Opinión

La vulnerabilidad de las poblaciones andinas va más allá del cambio climático

Por Anna Heikkinen

Investigadora finlandesa de desarrollo global. Su investigación se enfoca en la vulnerabilidad climática y la gobernanza de los recursos naturales y los conflictos de agua en la región andina del Perú

La vulnerabilidad de las poblaciones andinas va más allá del cambio climáticoFoto: ©Luisenrrique Becerra │ Noticias SER

Las desigualdades y la marginación histórica complican las posibilidades de los agricultores andinos del Perú para dar respuesta a los riesgos climáticos cada vez más graves.

“Qué triste es ver como los picos blancos se transforman en cerros negros. Parece que ya no tienen vida. Y allí también desaparece nuestra agua”, dice un agricultor que vive al lado del glaciar Huaytapallana en la sierra central del Perú.

Los glaciares tropicales andinos están en la lista de los ecosistemas más frágiles del mundo ante los impactos del cambio climático. En las últimas décadas los extremos climáticos como sequías, heladas y lluvias intensas se han incrementado en la región. Al mismo tiempo el alza de la temperatura ha causado el acelerado retroceso de los glaciares andinos. El glaciar Huaytapallana ya perdió casi 70 % de su masa de hielo desde 1960.

Una de las poblaciones más vulnerables ante estos cambios son los pequeños agricultores andinos. Muchos de ellos dependen de las lluvias y del agua de deshielo de los glaciares para regar sus chacras.

En las épocas secas, la disponibilidad del agua ya es crítica. Además, los inesperados eventos climáticos causan cada vez más perdidas en las cosechas. El riesgoso panorama ha hecho que sea cada vez más difícil el ganarse la vida con la agricultura.

La vulnerabilidad no solo es una amenaza natural

La vulnerabilidad climática es a menudo entendida como una causa de las amenazas naturales. Pero pocas veces se pregunta, ¿por qué algunos sufren más que otros ante los poderes de la naturaleza? La respuesta va más allá del cambio climático.

En Perú, la agenda para la adaptación al cambio climático es ambiciosa. La protección de las poblaciones más vulnerables es una de sus prioridades. Sin embargo, las políticas muchas veces no llegan a la práctica en las comunidades lejanas de la capital, Lima.

El problema es que las poblaciones andinas tienen poco que decir en las estrategias climáticas. Su vulnerabilidad y sus necesidades son definidas en las oficinas de Lima e incluso en el extranjero. En muchas ocasiones están desconectadas de la realidad diaria de los agricultores.

Además, es común escuchar a las autoridades culpar a los propios campesinos de las vulnerabilidades climáticas. Para ellos, sus prácticas de siembra o su infraestructura de irrigación son ineficientes o atrasadas. Sin embargo, estos sistemas de origen preincaica han servido más de mil años para cultivar y sobrevivir en el clima desafiante de los Andes.

El racismo histórico sigue presente

La marginación de la población andina tiene largas raíces en la historia del Perú. Su semilla fue plantada en la época colonial. Desde entonces, la sierra ha servido como un rincón lejano de extracción de minerales para alimentar el progreso del país.

El racismo contra la población indígena y andina se cristalizó con el inicio de la República en 1821. En el proceso de la modernización del Estado en el siglo XIX la capital y la costa representaron “la modernidad”, mientras la sierra “el atraso” La emergente elite limeña empezó a referirse a los campesinos quechuahablantes de la región andina como “cholos” con una connotación ofensiva.

Durante las elecciones presidenciales de 2021 las actitudes racistas contra la población andina se han manifestado de forma preocupante. La campaña electoral en contra del profesor de la sierra rural Pedro Castillo, fue marcada por discursos de odio. En junio, el medio digital Sudaca reveló comentarios racistas de dos hombres limeños contra simpatizantes del actual presidente del Perú, la mayoría de ellos de origen andino e indígena. “…voy a ser bastante feliz viendo a sus votantes siendo más pobres que antes. Ojalá algunos de ellos mueran de hambre”, escribía uno de ellos.

Desiguales estructuras de la economía

En las últimas décadas, mientras el Perú celebró un alto crecimiento económico bajo su régimen neoliberal, la sierra ha visto poco desarrollo. Más bien, la pobreza y la desigualdad se han agravado. El boom de la explotación de minerales desde los 2000 ha ocupado muchas tierras agrícolas en la sierra y dejado las aguas contaminadas.

El agua es un elemento fundamental para protegerse de los impactos del cambio climático. Sin embargo, las poblaciones andinas no tienen iguales derechos al agua ante las empresas mineras y otras industrias. Además, las grandes empresas agroexportadoras de la costa son las que más se han beneficiado de las inversiones del gobierno con los sistemas y tecnologías de irrigación.

Las estructuras del mercado creadas en las últimas décadas tampoco han sido favorables para los pequeños productores. Desde la liberación del agromercado en los años 90, los precios de muchos productos agrícolas como la papa han sido empujados al descenso por las importaciones. Esto ha causado, por ejemplo, que centros de comida en Perú compren cada vez más papa prefrita y precocida del exterior para abaratar costos. Lo que genera una desleal competencia con los agricultores.

Perú es reconocido como el país con la mayor diversidad de papa del mundo con más de 3,500 variedades de este tubérculo. La producción de papa se enfoca en las zonas altoandinas, donde sigue siendo una fuente importante de ingreso para muchas familias. Sin embargo, con el actual panorama del mercado, los precios de papa no cubren la inversión que realizan los productores.

Las políticas climáticas no pueden operar en un vacío

Cuando las condiciones de vida tienen una base frágil, es muy difícil enfrentar una crisis como la que genera el cambio climático. Para los agricultores andinos, las políticas del gobierno han generado incertidumbre. El cambio climático es solo la chispa que enciende el fuego.

Para mitigar las vulnerabilidades ante el cambio climático, primero hay que saber qué mitigar. Las agendas climáticas no pueden excluir las voces de las poblaciones que aspiran a apoyar. Tampoco pueden operar en un vacío que ignora las herencias históricas, o las estructuras de la sociedad en su complejidad.

De caso contrario, corren un riesgo de reproducir las vulnerabilidades, en vez de aliviarlas.