Opinión

Los tres Archivos Arzobispales de Lima que he conocido

Por Nicanor Domínguez

Historiador

Los tres Archivos Arzobispales de Lima que he conocidoFoto: Rocío Quispe-Agnoli

A finales de la década de 1980 visité el Archivo Arzobispal de Lima en busca de documentación sobre la vida rural del valle de Lima en la Época Colonial. Su precario local se ubicaba a espaldas del Palacio Arzobispal, en la segunda cuadra del Jirón Lampa, en pleno Centro de Lima. Para ese entonces conocía bien la Biblioteca Nacional, en la cuarta cuadra de la Avenida Abancay (ahora Biblioteca Pública de Lima), y había empezado a visitar el Archivo General de la Nación, en el primer piso del Palacio de Justicia, con acceso por la puerta lateral del Jirón Manuel Cuadros (donde ahora sigue funcionando la Sección Republicana del AGNP). Pero nada me había preparado para lo que encontré esa primera vez.

Recuerdo una pequeña puerta, un timbre, una estrecha y temblorosa escalera de madera por la que se subía a un segundo piso (en realidad, un entrepiso). Las maderas gastadas, crujientes al peso de los pasos de quienes nos arriesgábamos a ascender hasta allí. Un estrecho mostrador, como el de un bar o de una bodega, donde el encargado del establecimiento pedía que uno se inscribiera en un libro con sus datos, y pidiera los documentos llenando una ficha de papel bulky. Estos valiosos manuscritos se encontraban detrás de una semipuerta de triplay, por la que se podía entrever algo así como un angosto corredor por el que el archivero desaparecía por unos minutos, para reaparecer con un legajo. En esa época el encargado del Archivo Arzobispal de Lima era Mario Ormeño, y su ayudante ya era Melecio Tineo Morón (quien, tras casi 40 años de servicio, sigue fielmente en su puesto).

La luz solar entraba por una alta ventana, pero en días y meses nublados, la luz eléctrica de los focos que colgaban del techo (¿o eran fluorescentes?), lo hacían a uno temer lo peor. ¿No se había incendiado en 1943 la Biblioteca Nacional, a pocas cuadras de allí, por un cortocircuito de las viejas y gastadas conexiones eléctricas de ese otro vetusto local? La precariedad era la norma en este lugar, que hacía que uno se compadeciera de quienes laboraban allí. Porque, al final de cuentas, los investigadores íbamos y veníamos por temporadas, y esos padecimientos y temores nos abandonaban al salir a la calle y volver a casa.

Pero, ¿qué hay de importante en el Archivo Arzobispal limeño? Pues documentos manuscritos sobre todos los santos peruanos, comenzando con Santo Toribio de Mogrovejo (segundo arzobispo de Lima entre 1582-1606), e incluyendo a Santa Rosa de Lima, San Juan Masías y San Martín de Porres. Además de papeles sobre la administración de pueblos y parroquias de un área correspondiente básicamente al Centro del Perú actual, el archivo tiene documentación sobre las diócesis “sufragáneas” que tenían en la sede limeña una “segunda instancia” para todos sus pleitos eclesiásticos. En la Época Colonial era el caso de los obispados de Arequipa, Ayacucho-Huamanga, Cuzco, Trujillo, y hasta Panamá. Además, tras la Independencia peruana, se crearon otras diócesis a lo largo de los siglos XIX y XX, como El Callao, Cajamarca, Chiclayo, Chimbote, Huancayo, Huánuco, Ica, Piura, Puno, Tacna, por nombrar aquellas con sede en nuestras principales ciudades.

En el mes de julio de 1991, el Cardenal Augusto Vargas Alzamora, S.J., nombró como directora del Archivo Arzobispal a la licenciada Laura Gutiérrez Arbulú. Las cosas en este archivo, todos lo decían entonces, empezaron a mejorar. En el año 1997 se realizó una primera mudanza, trasladándose toda la documentación custodiada a un nuevo local en el distrito de Pueblo Libre. El nuevo AAL estaba ubicado dentro del Seminario de Santo Toribio de Mogrovejo, en una gran sala que daba a la esquina misma de las avenidas La Marina y Sucre. El nuevo archivo empezó a funcionar en el mes de mayo de 1998. La sala de lectura, recuerdo, era bastante amplia, con altísimas ventanas. Pero, si había que abrirlas por motivos de ventilación, todo el ruido de la bulliciosa intersección, y hasta el humo de los autos, se filtraba.

En el año 2004 se instaló un “gasocentro” enfrente del Seminario, justo en la esquina al lado de donde se ubicaba el AAL, en un terreno de propiedad del propio Arzobispado de Lima. El temor de un accidente que pudiera afectar sus invaluables fondos documentales, hizo que un grupo de preocupados investigadores y una amplia variedad de personas presentaran una carta a las autoridades arzobispales limeñas (con 134 firmantes, a los que se añadieron después más de 300 adhesiones, no sólo del Perú sino de personas solidarias de Alemania, Argentina, Bolivia, Brasil, Canadá, Colombia, Costa Rica, Chile, Dinamarca, Ecuador, España, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Israel, Italia, México y Venezuela). Se pedía suspender la construcción o buscarle un local más seguro al archivo. Por suerte, este pedido no fue ignorado y, en el año 2005, el archivo y su personal fueron nuevamente trasladados.

El local actual de Archivo Arzobispal de Lima se encuentra en la zona de Santa Catalina, en la calle Luis Espejo número 1064, frente a un pequeño parque, dedicado a Santo Toribio de Mogrovejo, a dos cuadras de la intersección de las avenidas Canadá y Nicolás Arriola. Es una casa de dos pisos que perteneció al Cardenal-Arzobispo Juan Landázuri Ricketts. Ha sido acondicionada para recibir a los investigadores en una pequeña sala de lectura con una media docena de escritorios individuales, así como una espaciosa oficina para la dirección, donde los usuarios se acercan cotidianamente a pedir copias y certificados de partidas de bautismo y matrimonio.

Por desgracia, la pandemia del covid-19 ha afectado también al Archivo Arzobispal de Lima. El AAL tuvo que cerrar por la emergencia sanitaria decretada en todo el país el pasado mes de marzo de 2020. Por disposición de las autoridades médicas, que el Arzobispado ha cumplido, el AAL no ha podido atender a los investigadores hasta ahora. Desde fines del 2020 se retomó el servicio al público de emisión de certificados de partidas de bautizo y matrimonio, a cargo de la directora. A diferencia del Archivo General de la Nación, la Biblioteca Nacional y otras instituciones estatales con más personal, el AAL solo cuenta con su directora y un asistente (Melecio Tineo, que ha trabajado en el archivo durante cuatro décadas), y uno o dos jóvenes que hacen la limpieza. De ahora en adelante, los protocolos sanitarios van a limitar necesariamente el servicio a los investigadores cuando el AAL pueda volver a atender.

Bajo la batuta de Laura Gutiérrez, durante estas tres décadas, el Archivo Arzobispal de Lima ha conocido su mejor época, la mitad de ese tiempo en su local actual. Hoy contamos con un 70% de la documentación adecuadamente catalogada, y la mayoría de esos catálogos publicados en distintos formatos (algunos en revistas de investigación, otros individualmente gracias al apoyo de diversas instituciones). Este mes de diciembre le corresponde a Laura jubilarse. ¿Cómo no agradecer a viva voz tanto esfuerzo y cariño puesto en esta indesmayable tarea de protección del patrimonio documental de la Iglesia Católica en el Perú?

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