Opinión

Insurgencia ciudadana y protagonismo de las mujeres andinas

Por Linda Lema Tucker

Socióloga

Insurgencia ciudadana y protagonismo de las mujeres andinasFoto: Bikut Toribio Sanchium | Noticias SER

Las mujeres están siendo protagonistas de esta gran historia que, aún, está por escribirse: las protestas de la insurgencia ciudadana. En estos días, en Lima, se llevan a cabo, grandes jornadas de lucha democrática, en que, cientos de mujeres, de los más infinitos rincones del Perú, con voces altas y contundentes, demandan la renuncia a Dina Boluarte, el cierre del Congreso y Asamblea Constituyente.

Dejaron atrás a sus hijos, la cosecha, el ganado. Han roto la esfera privada y se han incorporado a asuntos político, para plantear solución a añejos problemas que aún están sin resolverse. Tienen fe de que un nuevo amanecer en el Perú, está a punto de llegar. En las protestas se les distingue por sus faldas coloridas y brillantes, sus llicllas tejidas que llevan sobre sus espaldas y hombros, y su maravilloso hablar aymara o quechua. No están dispuestas volver a sus pueblos, hasta que Dina renuncie, pues, su renuncia, es cumplir esa promesa que hicieron a los sesenta peruanos asesinados, que lucharían hasta el final, hasta que este régimen dictatorial abdique. Llevan en su memoria y son inspiración de sus luchas, la historia de aguerridas heroínas quechuas y aymaras, que les precedieron cómo inspiración. Saben, además, que este es un nuevo tiempo, en que la fuerza colectiva ha de superar lo viejo que ha de sentar las bases de un renacimiento de un nuevo estado, en que sectores olvidados del país, participen del poder en una constitución de una nueva República.

Las mujeres, las calles y los nuevos liderazgos

En estos días, con gran intensidad y fuerza, las mujeres marchan por las calles de Lima, lanzan arengas, cantan y bailan huaynitos, exigen la renuncia de “la Dina”, como suelen llamarla. Con ellas, hemos caminamos cuadras y cuadras, hasta que la policía nos sorprendió y reprimió con las lacrimógenas. El gas sofocaba, cuando vi que, en sus alforjas, llevaban pañuelos y vinagre para evitar el ardor en las vías respiratorias. Seguimos marchando y, escuchó la proclama más voceada, “Dina, asesina, el pueblo te repudia”. Hasta llegar a la Plaza Dos de Mayo, donde una comisión de mujeres, espera a las compañeras para alcanzar sándwiches y bebidas. Aquella solidaridad me sorprende. Pero, llama la atención, ver a nuevas lideresas, quechuas y aymaras, que, con trenzas, ojotas y una bandera peruana sujeta al cuello, con una fuerza sorprendente siguen arengando, ofrecen entrevistas y expresan su sentir y opinan sobre el significado de la lucha de sus comunidades y pueblos. No dejan de demandar la renuncia de Boluarte, al contar: “Ella mandó a matar a nuestros hijos y hermanos y, no ha pedido perdón. Es una mujer despiadada, que está militarizando nuestros pueblos para seguir matándonos”. Esta enérgica posesión política con la que hablan las mujeres, son expresión de que algo importante viene ocurriendo en el Perú profundo.

Siguen protestando por las céntricas calles de Lima, además, lo han hecho en distritos llamados exclusivos, San Isidro y Miraflores, en que, antes, algunos “señores” se creyeron les pertenecía. Recordemos que, no hace mucho tiempo, mujeres andinas, fueron echadas de Larcomar en rechazo a sus formas de vestir y costumbres de un país, que paradójicamente, tiene un origen multiétnico y multicultural. Además, por muchos años, se trasmitió en la televisión, el programa La Paisana Jacinta, que constituyó un insulto y un atentado racista a la dignidad de las mujeres indígenas campesinas.

Por eso es que, la insurgencia que se desarrolla ahora contra este régimen, este marcado por la acumulación histórica de tantos abusos, discriminaciones y violencia contra la mayoría poblacional que tiene un origen indígena, por lo que, el necesario cambio democrático ha de venir de los pueblos originarios a fin de eliminar tanto dolor e instaurar un destino distinto para millones de peruanos.

Luchadoras atadas a la historia

A lo largo de estos días, hemos observado que las mujeres están unidas por la historia, esa historia que ahora escriben las mujeres feministas y, que hoy, vuelve a repetirse, por mujeres andinas, universitarias, trabajadoras, amas de casa y feministas, que se han plegado a la lucha histórica de las calles, en las brigadas de auxilio, en la prensa alternativa, en la ayuda de alimentos en las carreteras, las mujeres con faldas multicolores, ojotas y huaraca en mano, se enfrentan a la policía – como hemos visto en las redes -, acciones, todas de mujeres para acabar con un régimen totalitario, anti mujeres, como lo hizo, Micaela Bastidas en el Cusco, o, Rita Puma Justo, en Puno, heroínas que, como muchas otras, alzaron su voz de protesta y participaron en episodios históricos, contra la dominación y la violencia de género, ejercidos por regímenes patriarcales y opresores, que, consideraron a la mujer indígena como una raza y un género inferior.

Cómo olvidar a la gran Micaela Bastidas, cusqueña del pueblo de Pampamarca, que lideró junto a Túpac Amaru II, la Gran Rebelión de 1780, buscando acabar con la opresión y explotación colonial y abolir los tratos vejatorios a la mujer indígena, víctima, en esos tiempos, de todo tipo de abusos. En esos días en las grandes movilizaciones, una legión de mujeres quechuas y aymaras, en Lima, como hace 243 años ocurrió en el Cusco, han hecho suya, su vibrante proclama: “Yo no tengo paciencia para aguantar todo esto”.

Recordar a la mítica heroína aymara, Rita Puma Justo, mártir de la república tahuantinsuyana, que luchó en hacer realidad la utopía andina. En su ardua lucha contra los gamonales que se apoderaban de tierras y ganado, dirigentes llegaron a Lima a reunirse con Augusto B Leguía, que no los escuchó. Fue entonces que Rita y otros dirigentes decidieron protestar en la rebelión Wancho – Lima, y hacer realidad un sueño fundacional, una nueva capital peruana en el altiplano de Puno a orillas del lago sagrado de los incas. Más tarde, fue capturada, flagelada, masacrada a golpes y ahorcada en la Plaza de Armas de Moho, el 9 de enero de 1924, junto a 198 campesinos. Sin embargo, Rita Puma, es un mito vivo impregnado en la memoria del pueblo aymara, su ejemplo estimula la lucha emprendida por los pueblos y comunidades del Perú. (Diario La República, Domingo, p. 12, 29 de enero, 2023)

Según revelan los cronistas, que hay momentos históricos en que los espíritus de aquellos héroes y heroínas, se alzan por la libertad y la felicidad de los pueblos, y lo hacen, porque no han podido marcharse definitivamente, pues, dejaron muchas cosas sin resolver. Sucede, en estos días, aquellos ancestros están invitados y acompañan a la grandiosa insurgencia ciudadana nacional.

Ocurre, que estamos viviendo una crisis política, que muestra una dificultad más profunda establecida a través de tantísimos años, en que, mujeres y hombres de pueblos y comunidades fueron olvidados y abandonados por el Estado, hoy, esa brecha es evidente, toda vez, que una avalancha multitudinaria de seres humanos, ha llegado Lima para exigir, justica.

Una patria para todos

La crisis política remite a que pensemos en un cambio necesario y urgente sobre el orden establecido en el país, un cambio que reivindique a las poblaciones postergadas, en particular, las poblaciones indígenas, que toman un protagonismo y exigen participar del poder.

Esta realidad, demanda un cambio de una nueva constitución en que sectores olvidados se les asigne un verdadero poder. Importante es la reflexión del profesor de la Universidad de Puno, Eland Vera, que, al referirse a la crisis política manifiesta que es el petitorio de un cambio de constitución en las regiones del sur, y, que, la constitución debiera ser una plataforma en la que nadie se sienta excluido ni olvidado. Advierte que, con la polarización qué existe hoy en día, conseguir esto es difícil, pero es un trabajo que vamos a tener que sacar adelante y que, si no cambiamos, nada cambiará en realidad. (Noticias Ser, 5.1.23).

Las protestas multitudinarias en Lima, Cusco, Puno, Arequipa, Ayacucho, Apurímac y otras regiones, señalan que este momento es nuevo en el Perú, una época que tiene un mito, una fe y una esperanza. Pues, resulta, que sobre las grandes hazañas colectivas hecha por la ciudadanía, se construyen sociedades más justas y libres. Porque es la fuerza del pueblo que supera lo arcaico y sienta las bases de un renacimiento. De allí que, podamos decirle a Dina Boluarte, al premier Otárola y a sus ministros: podrán endurecer su política represiva, podrán responsabilizar a los grupos “terroristas” de los 60 asesinatos de los hermanos del Sur, pero, no podrán acallar la fuerza de la fe y la esperanza, que se levanta por encima de los tanques, del despliegue militar en territorios aymaras, de las bombas, los asesinatos, la intromisión a la Universidad de San Marcos, las detenciones, las desapariciones. Es que, la protesta nacional marca, de todas maneras, un nuevo amanecer, en que ha de nacer una nueva constitución y un nuevo Estado multiétnico y multicultural, en que todos, estemos representados. (Lema, diario La República, pp. 14 – 15, 7 de agosto 2000).

Que la música, el canto, el baile y la plegaria serrana de las fuerzas democráticas, de las fuerzas de la resistencia civil, convoquen nuevamente a Tupac Amaru, a Micaela Bastidas, a Rita Puma Justo, a Tomasa Tito Condemayta, a Micaela Bastidas y tantos otras y otros peruanos, que, junto a incansables y humildes luchadores de la libertad y la igualdad, den entrada a la luz al final del túnel. Es cierto que, cuando va amanecer la noche se pone más oscura …para luego dar paso a la nueva luz.