Opinión

La violencia es la sombra de los conflictos en Ayacucho

Por Gabriel Gómez Tineo

Antropólogo de la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga y y Educador de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos

gabo.gomeztineo@gmail.com

La violencia es la sombra de los conflictos en Ayacucho

Nuestro Ayacucho otra vez se convierte en escenario de violencia. Justo coincidieron dos hechos que motivaron a caldear los ánimos de las masas enardecidas.

Por un lado, el partido de Alianza Lima versus Ayacucho Futbol Club, donde para el equipo local era importante ganar el partido para no acercarse a la zona de descenso a segunda división, lo cual hizo que mucha gente vaya al estadio a alentar a su equipo, a lo que sumo todo un ejército de barristas agresivas del histórico equipo capitalino. El resultado: actos vandálicos en las afueras del Estadio “Ciudad de Cumana” cometidos por quienes no pudieron ingresar y otros hechos similares cometidos por unos cuantos barristas de Alianza Lima al final del partido.

Pero lo más grave es lo ocurrido en la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga, luego de casi un mes de suspensión de las clases por falta de docentes, infraestructura y otros servicios, lo que llevó a que los estudiantes decidieran tomar los locales y suspender las clases hasta que sus autoridades puedan solucionar el problema. Sin embargo, en los intentos de diálogo y negociación no se pudo llegar a un puerto fructífero por ningún lado. En este momento la sensatez y la racionalidad dejaron de ser los pilares para la solución del conflicto, lo cual llevó a que unos estudiantes desadaptados estallen el conflicto con actos vandálicos y delincuenciales que destruyeron el bien común. Primero incendiaron la puerta del rectorado, luego ingresaron a las oficinas del rectorado y ahí destrozaron y saquearon equipos. No importó absolutamente proteger lo que estaban destruyendo, que es de ellos, así como de todos los ayacuchanos que estudiamos en la UNSCH y de los que estudiaran a futuro.

La violencia es parte de la cultura de los ayacuchanos, se encuentra en un lugar muy profundo de nuestro ser, por eso cuando se trata de resolver conflictos la violencia aflora automáticamente como un mecanismo de resolución. No hemos aprendido nada, nuestra región fue el epicentro de la violencia política, con un 60% de muertos, desaparecidos y desplazados según el Informe de la CVR, pero aún así la cultura de la violencia siempre se impone.

A los ayacuchanos nos hace falta hacer pedagogía de la paz, para no llegar a pensar que todo se soluciona con la violencia.

Aún en estos tiempos se asume la cultura de la violencia como mecanismo de corrección, por ello los padres creen corregir a sus hijos pegándoles, o los docentes creen lograr el aprendizaje violentando a sus estudiantes y como este caso los estudiantes avalados por ciertos ciudadanos creen corregir la crisis destruyendo e incendiando sus ambientes.

La cultura de la violencia es la sombra de los ayacuchanos, y como reflejo de ello las posturas políticas radicales siempre tienen cabida. En las elecciones presidenciales siempre votamos por candidatos radicales en posturas y discursos. Gusta mucho el populismo que se profesa cambios con medidas radicales, como la pena de muerte para los corruptos, los violadores sexuales y otros autores de delitos graves, sin medir las consecuencias. Por ello, no sería raro que en las próximas elecciones Antauro Humala arrase en votos con su discurso radical y violento.

Para el caso de la destrucción de parte de los estudiantes el Rectorado de la Universidad de Huamanga, no importo quemar una casona que tiene un valor histórico y simbólico para Ayacucho. Cuando las turbas se enardecen vuelve a emerger la violencia como elemento de respuesta.

Lograr una cultura de paz que se refleje en respuestas a la conflictividad que nos agobia aún es una deuda pendiente con muchos peruanos que debemos asumir todos, apostatando en formar a las nuevas generaciones en competencias y capacidades de negociación y dialogo bajo los principios de respeto de los derechos humanos y el interés del bien común.