Opinión

Los abuelos Awajún en el cuidado de la Casa Común

Por Bikut Toribio Sanchium

Economista y Gestor Ambiental por la Universidad Antonio Ruiz de Montoya. Poeta y escritor. Investigador de temas amazónicos, extractivismo y defensores ambientales del Centro Bartolomé de las Casas (Cusco). Asistente de investigación en la Red Muqui y fotorreportero de Noticias SER.

Los abuelos Awajún en el cuidado de la Casa ComúnTodos Somos Amazonas

El libro del saber del pueblo Awajún han sido los viejos sabios. Aquellas personas mayores muy comprometidas con su comunidad, y capaz de dar su vida por ella, para lo cual han recibido una formación en el bosque. Antiguamente, un Awajún tenía que tomar de ley unas plantas -mal llamadas alucinógenas en Occidente- como el toé, ayahuasca, tabaco u otros. Esta era la manera de educarse, prepararse o crecer para la vida y estar a la altura de los desafíos o retos del pueblo, el bienestar para la vida, la capacidad para enfrentar los problemas, entre otros. En la toma de estas plantas se realizaba una procesión de reflexión transformativa casi del todo: problemas, mujeres, casa, tierra, etc. Es decir, se entendía como una forma de cambio del ser subjetivo, ya que tras la toma del toé un (a) Awajún fortalecía su pensamiento, su moral, su principio y su vida misma, la cosmovisión, en sí. Y los (as) que veían el Ajútap(1) se convertían en una persona distinta con muchas cualidades desarrolladas o empoderadas. “Aúk waimakuwaduwi áanin” es una afirmación sobre la persona que tuvo visión al tomar el toé, que es una persona seria, culta, humilde y más humana, sobre todo. En otras palabras, es una forma de metamorfosis, no para convertirse en una cucaracha o similar, sino para humanizarse más. El entorno de todo este cambio se realizaba en un espacio determinado: ayamtai-choza pequeña-, frente o cerca a una tuna-catarata de una quebrada-, acompañado por un (a) muún-viejo sabio, y en íkam-dentro del bosque alejado de la gente. Lo que significa que, había una conexión espiritual y física más intensa con el bosque, y por lo tanto, una mejor comprensión de su naturaleza.

Con la globalización, la llegada de diversas iglesias conservadoras, la apuesta por la “civilización”, la invasión de empresas con interés económico y un discurso de desarrollo irreal de la mejor vida como “el sueño americano” se ha subordinado, tachado, discriminado, rechazado y excluido la práctica de la toma de estas plantas. Por ello, la gran mayoría de los jóvenes han menospreciado la educación Awajún, lo cual es un error a corregir, si se quiere leer al mundo, a la vida y al desarrollo con los propios ojos. Aun así, los que han recibido aquella formación han seguido con su mundo del ser. Ahora son abuelos y abuelas de cincuenta, sesenta, setenta, ochenta o noventa años, que no solo tienen una rica experiencia por su trayectoria en la vida, sino que entienden mejor el comportamiento, la vida y la lógica del bosque (medio ambiente), así como a los seres animados e inanimados que viven en él. Aquellos tienen una perspectiva inconmensurable del planeta tierra.

Lamentablemente, en el encuentro de los dos mundos, el mundo Awajún y el mundo de Occidente, los viejos sabios han sido excluidos “sin intención”. Pues, en la nueva realidad llena de tecnología, nuevos idiomas, nuevas formas de relacionarse, asociarse y un nuevo modo de convivir no han “encajado”. Eso se ha creído por error abismal. Más tarde apareció un problema complejo en el mundo, la crisis ambiental y la escasez de los recursos naturales, la contaminación, la destrucción del bosque, la extinción de animales, entre otros, lo que nos ha interpelado, para volver a cavar nuestra raíz con el fin de recuperar la riqueza del saber y pensamiento, necesarios en la conservación y cuidado de la Casa Común. El riesgo que se corre con la pérdida de la selva, tal como señala el Papa Francisco, nos condujo a darnos cuenta del tesoro que se nos estaba escapando de las manos. “La pérdida de selvas y bosques implica no solo la pérdida de especies, que incluso podrían significar en el futuro recursos sumamente importantes, sino la pérdida de relaciones vitales que terminan alterando todo el ecosistema” (Papa Francisco, 2018). Es aquella riqueza viva que por años hemos tenido a nuestro lado, en cuerpo y alma, pero que no hemos valorado, ni hemos incorporado en nuestro mundo, hasta toparnos con el problema ambiental.

Tradicionalmente, la transmisión del conocimiento en el pueblo Awajún ha sido oral. Esto explica el por qué, aparte de la ineficiente y desigual educación que brinda un estado débil, no hay muchos escritos por ellos ni habrá alguna obra escrita por los viejos sabios. Sin embargo, sus obras son o pueden ser los jóvenes, ni calco ni copia, sino originales. Y es lo que ellos, los viejos sabios Awajún han anhelado, haciendo realidad. Para recuperarlo, los jóvenes tienen que acudir a esa obra magna humana (viejos sabios), para dialogar con el fin de rescatar el conocimiento que será imposible aprender si no es acudiendo a los abuelos. En esa línea el Papa Francisco (2018) considera que, los más ancianos son los memoriosos y nos dan memoria. Por eso, se considera que cuando un viejo sabio fallece es como perder para siempre un libro original, sin más ediciones. Por lo tanto, los abuelos o ancianos del pueblo Awajún son la memoria viva, llena de saber sobre el bosque, el río, la tierra, el agua, la vida, entre otros recursos y/o bienes necesarios para coexistir entre seres humanos y otros con el entorno.

Cuando los jóvenes creyeron que vivir en Lima, ir a Europa o creer en el sueño americano era un prodigio, olvidando a los viejos sabios, estaban cayendo en un abismo lleno de empresas monstruosas, capitalismo deshumanizado, desarrollo ficticio y un fraude a la vida y a la naturaleza. Para conservar la Casa Común, construir una sociedad más justa, velar por el bien de los demás o ser más humano, no solo es necesario leer, estudiar, sino es vital dialogar con los abuelos, ancianos o viejos sabios. El diálogo entre los ancianos y los jóvenes es un puente de esperanza para el porvenir lleno de vida inclinada a la justicia, un mundo mejor. Porque de esta forma, se puede ver que hay valores inconmensurables en la práctica, y cómo el reduccionismo económico es meramente una forma de ejercicio del poder (Alier, 2009). Es decir, al incorporar a los abuelos en la dinámica de vida activa de los jóvenes en el mundo moderno se articula el conocimiento en la protección de la naturaleza. Un árbol soporta el diluvio, derrumbes, fuertes vientos, crecida del río porque su raíz está fortalecida. Análogamente, si entendemos al mundo como una especie de árbol, este podrá conservarse y administrarse equilibradamente, cuando los jóvenes aprendemos acudiendo a esa raíz de nuestra existencia, que son los viejos sabios. En alguna ocasión, en la universidad un profesor mencionó como ejemplo que, los abuelos eran un gasto más del gobierno, que sin los abuelos podríamos incrementar la riqueza. Esto era una mirada netamente economicista. A la larga, aquella afirmación casi asesina significa que el valor de la vida de los viejos sabios es imposible que quepa en la perspectiva de la economía neoliberal. Por un lado, porque la economía neoliberal es la que depreda la Casa Común, y, por otro lado, porque los viejos sabios Awajún son los que más confrontan al capitalismo depredador, defendiendo el territorio. Esa es la razón de la resistencia por lo que se ha visto en toda la historia del pueblo Awajún por proteger su territorio, su bosque, su río y así, a su gente. Por eso, ha puesto en cuestión la hegemonía de la legitimidad de los grupos de poder que han gobernado el país a lo largo de la época republicana (Vega, 2015). Y no hay mejor forma de expresar esta resistencia como lo dijo Santiago Manuin, un líder del pueblo Awajún, que fue herido por defender su territorio durante el conflicto del Baguazo: “Nuestra historia es una historia de luchas para poder vivir tranquilamente en nuestro territorio”.

Cabe recordar que, los virus como el covid-19, que se llevó millones de vidas, la gripe porcina, el VIH, el ébola, entre otros se han originado del contacto con los animales, en la interacción con seres vivos de la naturaleza. Aquello es una lección de siglos que el hombre aún no ha podido entender, al parecer. En palabras de Unger (2020), si hay una lección que las pandemias nos han dado desde siglos atrás es que, tanto al contactar nuestras culturas aisladas como al interactuar con la naturaleza, lo mejor es hacerlo con gran respeto, lo que incluye un prudente y cauteloso distanciamiento social. Bajo esta línea, se entiende que los viejos sabios de pueblos indígenas son las que mejor han comprendido, valorado, respetado y mantenido una relación cautelosa con la naturaleza. Y ellos son la pieza vital en el cuidado de la Casa Común. Para enfrentar la crisis ambiental mundial, necesitamos escucharlos con seriedad, inculcarnos de su sabiduría.


(1) Categorizado como Dios del Pueblo Awajún

Referencias

Papa Francisco (2018). El Papa Francisco en el Perú: un mensaje de esperanza, 19, 20 y 21 de enero de 2018. Lima: PUCP.

Vega, I. (2015). Identidad étnica y lucha política de pueblos indígenas Amazónicos en tiempos de globalización y extractivismo: El caso de los pueblos Awajún y Wampis y el Lote 116. Silex, 4, 89-108.

Alier, J. M. (2009). Conflictos ecológicos por extracción de recursos y por producción de residuos. Letras Verdes. Revista Latinoamericana de Estudios Socioambientales, (3), 8-10.

Unger, T. (2021, 04 de marzo). Pandemias pasadas, presents y futuras. El Comercio. https://elcomercio.pe/tecnologia/ciencias/tomas-unger-ciencias-salud-pandemias-pasadas-presentes-y-futuras-noticia/