Opinión

Gestando un gobierno autoritario de verdad...desde el Congreso

Por Carlos Reyna

Sociólogo

Gestando un gobierno autoritario de verdad...desde el CongresoFoto: Congreso de la República

La mayor parte de los medios y analistas vienen teniendo una mirada tuerta sobre lo que está pasando en el país. Hace buen tiempo que, absorbidos por el lento desplome de Pedro CastilIo y su gobierno, subestiman a los que desde hace un año controlan al Congreso. Como se sabe, son esos dos polos, gobierno y congreso, los que cada día agravan la crisis general del país. Convencido de que se acelera el derrumbe del primero, en el segundo se están apurando las movidas para reemplazarlo.

Castillo, torpe hasta para atarantar

En un intento en verdad inútil de parar su caída, el presidente ha llamado a las organizaciones sociales para que lo defiendan y se ha reunido con ellas unas tres veces en los salones de Palacio de Gobierno. Por más que en esas reuniones se hayan anunciado una movilización nacional para defender a Castillo, cerrar al Congreso e instalar una asamblea constituyente, las características de las mismas no anuncian que esa movilización se vaya a producir. Poca gente y peroratas aburridas y adormecedoras del presidente y sus ministros.

Si Castillo y su estado mayor estuvieran de verdad en un plan de contraatacar con las masas, tal como algunos asustados o escandalizados lo creen, pues no tienen pinta ni de querer ni de poder hacerlo. Si quieren asustar con algo así como un asalto a la Plaza Bolívar, más bien da la impresión que no van poder ni con la plaza Francia.

Incontinencias autoritarias en el Congreso

Percibiendo la inminente derrota de Castillo, las bancadas de la derecha en el Congreso se han puesto frenéticas. No pueden esperar más para disfrutar del poder que quieren tener en sus manos. Es obvio que proyectan sacar al presidente y a su vicepresidenta, Dina Boluarte, y colocar en su lugar a quien presida al Congreso. Algo de esa incontinencia se desbordó este último jueves 11 con varias actuaciones autoritarias.

Una fue la agresión de María del Carmen Alva contra Isabel Cortez. Fue toda una performance. Una vez más sintió que el Congreso era su casa. Se sintió con la autoridad y fuerza para avasallar a quien percibe como una intrusa. Nada nuevo en Alva. Ya antes hizo lo mismo contra una alcaldesa provinciana. Que esa alcaldesa y la congresista Cortez pertenezcan a similares estratos sociales delata cual es la idea que tiene ella de quienes deben mandar y quienes obedecer. Una irracionalidad supremacista hostil al más elemental sentido de la democracia.

Otra perla fue la intervención de la congresista Gladys Echaíz en relación al llamado de Pedro Castillo y del premier Aníbal Torres a una movilización popular que defienda su gobierno. Para ella, como para otros, eso era un llamado a la violencia, pero la señora fue a más. Sostuvo que, con eso, Castillo estaba incurriendo en el delito de terrorismo. Con eso, la ex fiscal trajo de vuelta las imágenes de 2021, cuando los intentos de invalidarlo como candidato, como ganador de las elecciones y luego como presidente, se sostenían asociándolo con el terrorismo.

Esta operación de asociar a Castillo con el terrorismo tiene el mismo móvil que el de las agresiones de Alva a la congresista Cortez y a la alcaldesa: invalidarlos, excluirlos, sacarlos de escena como interlocutores políticos, ponerlos en un lugar diferente a la arena política. Nuevamente, nada que ver con la democracia.

La tercera muestra fue el intento de la congresista fujimorista Patricia Juarez de romper la regla para la elección del reemplazo del tercer vicepresidente del Congreso. Tenía que ser mediante voto presencial, no remoto. Pero como hubo congresistas afines a ella que no se hallaban en el Congreso, pretendió quebrar esa regla y que se permita el voto remoto. Argumentó que en la democracia el derecho al sufragio no se puede recortar. La reacción de congresistas de diversas bancadas la obligaron a que retire su cuestión de orden, pero luego de una pataleta porque no le dieron el gusto.

La naturaleza autoritaria de la mayoría del Congreso

Ninguna de estas muestras de autoritarismo aparece recién ahora en estas corrientes y personajes. Lo que ocurre es que están volviendo a expresar lo que estas corrientes ya eran y siguen siendo ahora: una corriente autoritaria cuya oposición a Castillo no tiene móviles democráticos sino el propósito de instalar un régimen a su medida.

En su muy conocido libro sobre cómo mueren las democracias, Steven Levitsky y Daniel Ziblatt alertan sobre cuatro características que suelen tener las corrientes que las derrumban para establecer en su lugar regímenes autoritarios. La corriente que conforman Fuerza Popular, Renovación Popular y Avanza País las cumplen escrupulosamente.

I) Rechazo o débil aceptación de las reglas democráticas de juego

Lo de Patricia Juarez intentando quebrar la regla del voto presencial para elegir al tercer vicepresidente del Congreso es poca cosa frente al antecedente de esos tres grupos cuando inventaron un fraude para desconocer las elecciones de 2021 pero está en esa línea. No solo continúan con esa tesis sino que aún ahora, 14 meses después, continúan acosando a los jefes de los organismos electorales. Nada extraño, pues su gran referente es Alberto Fujimori, que no paró hasta comprar a los organismos electorales completos, amén de los otros poderes del Estado, y violó su propia constitución para hacerse reelegir.

II) Negación de la legitimidad de los adversarios políticos

Lo de Echaiz terruqueando otra vez a Pedro Castillo desde el Congreso sirve para recordar que eso es lo que hicieron en las elecciones de 2021 con toda la izquierda en la primera vuelta, con Castillo en la segunda, y con este y su entorno una vez que fueron gobierno. Su principal vocero en estas cosas, Jorge Montoya ha llegado a presentar un proyecto para ilegalizar a los partidos comunistas. Solo dejaron de hacerlo cuando el tema de la corrupción les resultó más efectivo. Pero volverán a esto en caso de nuevas elecciones y nuevos adversarios.

III) Tolerancia o fomento de la violencia

Acusan a los ineptos Castillo y Anibal Torres de violentos, pero la escena de María del Carmen Alva zarandeando a Isabel Cortez no se explica sólo por la psique de esta señora. También se explica por su pertenencia a un campo habituado a cometer, justificar y tolerar actos de violencia. Allí se ubica José Barba que hace pocos días dijo sobre Pedro Castillo “hay que meterle un lanzallamas, hay que arrastrar el cadáver, jamás dejan el poder por las buenas”. También está allí Alejandro Cavero que emitió un informe exculpando a ministros y jefes policiales por los asesinatos de los jóvenes Inti y Bryan, durante las marchas contra Merino. Igualmente, Rafael López Aliaga, que gritó “muerte a Cerron, muerte a Castillo” en la segunda vuelta del año pasado. Del mismo modo, decenas de congresistas fujimoristas, antiguos y actuales, que aprobaron o ahora justifican las leyes para amnistiar a policías y militares responsables de masacres como Barrios Altos, La Cantuta y otras. Finalmente, el gran símbolo de ese campo, hasta ahora mismo, es Alberto Fujimori, sentenciado por homicidio calificado de 25 personas, secuestro agravado y otros delitos.

IV) Predisposición a restringir las libertades civiles

Pocos ignoran los antecedentes del fujimorismo respecto a las libertades políticas y civiles en el país, pero eso no es cosa del pasado. Es público que sus actuales representantes colocan a la dictadura de su fundador como un gobierno paradigmático. Ellos, ellos más los filofujimoristas Renovación y Avanza País, tienen muy buena onda con los grupos violentistas que acosan y agreden a periodistas, medios, intelectuales y ong de derechos humanos. Como ya se ha señalado, también patrocinan proyectos de ley tendientes a excluir de la participación política a partidos de izquierda.

Y esos son los que aspiran a formar gobierno

De manera que las actuaciones autoritarias o violentas de las señoras Alva, Echaíz, o Juárez, o de personajes como José Barba, no caen de la nada. Se ubican dentro de la tendencia autoritaria de la corriente que justamente ahora controla de manera más clara al Congreso. La composición actual de la mesa directiva trasluce ese control, y de allí saldría, según sus planes, quien reemplace a Castillo.

No cabe duda que hay también rasgos autoritarios en Pedro Castillo y su gobierno, pero son superados de lejos por los de la corriente mencionada. Esa es la razón más importante por la que, si hay que adelantar las elecciones, estas tendrían que ser generales.