Opinión

La guardia presidencial

Por Pablo Najarro Carnero

Teólogo y docente

La guardia presidencialFoto: Rincón de Historia Peruana

La caída de Castillo me ha dejado un mal sabor sobre lo que significa la guardia presidencial. En el hall de ingreso se recuerda al soldado Pedro Potenciano Choquehuanca y al sargento mayor Eulogio Eléspuru Deustua. Ambos, reconocidos por sendas leyes, murieron defendiendo palacio ante el golpe de estado contra Augusto B. Leguía. Me guarda mal sabor la labor del cuerpo de seguridad del presidente proveniente de la policía,

Se entiende que ellos tienen como función proteger la vida del presidente más allá de los avatares políticos. En teoría, ellos no responden a órdenes del mismísimo jefe de la policía nacional. Ellos debieron defender la integridad del presidente.

Lo que sabemos es que ese cuerpo de seguridad se sometió a las órdenes provenientes del jefe policial y del Congreso. Si Castillo quería llegar a la embajada de México, la guardia debió llevarlo sin discusiones. Eso no fue así. En el camino, el jefe de seguridad de aquel día, recibe la llamada de un alto jefe policial que ordena detener a Castillo y la guardia, cumple la orden. Lo trasladan a las oficinas de Seguridad del estado.

No voy a dar una opinión legal del mismo. Quiero dar un análisis del mismo.

Castillo da el anuncio de disolución del congreso. Acto seguido enrumba al parecer hacia la embajada. No se entiende que en menos de una hora, la Policía Nacional del Perú y el Congreso de la República actúen de manera célere a detener al presidente.

Lo único claro es que la policía ya sabía del posible accionar de Castillo al anunciar el gobierno de excepción. También se puede deducir que las fuerzas armadas, esas que juran “subordinación y valor” al presidente, no cumplieron la palabra sagrada. “Las órdenes se cumplen sin dudas ni murmuraciones”.

El accionar del ejército fue a todas luces político. La demora en pronunciarse sobre el hecho, ha generado dudas. Uno puede deducir que el ejército sabía de la idea de Castillo, que le fue comunicada por él mismo a algún oficial superior y que este, aceptó la orden presidencial. Pero, este oficial comunicó a sus pares de la marina y la aviación, por lo que vimos en la televisión, también la policía. Vimos como celebraban el haber actuado contra el alzamiento de Castillo.

Es muy seguro que, el Congreso fuera comunicado de la intención de Castillo. A la sazón el presidente del parlamento es un ex militar del Ejército, José Williams. Sin duda, el general tomó conocimiento y junto a los partidos de la derecha política, dejaron que eso pase y se organizaron para actuar apenas hecho el anuncio.

Es de recordar que Castillo ya tenía antes dos procesos de destitución, pero no tenían los votos. El tercero al parecer, tampoco los tenía el Congreso.

Esperado el anuncio, el Congreso actúa a través del jefe policial. El Congreso ya desde antes, le había quitado, muy soterradamente, el poder que tenía Castillo como Comandante Supremo de las fuerzas armadas. Había generado la situación de que el Presidente no debía inmiscuirse en los ascensos de oficiales superiores. Esta práctica fue muy usada por el gobierno fujimorista. Nicolás de Bari Hermoza Ríos, la ocupó por seis años y nadie chistó. Y sí, es la capacidad del Presidente, incluso, sobre la vida y la muerte de un subordinado.

Así, prácticamente, Castillo no tenía oficiales leales a su cargo.

Los oficiales generales, hasta el último pinche alférez, han ingresado a las escuelas de oficiales, por recomendaciones políticas. Y los que ascienden hasta la plana superior, en todas las armas, ya sean de la marina, la policía, el ejército o la aviación, también es por intereses políticos. Está practica viene desde el gobierno de Fujimori, si no lo es antes, desde el primer García.

El mismo Humala, por el poder que tenía, se bajó toda una promoción para subir a la suya. Y nadie chistó.

Veamos, si los oficiales que entraron desde 1985, hoy todos los oficiales superiores entraron en los gobiernos de García y Fujimori. Los de Paniagua – si lo hizo – y Toledo, a lo más son comandantes en cualquier arma.

Así, es que tenemos oficiales leales a cualquier partido de la extrema o moderada derecha política del país. Cualquier presidente de izquierda o progresista, debe saber que en ellos tiene no a guardianes de la democracia, sino a guardianes, por prebenda, del sistema político imperante en el Perú: la derecha en todos sus matices.