Opinión

Masacre de Ayacucho: un año de dolor e impunidad

Por Lizbeth Quispe

Corresponsal en Ayacucho

Masacre de Ayacucho: un año de dolor e impunidadFotos: Lizbeth Quispe

El 15 de diciembre del 2023 marca el inicio de las actividades conmemorativas desde las primeras horas. Para este día, se había anunciado un paro de 24 horas. Las bodegas, mercados y comercios permanecían cerrados en señal de solidaridad por los caídos, ya que se cumplía un año de la brutal represión emprendida por el ejército peruano en las afueras del Aeropuerto Alfredo Mendívil. Durante las protestas de esa sombría tarde del 15 de diciembre del 2022 en la región cuyo nombre en quechua, significa “el rincón de los muertos”, se registraron 10 fallecidos y 72 heridos.

A las 6:40 de la mañana, el tráfico de vehículos fluye casi con normalidad. Efectivos policiales se distribuyen en varias áreas, desplegando unidades por toda la ciudad para restablecer la circulación vehicular.

Mientras tanto, en la Basílica Catedral de Ayacucho se congregan familiares de las víctimas, los heridos, organizaciones pro derechos humanos y familiares de caídos en Puno y Andahuaylas para la celebración de una misa conmemorativa por los “Mártires de la Democracia” y la salud de los sobrevivientes. Al mismo tiempo, en la iglesia evangélica del jirón 28 de julio, durante la acción de gracia en honor de Josué Sañudo Quispe, uno de los fallecidos, el pastor insta a los presentes a buscar la justicia. “Busca el reino de Dios y su justicia. En este tiempo de conmemoración a la memoria de Josué, nosotros no podemos descansar hasta que haya justicia”, declara el pastor y los feligreses responden con un “Amén” que resuena unánime.

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Al salir de la catedral, los familiares se preparan para emprender la romería. En este escenario, Milagros Samillán, hermana del joven médico asesinado en Juliaca, toma la palabra y manifiesta: “solo pedimos justicia, no queremos nada más. El dinero no nos importa; nos importa la justicia, la igualdad de derechos, la democracia de la que tanto nos hablan, la paz que dicen que vivimos aquí, no es nada cierto. Despierten peruanos, despierten Ayacucho. Llamo a la unidad”, dice junto a sus paisanos que vinieron a acompañar a los familiares ayacuchanos.

La romería da inicio, los deudos se colocan en primera fila, cada uno sostiene la fotografía de sus seres queridos junto a un ramo de flores blancas. Vestidos de negro, avanzan en dirección al lugar de los hechos. A unos metros, flamea una bandera completamente negra. Mientras recorren las calles, se escuchan las arengas: “La sangre derramada, jamás será olvidada”, “15 de diciembre día de masacre”, “cuando un luchador muere, nuca muere”, “¡Justicia, justicia!”, dicen al unísono y entre llantos, los familiares continúan su camino.

Al llegar a la avenida El Ejército, se divisa un vehículo de la Policía Nacional del Perú. Los protestantes gritan “No eran policías, eran asesinos. No eran militares, eran asesinos”. Después de unos minutos, se observa a más efectivos a bordo de vehículos motorizados y el bus de la Unidad de Servicios Especiales (USE) que viene detrás de los marchantes.

“Mi hijo cuando ve a un policía, a un militar es traumatizante para él, para mí también. A toda la familia nos han afectado. Prácticamente con miedo caminamos ya”, mencionaba dos días atrás, Karina Marapi, madre de Alex Ávila Marapi de 20 años, joven herido con un proyectil en el hombro izquierdo.

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Existen pruebas, pero no culpables

Hace 365 días, en medio de la convulsionada situación del país, y la declaratoria de emergencia hecha por el gobierno de Boluarte, los ayacuchanos, indignados por el asesinato de siete personas en Apurímac, la destitución de Pedro Castillo después del Golpe de Estado del 7 de diciembre y la asunción al poder de Dina Boluarte, salieron a protestar.

En horas de la mañana, se movilizaron por las zonas céntricas de la ciudad; sin embargo, más tarde, algunas personas ingresaron al aeropuerto y fueron repelidas por efectivos del Ejército del Perú, quienes, habían sido desplegados para resguardar las entidades públicas. Sin mesura alguna, abrieron fuego contra los manifestantes. Además, helicópteros sobrevolaban la zona y lanzaban gases lacrimógenos directamente hacia ellos. En este acto, los manifestantes desarmados fueron heridos y asesinados.

“Él no ha estado en la protesta, él no ha estado. ¡Justicia para Jhon Henry! Ni 20 minutos ha estado en este lugar para que lo masacren, ni 20 minutos”, grita Yovanna Mendoza al lado de la pequeña capilla erigida en honor a su hermano Jhon Herny Ramos Mendoza Hurancca, quien falleció en la Avenida San Paulo, en la ladera derecha del aeropuerto. “Pero esos malditos desgraciados han hecho una barrera aquí, lo han tenido 17 minutos desangrándose en la cuneta, mientras que los asesinos saltaban por encima de él”, dice en medio del llanto, la vicepresidenta de la Asociación de Familiares de Asesinados y Heridos del 15 de diciembre del 2022 (ASFAH).

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En Ayacucho, diversos medios, instituciones nacionales e internacionales y el equipo fiscal han recopilado evidencias, videos, testimonios que señalan a miembros del ejército como responsables directos de las 10 muertes. Además, las necropsias realizadas a las víctimas evidencian el uso de fusiles Galil.

El día miércoles 13, el medio digital La Encerrona divulgó una indagación sobre el informe del ejército que revela lo que sucedió durante los días de protesta en la región. Según los testimonios de los soldados, oficiales y suboficiales, el capitán Víctor Grados reconoce el uso excesivo de la fuerza y los disparos a quemarropa que realizaron algunos soldados fuera del aeropuerto. Además, sindica al teniente coronel Jimmy Vengoa como el responsable de esa patrulla e incluso la fiscalía acusa a Vengoa como el responsable directo de disparar contra Cristofer Ramos Ayme y José Luis Aguilar Yucra. A pesar de ello, el teniente coronel ha sido sancionado por ‘falta leve’.

Gloria Cano, responsable del Equipo Legal de la Asociación Pro Derechos Humanos (APRODEH), menciona que la carpeta fiscal de Ayacucho es la que tiene más avances en relación a otras regiones. Sin embargo, lamenta que las investigaciones aún sigan en la capital. “En Ayacucho, los tiros tenían como objetivo la muerte, no disuadir, sino matar. Por eso, las heridas son en el pecho, en la cabeza como tentativa de homicidio. Este es uno de los delitos que tienen que ser investigados y ser sancionados”.

Tanto Gloria Cano como Amnistía Internacional reconocen las deficiencias de las carpetas fiscales. “La fiscalía con el equipo especial se han demorado meses. Las evidencias se toman de manera responsable. Hay una serie de deficiencias que estamos encontrando en la carpeta. Esto no puede seguir sucediendo. No a la impunidad”, refiere la representante de Amnistía Internacional Perú.

“Nos mataron, mataron a nuestros familiares, al matar a ellos, a nosotros nos han matado, estamos muertos en vida” expresa Ruth Bárcena, presidenta de la ASFAH, cuestionando la lentitud de las investigaciones. “Muchos de los ayacuchanos que fallecieron brindaron apoyo, estaban ayudando a los compañeros. Edgar Prado Arango, Jhon Henry Mendoza, no salieron a protestar. Cristofer, un niño de 15 años, no salió a protestar. Estuvieron en un lugar equivocado”, menciona en un acto público.

Los informes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y Human Rights Watch (HRW) concluyen que los agentes del Estado han tenido actuaciones represivas y excesivas de las fuerzas en las protestas. Durante el uso indiscriminado de la fuerza letal del ejército peruano, murieron Josué Sañudo Quispe (31), Clemer Fabricio Rojas García (22), Luis Miguel Urbano Sacsara (22), Jhon Hennry Mendoza Huarancca (34), José Luis Aguilar Yucra (20), Raúl García Gallo (35), Edgar Wilfredo Prado Aranfo (52), Leonardo David Ancco Chaca (27), Jhonathan Alrcón Galindo (19) y C.M.R.A (15).

Pedido de justicia en la romería de los caídos

En el acto de romería, los familiares y acompañantes exigen justicia. La primera parada fue en las inmediaciones de la zona arqueológica de Conchopata, ubicada en la ladera izquierda del aeropuerto. Allí, Leornado Ancco recibió un impacto de bala en el torso. Ruth Bárcena su esposa, angustiada, se acercó rápidamente al lugar, se arrodilló, abrazó el retrato y rompió en llanto. En ese punto, se rezó el Padre Nuestro y se pidió por el descanso eterno para Leonardo.

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Mientras esto ocurría, la hija de uno de los difuntos, entre lágrimas, increpaba a los efectivos policiales que se encontraban en la pista del aeropuerto, al otro lado de las vallas. “¿Hasta dónde quieren llegar?, ¿Por qué no nos dejan buscar justicia?”, decía.

Asimismo, se escuchaba el llanto desgarrador de una madre que vociferaba “¡justicia, ¿dónde está?! Estoy llorando”, se oía.

A unos metros de aquel lugar, fueron impactados dos jóvenes, Clemer Rojas y Josúe Sañudo. Para llegar, se tuvo que atravesar un campo de tierra que está cercado con rejas.

Cada uno de los dolientes dejó un ramo de flores blancas en el lugar donde sus familiares fueron abatidos. Los vecinos salen de sus viviendas al escuchar el grito de justicia. “Aquí lo han matado, ahí está la marca de la bala”, decían mientras observaban la pared de ladrillos que está detrás de la pequeña capilla de Josué Sañudo. Sin embargo, a escasos dos metros donde cayó Clemer, se desató un llanto desgarrador: su madre, Nilda García, llora desconsoladamente. En quechua menciona “papito, aquí todavía te han botado. Ya no hablas. Clemer, papito, Clemer, ahora háblame, tu mamá está llorando. A quién me has dejado. Seguramente alguien sin conciencia te habrá matado. ¿Qué diciendo estará sentada esa mujer? No habrá tenido un hijo seguramente. Papito, Dios, no lo puedo soportar. Clemer, papito a dónde has llegado”, sollozaba. Al escuchar este llanto, los acompañantes gritaban ¡Clemer Fabricio Rojas García, presente!

De esta manera, los familiares recorren los demás puntos, haciendo lo mismo: dejan sus ramos en cada lugar. Los dolores se expresan en todos y todos coinciden en el pedido de justicia, exigen que se esclarezcan los hechos y se sancionen a los responsables. No descansarán hasta lograr la justicia.

“Un día van a pagar, desgraciados. Estoy seguro que van a pagar. Mi último aliento va a ser pedir justicia y reírme de esos asesinos que se han reído de nosotros. Mi última palabra será: se hizo justicia. ¡Quiero vivir hasta encontrar justicia para mi hermano, Jhon!”, menciona Yovana antes de regresar a su vivienda, el lugar donde se hace el velatorio a las pertenecías de su hermano por última vez. Porque ya es hora de dejar que las almas descansen en paz, dicen. Porque ya es hora de dejarlos ir y despedirse. Lo propio hacen los demás familiares.

Finalmente, en la noche del viernes, realizaron una vigilia. En el suelo tendieron las wifalas hechas por ellos mismos y colocaron los retablos que han elaborado. Se encendieron las velas negras en honor a los caídos, se entonan nostálgicas melodías y exigieron Justicia.

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