Opinión

Las epidemias que asolaron Chanchamayo

Por Niel O. Macedo Muñoz
Las epidemias que asolaron ChanchamayoFoto: Niel O. Macedo

A lo largo de los siglos, en el territorio de Chanchamayo han aparecido enfermedades que mataron a miles de hombres y mujeres; por lo general, estas epidemias, muy infecciosas y duraderas, reestructuraron las relaciones —impuestas o no— entre los grupos originarios amazónicos y los colonos forasteros. Estos contactos produjeron brotes epidémicos cuando los religiosos católicos se establecieron con el anhelo vehemente de la obra evangelizadora, los civiles europeos ocuparon las tierras fértiles y los peruanos, predominantemente de la sierra, llegaron como mano de obra barata para trabajar en las haciendas.

Las primeras noticias sobre las epidemias se dan en el siglo XVIII, cuando el padre Francisco de San José reestableció las misiones de la selva central: Kimiri, Nijandaris, Cerro de la Sal, Metraro, Eneno, entre otras, fueron conversiones —reducciones— con aglomeración de personas; por lo que la viruela (1711 y 1718), la gripe o influenza (1721-1724), y la hemorragia bucal (1736), traídas por los españoles, se expandieron con prontitud y causaron la muerte de centenares de yáneshas y asháninkas, quienes, al ser su primer contacto, no habían desarrollado anticuerpos contra los virus. Como una forma de reacción, estos pueblos realizaron pequeños levantamientos para expulsar a los foráneos de su territorio, como los liderados por los curacas Torote en 1724 y 1737; los que generaron el escenario propicio para la gran rebelión de Juan Santos Atahualpa a partir de 1742.

Dos siglos después, se registró un brote de paludismo que diezmó a la población de Chanchamayo; los historiadores atribuyen su aparición durante la expedición de 1905 del ingeniero César A. Cipriani, a propósito del fracasado proyecto de una línea férrea en el Perené. No solo fallecieron indígenas, sino también muchos miembros de familias colonas, extranjeros y peruanos, hacendados y operarios sin distinción; como el italiano Francesco Rovatti, el 7 de enero de 1908 en la pampa del Carmen; el chino Kim Chang, el 5 de abril de 1910 en San Luis; o el huancaíno Juan de la Cruz Espejo, el 20 de junio de 1913 en la quebrada del Toro. Los numerosos casos motivaron la instalación en La Merced de un hospital de palúdicos.

En la década de 1930, la llamada Colonia del Perené de la Peruvian Corp. Ltd. fue un foco de infección de la rubeola (1933) y el sarampión (1939). Este campo fue propicio a los brotes por las relaciones entre poblaciones indígenas y serranas, que se juntaban en las temporadas altas de cosecha de café o estaban hacinadas en las rancherías de las haciendas y en las estaciones misioneras adventistas, sin embargo, las más afectadas fueron las poblaciones oroginarias. Solo un ejemplo: la antropóloga Frederica Barclay informó que en la misión de Sutziki en la década de 1930 de 300 nativos, 120 murieron.

Por lo escrito, Chanchamayo no fue ajeno a este tipo de enfermedades, algunas ya endémicas; pero estos problemas —sin contar las crisis por la baja en el precio del café, conflictos territoriales, y más— no impidieron que este territorio se sobrepusiera y se convierta en la avanzada de la selva central del país durante el siglo XX.