Opinión

"Mi verdad"

Por Lincoln Onofre

Polítólogo

"Mi verdad"Foto: Alessandro Cinque / REUTERS

(De mentiras a medias y medias verdades)

“Mi verdad” Es la frase que asociábamos a la farándula lorcha cada vez que algún personaje de tv quería quedar bien con el público luego de cometer alguna falta o desliz. Y claro, la historia no era completa, sino aquella parte que le convenía, que le permitía victimizarse, por eso era SU verdad o más bien SU versión.

Pareciera que esta manera de argumentar o disfrazar una realidad, ha pasado al plano político. En la actualidad cada actor, cada poder del Estado, cuenta SU verdad, usa a SUS abogados y con ello trata de quedar bien ante SUS votantes, ante ese público elector.

¿Quién miente? O quizá debamos preguntarnos ¿Quién dice la verdad? Y es que, en este prolongado lío entre los tres poderes del Estado, cada quien usa -como pueda- los mecanismos que la ley les faculta; todos dicen la verdad, sí; la disfrazan; pero no exponen la verdad completa, solo aquella que les interesa en beneficio propio. Así las cosas, medias verdades -o verdades divididas- no ayudan a ver el panorama completo sino aquella que cada poder del Estado quiere que veamos y claro, nosotros, aplaudimos la verdad que los medios de comunicación (nacionales y locales) nos muestran; y de esta, la que nos agrada o alimenta nuestro morbo.

Que desde el Ejecutivo existen claros indicios de corrupción y precarización de las instituciones, qué duda cabe; basta con ver a los prófugos de hoy que antes ordenaban desde palacio o a la sombra de este; o el copamiento del Estado por personas que poco saben de gestión pública y están ahí como cuota de poder tomando decisiones que nos llevan a la crisis. Del mismo modo, a estas alturas, pocos dudarían que el Legislativo ha dejado de velar por los intereses de la sociedad, de este país; su encono tras los resultados electorales (legales y legítimos) ha llegado a límites que solo pueden ser explicados con los disparates de personajes como el congresista Montoya quien sugiere que el presidente Castillo se asile en algún país desde no pueda ser extraditado; sin embargo, no hay una disposición (de tirios y troyanos) para aprobar leyes que contribuyan a la reforma política que se necesita; o al menos, a unas elecciones generales (ejecutivo y legislativo). Además, el brazo de la justicia también se ha politizado con la denuncia constitucional contra el presidente que hiciera Patricia Benavides, fiscal de la nación, a través de verbos condicionales que, en el mejor de los casos y a efectos inmediatos, contribuyen de manera grosera a la aplicación del numeral 2 del artículo 113 de la Constitución Política (incapacidad moral).

Todos ellos usan una parte de la verdad para defenderse, para acusar, para victimizarse, para denunciar; pero no se allanan a la verdad completa. Hacerlo significaría asumir su cuota de (i)responsabilidad y evidenciar los intereses reales que existen detrás del poder.

Y ahí, de colofón, un bolsón de ciudadanos enfrentados defendiendo sus medias verdades, acusando y reclamando la parte de esa justicia que les interesa o que les conviene; pero no la justicia plena ni el bienestar común.

Nuestra política urge no solo de reformas políticas, electorales; también de una sociedad madura y comprometida con la verdad, con la política; una sociedad que mire un horizonte común, instituciones que tomen en serio y procuren la visión del Perú al 2050, al menos aquella que dice: “Somos un país democrático, respetuoso del Estado de derecho y de la institucionalidad…”. Esta visión sucederá solo si todos, ciudadanos, políticos, medios de comunicación, poderes del Estado e instituciones contribuimos en su construcción.