Opinión

Los creyentes ante la crisis nacional peruana: no basta rezar

Por Carlos Flores Lizana

Antropólogo y Profesor

Los creyentes ante la crisis nacional peruana: no basta rezarFoto: Gestión | GEC

Toda crisis como la misma palabra lo dice revela la realidad de la personalidad de un determinado ser humano, de una familia o de una sociedad. Las crisis dicen Albert Einstien, son la fuente de la renovación de toda sociedad, hasta del pensamiento, siempre y cuando sea reconocida como tal porque así se puede revisar honradamente cómo se están haciendo las cosas, como se piensa y si es correcta tal metodología de investigación. Para San Ignacio sería revisar o examinar “como se está procediendo en la vida”. Toda crisis debía llevar a una autocrítica sincera y humilde para decirse como persona o como sociedad que está bien, regular o mal. La palabra crisis viene del griego y está relacionada a la palabra colar, cernir, separar, escoger, otra vez con San Ignacio, sería para él “discernir”.

Las crisis son como un terremoto que nos muestra que estuvo bien construido y que no, es un tiempo también de purificación, de limpiar lo mal hecho, y reconocer y agradecer por lo que está bien hecho y bien cimentado.

Volviendo a nuestra realidad de alguna manera estos momentos de las elecciones son una verdadera “crisis”, es decir un tiempo en el que nos hemos mostrado que somos como país, las grietas como dice la historiadora Carmen Mc Evoy, las fracturas, desencuentros y enfrentamientos que tenemos como país, que no son de hoy. Yo añadiría también nuestros miedos y horrores, y también nuestros sueños, esperanzas y deseos, en el caso de los primeros se están expresando políticamente, por momentos amenazantes y hasta tanáticos, suicidas y fratricidas. Basta ver las manifestaciones masivas sin ningún respeto a la distancia obligatoria para no seguir contagiándonos y añadir más cifras a la ya terrible de 185,705 fallecidos por el covid, de hace apenas una semana.

El Bicentenario es una buena oportunidad para hacer eso que varios autores nos piden que hagamos en relación a nuestra historia, no solo republicana sino a toda nuestra formación social desde lo económico, social, cultural, religioso, artístico, ético, político, y que consiste en una revisión profunda de todas esas dimensiones complejas que tiene nuestro país. En estas elecciones, lo que más parece haberse mostrado es el tema económico, sanitario y étnico. Las diferencias económicas entre los peruanos claman literalmente al cielo, hay 7 millones de personas que están en pobreza y extrema pobreza, es decir que literalmente se mueren de hambre y vergüenza, y entendamos que han aumentado 3 millones de pobres con todo el sufrimiento que esto conlleva. La pandemia continúa dando muerte a personas valiosas de manera injusta y trágica, porque no hemos sido capaces como Estado y como sociedad de darles lo necesario para defenderse de este virus letal y silencioso que destroza, no solo nuestro Perú, sino a toda la humanidad.

Finalmente, la política y sobre todo la clase política y los medios de comunicación han mostrado todo su racismo y discriminación contra las poblaciones andinas y amazónicas, directos representantes de nuestras etnias originarias. Las expresiones racistas en los medios de comunicación se han llevado los premios y refuerzan lo ya existente en este terreno, en vez de fortalecer nuestro carácter mestizo, lo que nos une y debe unir como sociedad, etc.

En este complejo momento que estamos viviendo con la pandemia y las luchas por la hegemonía mundial, la crisis climática, los cambios de patrón energético, los nuevos sistemas de comunicación como el internet y la red llamada G5, son hechos y procesos que tienen que ver con nuestra fe y nos plantean retos como creyentes, como miembros de una Iglesia, que está reconociendo que ella también está en una crisis seria de credibilidad y unidad frente a temas como la justicia en el mundo, las nuevas maneras de entender la sexualidad humana, el rol de la mujer en la sociedad y la iglesia misma, la relación con las “otra” iglesias y creencias, los escándalos por el abuso de menores en varias diócesis de Europa y América, etc. Por eso el título de este artículo incluye la frase “no basta rezar” como cantábamos en los años 70. Claro que es importantísimo rezar, orar, abrir nuestro corazón y nuestra mente a la luz de Dios, ponernos a disposición de su santa, hermosa, y esperanzada voluntad. Esto me recuerda al método del “ver, juzgar y actuar” aprendido en nuestra juventud y que se hizo de manera constante en muchas comunidades eclesiales de base.

Precisamente en un encuentro realizado hace poco día, el papa Francisco nos decía que había que orar con confianza y con coraje, con valentía, con sano atrevimiento, sin miedo. Nos decía que tenemos que “ser una Iglesia en salida”, mirando desde la periferia, desde la llaga, ya que de esa manera entenderemos mejor lo que pasa y lo que debemos hacer. Por ello pienso que si oramos realmente también tenemos que preguntarnos si basta que seamos buenos, que seamos honrados, algo así como oraba el fariseo “gracias Señor porque no soy como los demás hombres”.

La crisis nos debe llevar a pensar, actuar y comprometernos con confianza y valentía con nuevas maneras de ser cristiano y dentro de ellas está la dimensión política de nuestra vida. La espiritualidad ignaciana nos dice que debemos unir el servicio a la fe y el compromiso por la justicia. Tema central en nuestro país, porque la corrupción es una forma de injusticia, porque roba, acapara, roba a todos, pero en especial a los pobres, los niños, los ancianos, etc. Por eso no basta que los creyentes seamos buenos, tenemos que ser eficientes, efectivos, concretos, proactivos en nuestra vida cristiana, como profesionales y como ciudadanos. Tenemos que buscar formas de potenciar políticamente nuestros dones para que la caridad sea política también. El recordado Monseñor Romero tiene mensajes muy claros en este sentido diciéndonos que la vida cristiana no es para hacer de ella un museo, por el contrario, debe denunciar la injusticia y el pecado de los hombres e instituciones que viven en ellas, tenemos que estar dispuestos a sufrir por tener esa posición profética que también anuncia la esperanza y la liberación del pecado.

Personalmente pienso que nuestra vida es definitivamente política, por acción y por omisión, y eso es lo que precisamente nos dicen los constantes y lucidos mensajes del papa Francisco. Nos dice que es una de las formas más altas, pero a la vez más difíciles de demostrar nuestro amor a los demás. Esa manera de vivir está llena de tentaciones como usar el poder para beneficio propio, como individuo o como colectivo, vengarse, manipular la información, usar medios malos aparentemente justificándolos por buscar el bien, etc.

Tenemos que buscar hacer que el bien no solo tenga dimensión personal, sino que se vuelva política pública, que pase a lo público, a lo institucional. Precisamente esa tiene que ser nuestra manera de amar ahora a los que están sufriendo tan seriamente la pandemia, el desempleo, la desesperación ante el futuro, la delincuencia que viene de la corrupción, del sicariato, etc No basta ser cristiano en nuestra casa, en nuestro trabajo, hoy nos pide nuestro Padre comprometernos políticamente en el sentido arriba dicho.

De esta manera podemos ver si hay un movimiento que canalice nuestra capacidad de servicio, como los grupos de voluntarios, que felizmente están surgiendo en nuestro país, están instituciones como los Bomberos Voluntarios, la Cruz Roja Nacional e Internacional, etc. nos podemos comprometer. Dependiendo de nuestra profesión y oficio podemos participar de las organizaciones del nivel gremial como sindicatos y otras formas de defensa o de sus derechos y obligaciones.

Si encontramos un partido político que nos convenza en términos de ideología partidaria o ideario, programa, dirigentes, lideres, valores, actividades, filosofía política, ética, logros, etc. con toda libertad y madurez podemos y debemos ingresar y militar. Los pobres de todo tipo nos están esperando, nuestro país nos necesita, la Iglesia a la que pertenezcamos nos anima y acompaña para hacerlo con audacia, confianza en Dios que nos acompaña y felicita, y la historia nos lo agradecerá.

Es tiempo de esperanza y compromiso, es tiempo de gracia, como decía un santo “Señor que hoy te quiera más que ayer y menos que mañana”, es el “Magis” o excelencia de los Ejercicios Espirituales. Es salir de esa nada “santa mediocridad”= tibieza, que no lleva a ningún éxito ni ningún fracaso, de ese “flotar” en el que viven muchos cristianos llevados a la derecha, la izquierda, o el centro, sin preguntarse ni responderse que quieren ellos y sus grupos, es leer finalmente el mensaje esperanzado del Apocalipsis en la parte del juicio del Señor a las siete Iglesias donde a cada una de ellas le dice lo que El espera de ellas.

Los valores como la tolerancia, la capacidad de escuchar y “salvar la proposición del prójimo”, la entrega generosa y concreta, la esperanza contra toda esperanza, la alegría, la fortaleza, el humor y otros son muy necesarios hoy para nuestro Perú, tan crispado, harto, desesperado, triste, desilusionado, resentido, egoísta, desolado.

Los sacerdotes y religiosos, nuestros obispos nos tienen que ayudar a encontrar esos caminos que Dios y nuestra Iglesia están esperando, en especial de los laicos y laicas peruanos. Para ello tenemos que prepararnos mejor en el conocimiento de la Doctrina Social de nuestra Iglesia, el magisterio vivo que nuestros pastores nos dan ordinariamente, estudiar más nuestra propia historia nacional y su realidad compleja, la historia política de nuestros partidos y sus logros, etc. Los distintos movimientos de laicos tenemos que estar mejor organizados y ser mucho más consecuentes en nuestra vida personal, familiar y comunitaria. Ayudarnos a encontrar eso que los pobres, los jóvenes, las poblaciones originarias y otros esperan de nosotros. Así llegaremos a ser verdaderos ciudadanos del Reino y no un pueblo que da culto a su Señor solo con la boca, pero su corazón está lejos de Él.

Finalmente es muy importante leer la vida de santos de la iglesia y santos no reconocidos, para aprender de ellos, entender como lo hicieron, que criterios evangélicos tuvieron para denunciar el pecado y anunciar el Reino en sus determinadas circunstancias. Tenemos que leer la vida de Santo Tomas Moro, San Agustín, San Oscar Romero, la hermana Agustina Rivas, Mahatma Gandhi, Martin Luther King, entre otros.