Opinión

El voto ignorado de los excombatientes

Por Carla Granados

Historiadora y candidata al doctorado en Historia del Institut des Hautes Etudes de l’Amérique Latine (IHEAL-CREDA) -Université Sorbonne Nouvelle Paris 3. Especialista en los estudios de memoria de los veteranos de guerra en el Perú.

El voto ignorado de los excombatientesFoto: Andina

No son “los antauristas” se trata de los veteranos de la guerra interna que el Estado y su democracia olvidaron

No es lo mismo hablar de un “licenciado” que de un “reservista-etnocacerista”. De la misma forma, no es coherente homologar el voto de un “antaurista” con el voto de un “veterano de guerra”. Dejar a un lado del análisis a la base social que respaldó al Partido “Unión Por el Perú” (UPP) en las elecciones congresales extraordinarias celebradas el último 26 de enero (ahora la tercera fuerza del parlamento peruano) para centrar únicamente la mirada en Antauro Humala (militar en retiro y líder desde la prisión), podría constituir una trampa.

La perspectiva “antaurocéntrica” no solo nos haría perder el horizonte y significado de este respaldo electoral, sino que además imposibilitaría la comprensión de un movimiento político más amplio gestado por los llamados “licenciados”, un grupo social mayoritariamente conformado nada menos que por los miles de soldados de tropa que defendieron al Estado en la guerra contra Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru ocurrida entre las décadas de 1980 y 1990.

Se trata entonces de la participación política de los soldados sobrevivientes que nos dejó la guerra interna, peruanos a quienes de alguna forma “enterramos” y “desaparecimos” de nuestro imaginario social-nacional, antes de que hubieran muerto. Estos excombatientes, que fueron soldados antes que peruanos, se forjaron como ciudadanos durante la guerra y poseen hoy entre 37 y 55 años de edad. Ellos experimentaron, siendo niños, adolescentes y jóvenes, mayoritariamente de origen andino— amazónico, iletrados y de extrema pobreza, las más brutales formas de reclutamiento forzado “legalizado” a través de la aplicación arbitraria y discriminatoria de la ley del servicio militar obligatorio de aquel entonces. Una huella imborrable que debe comprenderse como el punto de partida de su comportamiento y ejercicio ciudadano en el Perú de la posguerra.

De este modo, el respaldo político al partido liderado por Antauro Humala (APP), definido como el voto “antaurista” o “etnocacerista” no representaría simplemente una expresión del fanatismo hacia este controvertido personaje (como si todos sus simpatizantes creyeran con vehemencia el discurso de tendencia fascista y radical que profesa). Este respaldo, representa ante todo el voto de los veteranos de la guerra interna. En otras palabras, es la demostración y resultado de una larga trayectoria en búsqueda de representación política y democrática emprendida desde hace más de dos décadas, frente al completo abandono por parte del Estado.

No nos olvidemos que ellos constituyeron la base política que hizo posible la candidatura en 2006 y en 2011 la elección del expresidente Ollanta Humala, a quién hoy califican como “traidor” pues consideran que no cumplió con la promesa de atender sus demandas. Asimismo, son quienes han liderado y vienen participando de las movilizaciones sociales anti-mineras en defensa de sus territorios, y que desde el 2016, están unificando sus asociaciones con bases en todos los departamentos en torno a la Confederación Nacional de Licenciados Excombatientes de las Fuerzas Armadas del Perú (CONLIFAP). Ahora, a falta de representación política en estas elecciones congresales, han volteado la mirada al hermano del ex presidente, Antauro Humala, sin que ello suponga su absoluta lealtad, pues en sus propias palabras ellos “vienen gestando su propio líder”.

Contrariamente, al histórico tratamiento de los soldados de tropa del Perú, vistos casi exclusivamente como “carne de cañón” y hasta calificados como sujetos sin capacidad de acción y pensamiento político propio tal como lo señala la historiadora Cecilia Méndez, estos soldados han demostrado nuevamente en esta reciente contienda electoral el poder que poseen de sus votos. Por ello, no es casual que más de un partido político se haya acercado a sus bases para ofrecerles promesas de las que ya manifiestan hartazgo.

“¿Qué han hecho con la democracia que hemos ganado con nuestros cuerpos? ¿Este es el país que le van a entregar a nuestros hijos?” es la pregunta con la que me interpeló un veterano en el marco de uno de sus congresos nacionales que realizan anualmente. En estos encuentros de base, se observan vivas aún las estéticas y los lenguajes militarizados aprendidos durante la guerra, así como son visibles los efectos incurables que dejó de aquella contienda fratricida en sus cuerpos y subjetividades. Y he allí, justamente, en sus manifiestos sentimientos de resentimiento e indignación, el botín emocional que se ha convertido hoy en el centro del aprovechamiento populista que alienta poner el dedo en sus llagas para movilizar la “venganza” de los que “consiguieron la pacificación” y que “hoy mueren en la pobreza e indiferencia absoluta” mientras que “otros aprovechan hoy de la pacificación y la democracia para saquear al país”. Este ánimo populista, hace comprensible el mensaje que subyace al lema empleado durante la campaña electoral del UPP: “Sobre las cenizas de los traidores construiremos la patria”.

A diferencia de esta radical sentencia, el lema que acompaño a decenas de veteranos de guerra que fueron acogidos como candidatos en diversos partidos políticos en este último proceso electoral fue “La tropa al congreso”, con lo cual se descarta que únicamente abrasen el “antaurismo” como opción de representación política. Lejos de satanizar a estos electores, lo que ellos más bien estarían buscando además de “justicia y reivindicación de sus derechos como veteranos de guerra”, acceso a políticas públicas en materias de salud, trabajo e incluso educación para sus hijos, como sus pares en otras partes del mundo, es principalmente una activa participación en la política peruana.

Por ello, cuando la prensa o los “opinólogos” hablan de la victoria del “antaurismo” como el resultado del apoyo vehemente y hasta “irracional” de parte de los “reservistas-licenciados-etnocaceristas”, no solo estarían confundiendo a la población y fortaleciendo este discurso radical, sino que nuevamente estarían perdiendo el verdadero trasfondo político de este respaldo electoral que podría tomar los virajes más inciertos de cara a las elecciones presidenciales del 2021, que se realizarán en el marco del Bicentenario.

Como podemos observar, los veteranos de la guerra interna estuvieron y están allí en el escenario político más presentes que nunca, aunque los creíamos muertos, ahora mucho más organizados manteniendo su promesa de “tomar las armas cuando la patria esté amenazada ante un enemigo interna o externo”. Ellos, ya no tienen miedo a la muerte porque sobrevivieron a ella, saben que sus cuerpos recuperaron la democracia que ahora se tambalea ante sus ojos. Mientras este movimiento crece cada día, a los demás solo nos queda apoyar de manera férrea la lucha contra la corrupción y la defensa de la democracia pronta y efectiva, deseando que la chispa y los sonidos de fusiles que guardan en su memoria no se vuelvan a activar.