Opinión

Guerra en la montaña. Centenario de la Revolución de Iquitos de 1921

Por Gustavo Montoya

Historiador

Guerra en la montaña. Centenario de la Revolución de Iquitos de 1921Foto: Facebook "Centenario de la Revolución de Iquitos"

“ese problema perenne de la historia: la relación entre el individuo y los acontecimientos (…) entre un personaje y una revolución” Alberto Flores Galindo (1981)

Es el título del libro escrito por Martín Reátegui Bartra, que reconstruye una de las rebeliones republicanas anticentralistas más sonadas, que sacudió a toda la región amazónica entre agosto y diciembre de 1921, al tiempo que, en Lima, se asistía a una fiesta permanente por el derroche de recursos, fanfarria y espectáculo, con motivo de la celebración del centenario de la independencia. De entrada, habría que señalar que el texto se sostiene en un sólido manejo de fuentes documentales de la época, además de usar la riquísima tradición oral aún existente, y que, en términos metodológicos, enriquece un relato casi cinematográfico. Desde las primeras páginas, el lector es invitado a reconocer los escenarios del epicentro rebelde, en esas hoy casi míticas calles y casonas del centro histórico de Iquitos, una de las ciudades límite del Perú, por la condensación de historia y tradición que recorre sus calles y edificaciones. Es inevitable el aura de resplandor que evoca la época del caucho, con sus realizaciones y miserias.

La rebelión de 1921, hace parte de una serie de alzamientos, motines y protestas armadas previas a los eventos que el libro reconstruye. El autor se ocupa de recoger justamente tal estado de ánimo rebelde, casi una tradición que contribuyó poderosamente a que los actores sociales de la región se plieguen al comando revolucionario. Este último aspecto es relevante a lo largo de la investigación, y para dar cuenta de tal fenómeno, el autor discute las categorías de regionalismos, federalismos y separatismos (pp. 17 – 29); en realidad una compleja cultura política en la que concurren una serie de fenómenos, como la lejanía y el aislamiento territorial, el descuido y hasta cierto desdén por parte del Estado, hacia las necesidades y requerimientos básicos de la población, y de la burocracia local, los niveles de corrupción y relajo entre las fuerzas armadas, la existencia de grupos de interés comerciales, sin dejar de visualizar los conflictos ente las elites económicas y la manipulación permanente que ejercían sobre la población.

El líder de la rebelión, el capitán Guillermo Cervantes, es presentado a través de una acuciosa recopilación de las proclamas suscritas por los rebeldes, la organización del comando revolucionario, los integrantes civiles y militares del mismo y los testimonios de los adherentes al movimiento como también de sus detractores. Resultan fundamentales en la reconstrucción de los hechos, los escritos de Samuel Torres Videla, a quien el autor designa como el cronista de la revolución. De otro lado, los anexos documentales permiten al lector o investigador interesado, ensayar una lectura alterna del acontecimiento que el autor analiza. Precisamente del análisis de esta documentación, se puede inferir el sesgo ideológico de los lideres, su antileguiismo militante, y cierto horizonte utópico que anima a los rebeldes para invocar la refundación de la república.

Otro aspecto sustantivo del libro, es la reconstrucción de las redes políticas locales y nacionales (pp.51-63), y que Martín Reátegui propone a partir de la Liga Loretana, una asociación de carácter políticp en la que confluyen diversas orientaciones ideológicas, facciones y conflictos internos en torno a la representación de los intereses de la región y de sus actores sociales. El protagonismo de los actores políticos durante el alzamiento, fue determinante para que los líderes militares de la rebelión, obtengan el necesario manto de legitimidad social, indispensable para la prolongación del alzamiento. En esta misma dirección, el autor reconstruye el encuentro de Guayaquil que involucró a los actores del alzamiento, con personajes nacionales como Augusto Durand, Óscar R. Benavides y J.C. Mariátegui, con lo cual, el movimiento de Iquitos adquiere un carácter de dimensiones continentales.

Si bien la insurrección se inicia en Iquitos, las ondas expansivas se reproducen en las actuales regiones de San Martín, Ucayali y Amazonas. Claramente se abren dos escenarios de guerra: el frente Huallaga, que cubre Yurimaguas, Tarapoto, Lamas, Moyobamba y Rioja; y el frente Ucayali, que involucra el sector del rio Pachitea- Ucayali. Los combates librados en los ríos y las riberas agrestes entre los rebeldes y las fuerzas represivas, son seguramente los pasajes más logrados del texto. Se trata en efecto, de la cotidianeidad de la guerra, con sus secuelas de barbarie y heroísmo; interesa de otro lado, la recuperación de personajes civiles y militares, que son retratados en toda su humanidad, con sus dudas, temores, ansiedades e ilusiones. En suma, es un libro que se inserta en una coyuntura en la que el uso de la violencia aún era considerado como legitimo por los actores de la época.

Con esta publicación, el autor logra recuperar la riqueza cualitativa de los movimientos de protesta acaecidos en una región particularmente sensible, como es la Amazonía, debido a sus señas culturales, que hunden su historicidad en cierta conciencia regional, proclive a preservar sus tradiciones rebeldes. Cierta economía moral que hace de sus habitantes, actores vigilantes y dispuestos a interponer sus demandas y exigencias, ante el asfixiante centralismo del pasado, el presente y el porvenir.

No estaría nada mal que lean este libro, esos comedidos y modernos intelectuales republicanos, que de perfil les hacen el juego a los golpistas, pues estos, los golpistas con uniforme y sin uniforme, en su ignorancia son capaces de todo, de todo, hasta de conducirnos a otra guerra civil, cual pirómanos sociales. En cambio, cualquier historiador medianamente informado, sabe que, de vez en vez, los huaicos y desbordes sociales, esos que arrastran lodo y fango, son el resultado del hartazgo y cierta impaciencia que se va acumulando con método desde los bordes de esta república agujereada. Y este libro reconstruye precisamente uno de esos alzamientos.

Martín Reátegui abre un necesario debate y reflexión, sobre una región un tanto descuidada por la historiografía, que usualmente se ha referido a la ausencia de fuentes fiables; tesis que es firmemente desmentida en esta investigación, que seguramente animará otras publicaciones, que enriquezcan las miradas y perspectivas. Finalmente felicitar la impecable edición del texto, acompañado por una galería de ilustraciones que le dan color y, con toda seguridad, estimularán la curiosidad del lector interesado.

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