Opinión

La historia y la reinvención del miedo

Por Susana Aldana

Historiadora

La historia y la reinvención del miedoFoto ©Luisenrrique Becerra | Noticias SER

Un día de 1532, un español llegó a estas tierras y tuvo que enfrentar a los nativos. Independientemente del metarelato histórico nacional donde uno son los buenos y los otros malos; unos son los ganadores y otros los perdedores; unos son los explotadores y otros los explotados, la realidad es que el miedo al encuentro, pacífico o violento, debió instalarse particularmente en los que llegaron a una tierra -y sociedad- no conocida.

Desde ese momento y de a pocos, el miedo entre los dos grupos culturales se fue instalando. Finalmente una minoría étnica progresivamente dominó a una mayoría étnica, aunque esta afirmación debiera ser muy bien sopesada porque la realidad es que un mundo cultural con una amplia experiencia en una muy larga guerra de reconquista (8 siglos) se instalaba sobre las bases de un imperio muy extenso cuanto flexible: Los españoles trajeron una oferta cultural y un modo de vivir que resultó más que medianamente atractivo a quienes vivían en estás tierras. No todo se trató de la violenta conquista pues también trajeron consigo, entre otros, la oferta de derechos sociales aunque colectivos, como los que tenía la ciudad, y entre compañeros, al estilo de los condotieros.

Con todo, el miedo se instaló aunque se logró establecer un status quo entre ambas culturas que mantuvo a la sociedad virreinal del siglo XVII en una suerte de tranquilidad pues cada quien "estaba en su lugar" y cada quien construyó su espacio de representaciones e identidades para con la Corona española que reconocía derechos y realidades diferenciadas a través de las negociaciones individuales de colectivos (comunidades, etnías, iglesia, etc). Sin embargo, es muy conocido que todas las reglas de juego cambiaron de la mano con la imposición de la nueva dinastía borbónica (1714). Progresivamente quedaría atrás ese juego político de negociar y reconocer bajo un mismo marco legal -las Leyes de Indias-, las diferencias internas de la sociedad virreinal. Se sabe que las Reformas Borbónicas (1780) implicaron de un lado, la modernización de las estructuras sociales imperiales pero a la vez, la preparación para la instalación de un sistema sociocultural muy distinto al existente, el que se conocería como sociedad industrial de base republicana.

Estos cambios seculares catapultan y reinventan los miedos sociales y se (re) construye el miedo a los indios, sobre todo, con la presencia de José Santos Atahualpa (ca.1750), rompiendo circuitos de comercialización del muy activo espacio mercantil centro- norte del virreinato y, particularmente en el sur, con Tomás Katari pero sobre todo Tupac Amaru II. Personaje este último que, sin lugar a duda, sienta definitivamente el miedo social en el Perú, en torno a la indiada y sus desmanes. Y si este miedo se hace visible en la sierra y la ceja de selva, no olvidemos que, por la costa más urbana y criolla, el miedo a los negros también se instala (la compilación de Chust y Rosas (2019) demuestra estos procesos).

Muchas anécdotas y procesos de la independencia abundan en esta recuperación del miedo. Desde el negro León que se sienta en el vicetrono del Perú (Arrelucea y Cosamalón, 2015:101), pasando por los iquichanos y Huachaca (Méndez, 2014), hasta la necesidad de controlar la población en momentos claves como la confederación y particularmente la guerra con Chile: entre otras posibles lecturas, la presencia y aceptación de A.A. Cáceres ciertamente responde al miedo y a la necesidad de una mano férrea que cohesionara y pusiera orden entre la indiada después de haber perdido una guerra. El temor a los indios reemerge para 1880-1890 y se reinventa con fuerza para 1915 con la presencia de Teodomiro Gutiérrez Cueva "Rumi Maqui", en el sur y por el norte, de un amplio número de bandidos. Por cierto que el ejército es la solución de los señores para mantener a raya a la indiada. En paralelo, el liberalismo en apogeo se despliega en el Perú y el miedo se reconfigura con los obreros y el comunismo.

Porque a lo largo del siglo XX, el escenario sociopolítico-económico se desplaza más que nunca a las ciudades; el estado- nación existe y la burocracia se extiende mas o menos funcional por el territorio peruano. Pero los mundos rurales comienzan su explosión demográfica merced a los avances en salubridad y sanidad; situación que sumada a diferentes momentos de crisis económica por cierre de mercados (1914, 1929, 1939), y por competencia internacional con los productos tradicionales (azúcar, algodón) durante la Guerra Fria supone la presión -y competencia- sobre la tierras de cultivo a lo largo del siglo XX, el unico sustento a una sociedad no industrializada. Como consecuencia y en número creciente, se dan las migraciones del campo a la ciudad. Lima, se siente primero sitiada (1960-70), luego invadida (1980) y finalmente, conquistada (1990); el resto de las ciudades irán reflejando la misma realidad.

Para estos años, estos migrantes se convertirán en el capital social peruano y latinoamericano que será el signo de una globalización imparable y que supone el fin de la modernidad o su readecuación como alta modernidad (Giddens, 1990) o hipermodernidad (Lipovestky,2004). Con un planeta definitivamente unido por la doctrina económica capitalista y la tecnología que ella potencia, la nación se reinventa y con ella, sus diferentes actores sociales. En el Perú, el reducto cultural andino, la región, emerge y es una muestra en pequeño, de lo que sucede en el mundo: la consolidación de los antiguos imperios asiáticos en terminos de posmodernidad posindustrial, capitalista desde sus propias particularidades, los lleva a plantear un sistema alternativo al sistema vigente y que supone el enfrentamiento entre los poderes del orden establecido y el nuevo orden en definición, reinventado desde la tradición. El mundo andino, amplio y diverso, se reinventa como un capitalismo andino, con reglas de juego económicamente mixtas, que responde a los diferentes bagajes culturales de las distintas sociedades y que primero intenta la relación directa de lo local con lo global (glocalidad) y luego, plantea la captura de la nación por la region.

De la mano con las reinvenciones sociales, el miedo también lo hace. Ya no es el indio, tampoco la indiada, ni los obreros ni la plebe; los indios convertidos en campesinos para mediados del siglo XX han emergido y culturalmente tienen un matiz diferente de entender el juego socio-económico que, no calza con la modernidad, tal como se entiende desde el poder urbano limeño nacional. El miedo se instala en una sociedad golpeada recurrentemente por crisis económicas, por el estrechamiento de las posibilidades empresariales, por la limitación de las oportunidades de trabajo a una clase media en expansión pero sin industria, llena de emprendedores, y que tiene que sufrir la pandemia del covid-19. La dualidad cultural del Perú se visibiliza y como no hay forma de entenderla porque está en cada peruano, se la tacha de comunismo o se la terruquea. El miedo es la respuesta a la dificil comprensión que la indiada ya no existe y que se ha reinventado dentro de un proceso de cambio a escala planetaria.

En el tiempo, ese español reconvertido ya no en criollo sino en peruano global terminará por aceptar la diversidad y superará el miedo a lo diferente.