Opinión

¡La bala perdida!

Por Julio Failoc

Economista

¡La bala perdida!Foto: Presidencia de la República

Cuando todos creían que lo del adelanto de elecciones para el 2023 era posible, el Congreso dio nuevamente un portazo a la demanda más sentida de la población, mostrando que pesan más sus miserias y la ambición por quedarse en poder hasta el 2026 que la sana aspiración de un pueblo que ofrendó más de 60 vidas para tener una mejor representación en el legislativo y el ejecutivo.

No nos equivocamos cuando auguramos que era difícil un acuerdo político para el adelanto de elecciones para este año, simplemente porque se resisten a dejar el poder porque los involucrados no quieren renunciar al dinero que les reditúa estar en el cargo, además de los beneficios colaterales que les dejan los lobbies a favor de las grandes corporaciones, como lo denunciara en su momento la congresista Susel Paredes.

Sin embargo, la cosa no va a quedar allí, pues la presión para que el Congreso apruebe el adelanto de las elecciones ya no solo vendrá de la demanda de los sectores movilizados, sino también de los grupos de poder y de los medios de comunicación concentrados. La paralización de la economía y las cuantiosas pérdidas generadas por la crisis política, han roto el mito de que la economía y la política caminan por cuerdas separadas, lo cual ha puesto en alerta a los que cortan el jamón en este país.

Aun cuando todavía haya resistencia de algunos medios de comunicación para no quitarle el respaldo al gobierno de Dina Boluarte y seguir justificando la militarización y represión a la movilización popular, lo más probable es que se irán alineando en un solo discurso tal como lo hicieron en contra del gobierno de Pedro Castillo. Y es que la gestión de Dina Boluarte en su intento de “pacificación” ha tenido un costo social y económico muy alto que al final lo estamos pagando todos los peruanos, incluido los grandes empresarios. Nadie creyó que era posible un gobierno peor que el de Castillo.

Por su lado el ejecutivo por enésima vez, sin que nadie le haya preguntado ha anunciado que la presidenta no va a renunciar y que no va a ceder ante la presión de los grupos violentistas, que la pelota está en la cancha del Congreso, que ellos ya hicieron lo suyo, haciendo oídos sordos a las demandas de la población que exige que se vayan todos desde antes de los sesenta muertos.

En la historia republicana, ningún gobierno --con la complicidad y el aval de un Congreso irresponsable y mediocre-- ha resistido tantas muertes, ni tampoco un pueblo movilizado ha resistido tantos días.

El circulo se va cerrando para un desenlace acelerado: la negación del congreso al adelanto de elecciones, la fuerza de la movilización de la población con un aumento de los muertos producto de los enfrentamientos, la paralización y el incremento de pérdidas en la economía, hará que los grupos de poder empiecen a presionar, con el apoyo de los medios de comunicación, para una salida inmediata a la crisis al ejecutivo.

Dina Boluarte ya no tiene salida pues le alcanzó una bala perdida desde el Congreso, sin embargo, le queda algo que podría reivindicarla en algo por tantas muertes: la bala de oro que está obligada a disparar para que todos se vayan a sus casas.

Los congresistas que apostaron a entornillarse en el poder para cobrar todos sus sueldos completos hasta el 2026, no solo perderán la soga, sino también la cabra por miserables y embusteros, porque no hay nada más poderoso de que el rumor de las calles y los intereses de los grupos de poder cuando se les toca el bolsillo.