Opinión

La tentación tecnocrática de Pedro Castillo

Por Jorge Frisancho

Escritor

La tentación tecnocrática de Pedro CastilloLuisenrrique Becerra

Pedro Castillo tiene una tarea fundamental si quiere ganar las elecciones: proyectarse como un gobernante capaz de lidiar de manera efectiva con las varias crisis que el país enfrenta. Si lo consigue, la combinación de su promesa de cambios sustantivos y la intensidad del antifujimorismo que moviliza a una sólida mitad del electorado peruano casi le garantizan la victoria, aun teniendo alineados en su contra a la mayoría de los medios de comunicación y los poderes fácticos, con todos sus recursos, sus capacidades y su desvergonzada malevolencia.

No lo está consiguiendo. Si hubiera que juzgarlo por los eventos de la semana pasada, saldría desaprobado.

Primero, apareció en su entorno la opaca figura de Miguel Del Castillo, carnetizado militante aprista e hijo de Jorge, quien circuló por unas horas en los medios como “líder” del equipo de plan de gobierno del candidato de izquierda. Se apresuraron a desmentirlo el partido Perú Libre y algunas figuras de Juntos por el Perú, pero no así el propio candidato, quien se limitó a retuitear los desmentidos pero evitó mencionar el tema. La versión que más se escucha entre los militantes y simpatizantes es que se trató de una “emboscada”, pero no queda claro quién la armó o qué hacía Pedro Castillo en conversaciones con tan obvio agente enemigo. Emboscada o no, en todo caso, permanece aún sin explicar cómo y por qué razones se produjo el acercamiento. Para un país tan repetidamente traicionado por sus políticos, ese no es un tema banal, o al menos no debería serlo.

Enseguida se anunció que el candidato presentaría su verdadero equipo técnico y su nuevo plan el sábado, pero no lo hizo. Aunque se dieron algunos nombres, al momento de escribirse estas líneas, domingo por la mañana, las confirmaciones eran todavía imprecisas y ambiguas. La demora para armar el equipo de trabajo y su presentación fallida proyectan una imagen de precariedad, improvisación e ineficiencia ejecutiva que puede ser fatal para las aspiraciones de Castillo en las cruciales semanas que vienen. Será difícil despejarla.

Difícil, pero no imposible. Pese a todo lo anterior, la semana termina en una nota más positiva para el candidato de izquierda, en parte por los errores de su contrincante y en parte por lo poco que sí va quedando claro —esperemos que de manera definitiva— sobre el equipo que se gesta en torno suyo. Los anunciados hasta ahora incluyen nombres de amplio consenso entre la izquierda y el progresismo pero también hacia el centro del espectro, y tienen además incuestionables credenciales antifujimoristas, considerable experiencia política y solvencia en temas técnicos: Celeste Rosas, Modesto Montoya, Avelino Guillén, Juan Pari y Hernando Cevallos.

Pero quizás lo más importante que ha sucedido en este proceso sea la fulgurante aparición del economista Kurt Burneo, veterano de los gobiernos de Humala y Toledo, como una estrella lustrosa del firmamento castillista. Lo que Burneo puede aportarle a la candidatura es un barniz tecnocrático del tipo que le reclaman desde los medios y desde su flanco derecho, y es inevitable que eso se perciba, al menos hasta cierto punto, como una neutralización de Castillo. Eso es lo que hace la figura del tecnócrata, neutralizar la política, estableciendo una división tajante entre esta y los temas “técnicos” (y es precisamente por eso que el fetiche tecnocrático en la administración de la cosa pública ha sido tan útil al proyecto neoliberal, en el Perú y en todo el mundo).

El propio Kurt Burneo se encargó pronto de revelar qué papel espera cumplir en la campaña de Castillo y en un eventual gobierno. En cuanto lo llamaron, demandó dos cosas: que el candidato “deslinde” con Vladimir Cerrón —el presidente del partido por el cual candidatea— y que abandone sus propuestas económicas. Solo así aportaría su experticia. En suma, no tuvo demasiado empacho en desmentir con un malencarado tuitazo su supuesto lustre “técnico” y politizar abiertamente su presencia.

El sábado, en el mítin en el que debía presentar el equipo y no lo hizo, Castillo parecía haber cedido a la demanda de Burneo. Ahí marcó distancia con Cerrón y repitió que las decisiones son y serán suyas, no del líder partidario. Eso parece haber contentado al economista, cuyo nombre seguía circulando el domingo por la mañana, y los medios de prensa cerradamente hostiles a Castillo lo celebran, aunque con dientes apretados y lenguas viperinas. Pero puede ser un error para la candidatura.

Lo cierto es que, no importa cuánto se lo demanden desde la derecha o desde la tecnocracia, Castillo no puede realmente “deslindar” con Cerrón o con Perú Libre. Puede negociar y administrar la relación (y sin duda tendrá que hacerlo), pero no puede cancelarla. Por incómodo que les parezca a muchos observadores externos, ese vínculo es la base más firme de la candidatura, la que le otorga sus redes estructurantes, y es por eso parte esencial de su sentido político.

En una dirección más pragmática, además, Perú Libre es la única opción que Castillo tendrá de contar con una bancada de apoyo en un parlamento con mayoría opositora, y enemistarse definitivamente con el partido antes de siquiera haber llegado a Palacio sería un error de consecuencias incalculables (o mejor dicho, calculables por el número de días que habrá entre su juramento presidencial y su vacancia definitiva).

Sin embargo, el candidato y su entorno parecen entender tan bien como Burneo que la conformación del equipo es sobre todo una acción política, y que lo que se requiere ahí —como se requerirá una vez en el gobierno— es la presencia de operadores que puedan modular el proyecto, darle forma y viabilidad, sin desvirtuar su naturaleza. La designación de los experimentados excongresistas Juan Pari y Hernando Cevallos es sin duda una buena señal, y lo son también los roles que se les asigna.

Por ahora, el fichaje está así: Pari (y no Burneo) se encargará de temas vinculados a la reactivación económica y Cevallos hará lo propio con la respuesta a la pandemia, sin duda las dos prioridades cruciales de cualquier nuevo gobierno y los temas más inmediatamente álgidos de la campaña. Ambos excongresistas saben bien lo que se juega y cómo se juega en la política peruana de estos tiempos. De confirmarse y asentarse, su liderazgo en el equipo (y todo puede cambiar en las próximas horas o días), Castillo quizás logre sortear la tentación tecnocrática que amenaza con neutralizar el proyecto político que su candidatura insinúa, y si lo hace es posible no solo que gane las elecciones, sino que su eventual gobierno sobreviva.