Opinión

Entre la vacancia y el adelanto de las elecciones generales

Por Carlos Reyna

Sociólogo

Entre la vacancia y el adelanto de las elecciones generalesFoto: Congreso de la República

Entre 1990 y ahora hemos visto a muchos presidentes ser ungidos, destituidos, investigados, condenados, e incluso uno fugado y otro suicidado. Las cosas llegaron a tal extremo que, si las elecciones de 2021 las ganaba Keiko Fujimori, hubiera sido la primera presidenta que antes de asumir el cargo ya tenía una prisión preventiva y una acusación fiscal con pedido de 30 años de cárcel por delitos graves.

Imposible no darse cuenta, después de todo esto, que las garantías para un buen gobierno no se logran solo con el cambio normal o abrupto de presidentes o de congresos. Detrás de esta larga crisis política, no solo hay individuos. También hay fallas estructurales que, además de políticas, también son económicas, sociales y comunicacionales. Los cambios de presidentes o de congresos, sin más, sólo han ido agravando la crisis y arraigando la inestabilidad.

Frente a estos antecedentes, tan presentes ahora, y a esta crisis acentuada ¿qué pueden aportar la vacancia de Pedro Castillo, y la propuesta del ex presidente Sagasti para adelantar las elecciones presidenciales y congresales?

El golpe buscado desde antes que Castillo fuera presidente

Como se sabe, la moción de vacancia ha sido promovida por el bloque formado por Fuerza Popular, Renovación Popular y Avanza País. La verdad es que este bloque no quiere sacar del gobierno a Pedro Castillo porque haya incurrido en incapacidad moral permanente. Quiere sacarlo porque ese bloque de extrema derecha nunca soportó la idea de que haya un gobierno de izquierda en el Perú. Quiere lograrlo por cualquier medio y a cualquier precio, incluido el de quebrar a la democracia e instalar un régimen autoritario como ellos.

Eso es lo que han venido haciendo no solo desde el 28 de julio de 2021, cuando comenzó a gobernar Castillo, sino desde mediados de junio. Supieron que habían perdido las elecciones e inmediatamente decidieron romper una de las reglas fundamentales de la democracia, que es la de reconocer los resultados electorales cuando no hay evidencias probadas de fraude. Inventaron la ficción del fraude y desde su entorno se pidió a las fuerzas armadas que dieran un golpe de Estado para anular la elección.

Una vez que fracasaron en su intento de destruir el resultado electoral y Pedro Castillo asumió la presidencia, ellos también ocuparon sus bancas en el Congreso. Sin embargo, por boca de la principal lideresa del bloque, Keiko Fujimori, manifestaron explícitamente que nunca reconocerían la validez de las elecciones ni la legalidad ni la legitimidad del gobierno de Castillo.

En línea con esa postura, el principal objetivo inmediato del bloque, y el de su lideresa en particular, ha sido y es destituir a Castillo por cualquier medio. Eso es exactamente lo que han venido haciendo desde el inicio de este gobierno, negando el voto de confianza a los tres gabinetes ministeriales que se presentaron al Congreso, boicoteando la gestión de gobierno y promoviendo mociones de vacancia y acusaciones constitucionales con fundamentos chapuceros, como lo podría constatar cualquiera que las revise.

Todo el poder para el Congreso

Pero no se quedarán allí nomás. Voceros suyos como la propia Keiko Fujimori, Jorge Montoya y Patricia Chirinos han dicho que el siguiente paso será destituir a quien sería el reemplazo constitucional de Castillo, Dina Boluarte. De ese modo el nuevo gobierno quedaría en manos del actual Congreso.

Han dicho, además, que lo que seguirá no son elecciones a Presidente y Congreso, sino que serían elecciones solo para presidente. Quien salga electo estaría cuatro años cautivo de las fuerzas que dominan el actual congreso. El bloque de derecha autoritaria tendría la mesa servida para negociar los rediseños institucionales que les convenga. Por ejemplo, garantizar que sean allegados suyos los que queden al mando de instituciones claves como los organismos electorales, la Junta Nacional de Justicia y el Tribunal Constitucional. De hecho ya van en camino de copar a este último.

El probable aporte de la vacancia, si el bloque de derecha autoritaria la consigue, sería algo peor que continuar con un régimen democrático en descomposición. Podrían transformarlo en un régimen autoritario. Para ese objetivo podrían hacer los pactos y alianzas más increíbles, incluso con cierta izquierda autoritaria, que también la hay.

Pedro Castillo cada vez más vulnerable

Pedro Castillo es indefendible como presidente. En rigor no debería seguir gobernando. Su pésima gestión lo ha venido desgastando notoriamente. Tanto que esta vez la posibilidad de su vacancia es mayor a cuando se discutió por primera vez en el Congreso, en diciembre pasado. Esa vez la moción de vacancia no llegó siquiera a ser admitida a debate. Tuvo 76 votos en contra y 46 a favor. Prácticamente solo tuvo los votos del bloque de derecha autoritaria. En este segundo intento de vacancia, el resultado se ha invertido. Votaron 76 votos a favor y 41 en contra. Votaron en contra solo las bancadas de izquierda y algunos pocos más. El resto de bancadas votaron a favor.´

Algo parecido ha ocurrido con el voto de confianza que han obtenido los gabinetes de Pedro Castillo. El primero, de Bellido, obtuvo la confianza con una diferencia a favor de 23 votos. El tercero, de Torres, solo tuvo una diferencia a favor de 6 votos.

En los últimos días, el presidente y sus ministros parecieran tener información que esta vez les será muy difícil evitar su vacancia. Por eso el presidente ha estado viajando todos los días a diferentes zonas del país y la cancillería gestionó la presencia de observadores de la OEA en el debate del lunes.

El atasco y la propuesta del adelanto de las elecciones generales

Algo que podría volver a ayudar a Castillo son los votos o las abstenciones de algunos congresistas de Acción Popular, Somos Perú y Podemos, que, sumados a los votos de las bancadas de izquierda, podrían sumar los 44 o más votos que necesita para eludir a la vacancia.

Con ello, Castillo continuaría como presidente, pero el país continuaría también atrapado en medio del Gobierno y del Congreso, ambos con gestiones que perjudican al país, que protagonizan un conflicto que no se resuelve en ningún sentido, y con una altísima desaprobación ciudadana. Mientras tanto, diversas amenazas, como las de una nueva ola de la pandemia o el alza general de los precios por la crisis económica mundial, nos asedian a todos los peruanos.

En caso de no resolverse pronto este entrampamiento, Francisco Sagasti ha propuesto que se adelanten las elecciones a presidente y congreso, a través de una reforma constitucional promovida mediante una iniciativa legislativa respaldada por 75,500 firmas, de acuerdo a ley. Junto a esta reforma constitucional, se presentarían unas cuatro reformas legislativas sobre elecciones y partidos.

Problemas y virtudes de la propuesta

Esta propuesta tiene algunos problemas. El primero de ellos es que la elaboración de las propuestas, el recojo de firmas y luego su debate en el Congreso tomará un tiempo significativo. El segundo problema es que muy probablemente la mayoría del Congreso se oponga a todas las reformas planteadas.

Para el caso de la reforma constitucional sobre adelanto de elecciones generales, la interpretación predominante es que si el Congreso la rechaza, queda simplemente archivada. Para el caso de las reformas electorales y de partidos, el rechazo del Congreso aun dejaría la opción de obtener un referéndum mediante la entrega de más firmas hasta completar el 10% de los electores, que serían más de 2 millones. Eso implicaría aún más tiempo. Mientras tanto la crisis política podría derivar hacia otro tipo de salidas.

La propuesta de Sagasti, sin embargo, tiene dos méritos importantes. El primero: la propuesta podría ayudar a la aparición de una corriente de oposición democrática, con propuestas del mismo signo, a los persistentes desaciertos y vicios del gobierno de Castillo. Una corriente que, a la vez, confronte en particular al bloque vacador de la extrema derecha, notoriamente asociado a ese tipo de autoritarismo corrupto que ya conocimos cuando gobernaba Alberto Fujimori.

El segundo mérito: más allá de cuánto de la propuesta se llegue a concretar, igual podría abrir una ruta y dar unos objetivos iniciales para una reactivación de la movilización ciudadana, ahora casi inexistente frente a esta crisis. Son muchas más las reformas de todo tipo que se necesitan para conquistar una democracia a la altura de este tiempo. Las que se han planteado pueden servir para que el activismo ciudadano prenda nuevamente. Luego será inevitable que amplíe su agenda de cambios.