Opinión

Keiko, la primera dama de las esterilizaciones forzadas

Por Alejandra Ballón

En el debate presidencial de la primera vuelta, el candidato Miguel Hilario le preguntó a la candidata Keiko Fujimori por su desempeño laboral “Señora Fujimori en su hoja de vida pareciera que tiene poca experiencia laboral y su experiencia política también incluye el haber sido primera dama según algunos estudios como el mas corrupto de la historia del Perú y del mundo. ¿Porqué los peruanos deben confiar y votar por ti?” La señora Fujimori respondió enfáticamente “tengo cuarenta años y veinte años en política”. Como sabemos la carrera política de K. Fujimori comienza en agosto de 1994 cuando reemplaza a su madre en el cargo de Primera Dama de la República luego de que Susana Higuchi fuera torturada por haber denunciado la corrupción de la ONG Apenkai de la propia familia Fujimori. Un año más tarde en setiembre de 1995, Alberto Fujimori modifica la ley de población que pone en vigencia el Programa Nacional de Salud Reproductiva y Planificación Familiar que dio como resultado miles de esterilizaciones forzadas. Keiko Fujimori fue Primera Dama desde 1994 hasta el año 2000, es decir a lo largo del desarrollo del nefasto programa de salud, es por ello que las víctimas –en su mayoría mujeres y hombres del campo–, el movimiento feminista, las organizaciones de derechos humanos y la sociedad civil organizada se refieren a la señora Fujimori como la Primera Dama de las esterilizaciones forzadas.

Keiko Fujimori tenía entonces 20 años, era joven y hasta donde sabemos no participó de la política de Estado del programa maltusiano de salud pública que truncó la vida de miles de familias peruanas. Sin embargo de manera continua y sistemática, ella y su actual bancada obstaculizan la justicia y siguen negando la responsabilidad política del gobierno fujimorista. En la actual campaña electoral, la candidata Fujimori sin vergüenza alguna, manipula políticamente el caso que según algunos politólogos le arrebatara la victoria presidencial en la segunda vuelta electoral del 2011. Esta vez el discurso populista comenzó en Harvard, cuando en el “debate” con Levitsky (setiembre de 2015) Fujimori llamó «mito» a las esterilizaciones forzadas para de inmediato inculcar –luego de reconocer que si hubieron víctimas a las que el Estado debía reparar– toda la responsabilidad política en el sector médico. En respuesta el sector médico representado por Jesús Bonilla, presidente de la Federación Medica Peruana (FMP), rechazó las declaraciones a las que tildó de mentiras. Bonilla preocupado se preguntaba “imagínense cómo va a ser su gobierno, si gana”.

En noviembre del año pasado se creó el Registro de Víctimas de Esterilizaciones Forzadas conocido como REVIESFO para “identificar el universo de personas afectadas y garantizar su acceso a la justicia”. Este hecho, dio un giro al discurso de Fujimori, que en aras de mantener un discurso populista, dice solidarizarse con las víctimas. Esta ambigüedad discursiva continuó, en marzo cuando la señora Fujimori volvió a confundir a la población minimizando los alcances del caso al señalar que sólo habían 300 quejas en la Defensoría del Pueblo y que están se convirtieron luego en 30 denuncias en Fiscalía. Ante lo señalado por Keiko Fujimori hay que aclarar que hasta la fecha la investigación en curso cuenta con más de 2,074 denuncias por esterilizaciones forzadas y esta cifra aún incierta va en aumento. Por otra parte, las más de 300,000 esterilizaciones se dieron en el marco de un programa de salud pública discriminatorio que se focalizó en las mujeres indígenas y rurales, privilegió el método de ligadura de trompas y vasectomías bajo un sistema de metas y cuotas, y se dio sin el consentimiento legítimo de los afectados.

En el caso de las esterilizaciones forzadas el discurso populista se cristaliza. Este comenzó cuando Alberto Fujimori engañó a las mujeres en el Mensaje a la Nación de 1995 diciendo que por fin las mujeres serian “dueñas de su destino”. Que les pregunten a las miles de mujeres afectadas que han perdido la fuerza física, la capacidad para tejer en telar de cintura o trabajar en el campo, a las que les han extirpado el útero porque ya no había mas remedio, a quienes han sido abandonadas por sus esposos por haber perdido su función procreadora, a quienes han perdido su capacidad sexual por completo y un largo etcétera. Que les pregunten a las mujeres mutiladas si ellas ahora son dueñas de su destino como pregonaba Fujimori padre.

El discurso Fujimorista per se es populista y de un cinismo extremo. Sin límites, miente, se adecua y promete al pueblo lo que sea a cambio de votos. Incluso Fujimori –padre e hija– utilizan el dolor de las víctimas con ese fin. El caso de miles de mujeres despreciadas y esterilizadas salvajemente es el talón de Aquiles de Keiko Fujimori. Hay demasiadas pruebas, demasiadas víctimas, la sociedad civil llena las calles protestando, la prensa nacional e internacional siguen de cerca el caso, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y el Parlamento Europeo han expresado su preocupación y piden se abra el juicio. La señora Keiko Fujimori ya no puede seguir negando las esterilizaciones, por eso ahora dice que sí hubieron esterilizaciones forzadas pero señala que estos fueron errores médicos y que en su eventual gobierno habría que reparar a las víctimas. Este pequeño giro en el discurso se da en la coyuntura política de la campaña electoral, es decir, para ganar votos.

El estado convaleciente de las mujeres lo conocen muy bien los médicos, por eso el actual decano del Colegio Médico Miguel Palacios quien fue testigo de las esterilizaciones cuando ejercía en EsSalud de Trujillo, sentenció: “No creemos que Keiko Fujimori juzgue a su gente por las esterilizaciones forzadas”. En un eventual gobierno de Fujimori cabe entonces preguntarnos ¿cómo se va a reparar a las víctimas de esterilizaciones forzadas si a pesar de las contundentes pruebas la bancada Fujimorista -hoy Fuerza Popular- sigue negando su responsabilidad política? ¿Cómo y quienes van a investigar, cumplir y ejecutar las posibles sentencias si en estas están implicadas el propio padre, y Keiko Fujimori tiene hoy en día como asesores de salud a los principales responsables del crimen de lesa humanidad? ¿Cómo se va a reparar a las víctimas si el retorno de un eventual gobierno Fujimorista representa una actual amenaza para las víctimas, sus defensores y los investigadores del caso?

Queda la esperanza de que los peruanos no conformamos una sociedad genocida. El método del discurso populista Fujimorista se legitima y se enquista en la política nacional y hace de la discriminación abierta y sistemática, el falso testimonio, los impunes crímenes de lesa humanidad y probablemente el horror social más masivo cometido por el Estado contra las mujeres peruanas, su bandera, pero esto tiene un límite. El pueblo no puede atentar contra si mismo y el salvaje desprecio por la vida de las mujeres más pobres debe ser suficiente motivo para deslegitimar una propuesta política que arremete sin parar contra nuestra dignidad social.