Opinión

La rutina de los escándalos políticos sin desenlace

Por Carlos Reyna

Sociólogo

La rutina de los escándalos políticos sin desenlaceFoto: Congreso de la República

En una de sus líneas increíblemente lúcidas, César Vallejo escribe “Un banquero falsea su balance, ¿con qué cara llorar en el teatro? Un paria duerme con el pie a la espalda ¿hablar, después, a nadie de Picasso?”. Aludía, en parte, quizás, a las dobleces frecuentes con que todos los días mostramos algunas cosas porque queremos ocultar otras. En parte, digo, porque quizás Vallejo quiso siempre decir mucho más.

Hay mucho de esas hipocresías en cada una de esas obras en tres actos pero sin desenlace, que giran en torno a algún escándalo y han venido alborotando a la política peruana. El primer acto suele ser un destape que compromete y vuelve aparentemente vulnerable al presidente. El segundo acto es, por un lado, el de la ansiedad y la furia de periodistas y opositores que piensan que esta vez ya lo cazaron delinquiendo; y por otro lado, el de la turbación y desconcierto de sus seguidores y aliados, que lo defienden más por interés que por convicción.

Finalmente, el tercer acto es el del enfriamiento del drama, que antecede a un final sin desenlace. No pasa nada, todo sigue en su lugar y así hasta que un nuevo alboroto repite la historia aunque con hechos diferentes.

Los escándalos de estos días

Por estos días tenemos un estreno doble de obras de escándalo en dos salas diferentes. Una en Palacio de Gobierno y otra en el Congreso. En la primera, la obra es la denuncia de plagio en la tesis de maestría de Pedro Castillo y su esposa Lilia. En la segunda, la obra es el ataque a la calidad universitaria y al derecho a la no discriminación por motivos de género. Un ataque agravado por haber sido realizado por una combinación de izquierdistas, derechistas y derechistas extremos.

Es verosímil que la tesis de maestría de Castillo tenga algunos problemas de originalidad. Habiendo escuchado ya tantas veces a Castillo, y saber que tenía un grado de maestría, hace que uno se pregunte ¿cómo será esa tesis, cómo la habrá hecho? Para los que no somos periodistas ni queremos fregar a Castillo, la cosa queda allí. Pero los que sí lo son y lo quieren lapidar todo el tiempo, como Rosana Cueva, vieron allí una nueva chance de fundirlo.

Como era de esperarse, Cueva y sus reporteros encontraron indicios consistentes de plagio y los revelaron en su programa dominical, estrenando un nuevo escándalo. Era el primer acto de los tres con la secuencia acostumbrada. Ahora estamos en el segundo acto, en donde la indignación opositora pide otra vez la guillotina para el presidente, mientras sus seguidores y aliados exigen muy serios que se presenten las pruebas. A su vez el ministerio público ha abierto investigación sobre Castillo porque el presunto delito lo habría cometido antes de que sea presidente, por tanto sin la inmunidad que le otorga el cargo.

El plagio es verosímil en esa tesis y en muchas otras más

Como ya ha sido recordado en estos días, la universidad donde Castillo obtuvo el grado de magister no tiene fama porque brinde una alta garantía de legitimidad a los títulos que otorga, sino por lo contrario.

César Acuña, el propio dueño de esa universidad, y de otras dos más, ha sido denunciado e investigado por sospechas de plagio en las tesis de sus propios grados. Una de ellas en la Universidad de Salamanca. En este caso, según el periodista que investigó mucho más que lo que suele hacer la señora Cueva, Acuña salvó el grado por la astucia de un abogado tan caro y hábil que también era abogado de Lionel Messi. Si Acuña pudo lograr que se hable de un posible plagio en un claustro como Salamanca, no sorprende para nada que algo así ocurra también en la remota “subsede” de su universidad en el distrito de Tacabamba, donde se graduó Castillo.

Universidades como esa proliferaron a partir de mediados de los años 90, luego de que el gobierno de Alberto Fujimori emitió un decreto para promover y liberalizar totalmente la inversión privada en la creación de universidades. Estas dejaron de concebirse como centros académicos productores de conocimiento. Apareció la figura de las universidades con fines de lucro, una especie de fábricas de títulos y titulados, incentivadas con jugosas exoneraciones tributarias, sin supervisión de la calidad de la enseñanza ni de los egresados, y por lo tanto sin garantía alguna sobre la calidad o fiabilidad de sus investigaciones y tesis.

Castillo nunca estuvo en un programa de maestría

En el programa Cuarto Poder de ayer domingo, dos profesores que obtuvieron sus maestrías junto con Castillo revelaron que nunca funcionó una sede ni un programa de maestría de la universidad de Acuña en Tacabamba. Lo que funcionó entre 2010 y 2012 es un curso informal para facilitar el grado de maestría a un grupo de profesores que se lo pidió a su paisano Acuña. El curso nunca tuvo local propio y funcionaba solo los fines de semana en uno u otro colegio. El profesor del curso “Desarrollo de Investigación” contó que lo dictó apenas en un fin de semana. El aparece como asesor de la tesis de Castillo y de otros que también se graduaron, pero nunca lo fue. Todo lo informal, irregular y farsesco de esas maestrías quedaron blanqueadas cuando la universidad les concedió los diplomas por el puro favor que su dueño, el buen Acuña, les quiso hacer.

Muchos se han escandalizado en estos días con el destape del plagio de la tesis de Castillo y su esposa. Pero si hubo ese plagio, la explicación no está tanto en ellos, sino en el sistema universitario que hizo posible la aparición y proliferación de universidades de puro negocio y permisivas como la de Acuña y fue establecido, como ya se ha dicho, gracias a Alberto Fujimori, el presidente paradigmático para la bancada de Fuerza Popular. Si algo debiera indignar a los escandalizados es ese sistema, la madre del cordero de la mediocridad de la mayor parte de las universidades privadas hasta hace poco. Lo de Castillo sería solo un caso entre miles o decenas de miles de títulos conseguidos indebidamente.

La creación de Sunedu

Pedro Castillo sacó su grado de bachiller en Educación entre 2005 y 2006, luego estudió la maestría en Psicología Educativa entre 2010 y 2011. En esos años estaban en todo su esplendor las evidencias de la estafa de la gran mayoría de universidades privadas. Por eso fue que hacia 2014 se dio una nueva ley universitaria, en la cual se dispuso la creación de Sunedu, organismo centrado en supervisar la calidad de la enseñanza universitaria pública y privada.

En cerca de 7 años de existencia, la Sunedu ha liderado un proceso de acreditación de calidad con el cual se han logrado mejoras de calidad reconocidas y visibles en la mayor parte de universidades. Pero también hubo las que no lograron satisfacer las exigencias mínimas y tuvieron que cerrar, afectando a una parte de sus estudiantes.

El escandaloso ataque contra Sunedu

En ese descontento se apoyaron algunos grupos de interés que han resistido a la Sunedu desde su creación y luego se articularon a diversas bancadas del Congreso, siempre sedientas de cualquier tipo de apoyo. Estas son las que, mientras se indignan por la posible graduación con plagio de Pedro Castillo, acaban de aprobar un proyecto de ley que debilita la autonomía de la Sunedu y abre una via de retorno al estado de cosas que hizo posible que ocurriera esa y quién sabe cuántas graduaciones indebidas en total.

Entre las bancadas que votaron a favor de esa contrarreforma educativa, las que aportaron más votos son la fujimorista Fuerza Popular; la derechista Acción Popular, el partido de la presidenta del Congreso, Maria del Carmen Alva; y Perú Libre, el partido de Vladimir Cerrón. Son polos supuestamente opuestos de la política peruana, pero disfrutan de la feliz coincidencia de tener vínculos con grupos de interés vinculados a las universidades de negocio.

Mientras esa es la inconsecuencia de los enemigos de Castillo, la de sus seguidores o aliados consiste en hacerse los tontos, negarse a asumir la verosimilitud de la versión del plagio y seguir refugiándose en la más cómoda creencia de que esto es solo un montaje más de los que quieren sacar al presidente.

Al final, como en otros escándalos destapados por los enemigos de Castillo, es posible que lo de su tesis plagiada tampoco determine su apartamiento del cargo, y el tercer acto sea otra vez uno sin ningún desenlace. Una más de las pequeñas historias de la continua polarización entre grupos pequeños y fragmentados, que no representa al país pero le bloquea el encaramiento urgente de sus verdaderos problemas de fondo. Emulando a Vallejo cabría decir, aquí todos falsean, con qué valor hablar de un plagio.