Opinión

La paz es fruto de la justicia

Por Pablo Najarro Carnero

Teólogo y docente

La paz es fruto de la justiciaFoto: Bikut Toribio Sanchium

Sectores políticos de la derecha peruana, unidos a una prensa que adhiere a sus intereses económicos, acuñan falaz y fácilmente la frase de que la paz se opone a la violencia. Quizá, recordando la antonimia escolar más cierto sería oponer la paz a la guerra.

Si una sociedad sólo busca favorecer a empresas a través de leyes generosas, aparentemente no daña a los que se la buscan día a día. Tal análisis es engañoso. Desde la Conferencia de Medellín, la Iglesia Católica también lo ha dicho. Si, tales beneficios crean ricos cada vez más ricos, a costa de pobres cada vez más pobres, entonces, tal asimetría es criminal e injusta. Muchos piensan que la riqueza llega a pesar de la riqueza de los de arriba. Es una prosperidad falaz.

Se muestran cifras macroeconómicas boyantes, se dice que la Constitución del 93 es la generadora de tal boom; pero no se dice cuál ha sido el costo social de la misma. Si sólo se toma en cuenta el movimiento de las empresas nos limitamos a un factor. Si no consideramos la variable del desarrollo humano en la ecuación, que debería ir acorde al desarrollo económico del país, entonces, tal ecuación es falsa.

Si consideramos las variables de esperanza de vida al nacer, años esperados de escolaridad, promedio de años de escolaridad e ingreso nacional bruto per cápita, para evaluar el desarrollo de las regiones en el Perú, constataremos tal asimetría entre los indicadores económicos y humanos.

Así, las protestas de los últimos días, son una respuesta a la promesa de un desarrollo que nunca llegó. Las propuestas de Castillo iban en esa línea y la percepción en las regiones, es que el Congreso impidió que se con concreten. Pasó el tiempo y nunca se dio. Al final, parte del problema fue la incapacidad del gobierno de Castillo, pero también la permanente oposición de las bancadas de oposición.

Las llamadas “marchas por la paz”, en momento de convulsión social, para oponerse erróneamente a ella, terminan por ensuciar el concepto de paz. Peor aún cuando se apoya en posiciones religiosas, sean estas católicas o evangélicas. Lastimosamente, el fundamentalismo religioso en ambos lados, termina por alejarnos de una recta lectura de la Biblia, ya que todo extremisto es dañino.

Mirando desde la óptica católica, el documento eclesial “Gaudium et spes”’ del Concilio Vaticano II dice: “La paz no es la mera ausencia de la guerra, ni se reduce al solo equilibrio de las fuerzas adversarias, ni surge de una hegemonía despótica, sino que con toda exactitud y propiedad se llama obra de la justicia” haciendo referencia al libro del profeta Isaías.

Si en estos momentos hay una violencia desbordada que no permite un estado de paz, es porque su premisa mayor fue la violencia.

Hay una errónea correlación que se propone al querer oponer una justa protesta social con el derecho al trabajo. El decir “que se deje trabajar a los que quieren trabajar” es una forma astuta e inteligente de desligar con un razonamiento tan bajo, a quienes trabajan de la problemática del país. Es como decir que el Perú tiene varios sectores sociales, independientes los unos de los otros. Esa es la lógica que maneja el sistema político que apuesta por una economía que se sustenta en el lucro. Dice el Catecismo de la Iglesia Católica, que si los derechos de una sociedad a exigir la justicia son negados a través del gobernante de turno o por la misma ley dicha autoridad se vuelve inmoral. Y si, la misma autoridad usa la fuerza para imponer una supuesta obediencia a la autoridad, deslegitima el poder de quien lo ejerce.

La respuesta de Boluarte y Otárola, a todas luces con el aplauso del Congreso -otrora acusador de Boluarte-, con casi media centena de muertes, no hace otra cosa que descalificar al gobierno de la primera presidenta mujer del país. Las protestas están en evolución, diríase desde los conflictos, en escalada. La burbuja o anillo de poder que rodea a la apurimeña, no le permite ver en lo qiue se ha convertido. Ese rio de su Chalhuanca natal – como dice el huayno – que lleva piedras, también se la llevará a ella.