán el efecto contrario. Una pena.