El terruqueo: la sombra que arrastramos como país
Antropólogo de la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga y y Educador de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos
gabo.gomeztineo@gmail.com
Nuestro país se ve envuelto en una crisis muy complicada, generada por nuestra fauna de políticos. Estamos envueltos en una ola creciente de violencia, con casi 50 muertos y no hay visos de diálogo. Una de las principales causas de la violencia es precisamente el terruqueo, un neologismo que se insertó en el argot de nuestra política y que en situaciones de crisis social y política como ahora, comienza a tener mayor relevancia debido a su uso y entendimiento del que lo reproduce.
El terruqueo, en la lógica de quienes lo usan, tiene la intención de descalificar, estigmatizar, anular, estereotipar y justificar el uso de formas violentas para frenarlo. Se usa para calificar a las personas que tienen pensamientos diferentes y que generalmente demandan necesidades de bienestar, justicia y equidad. Los individuos que terruquean sienten la inseguridad de que puedan perder su status quo y sus privilegios y por ello generan campañas de desinformación usando todos los medios posibles, con tal de frenarlos y anularlos.
El terruqueado generalmente es un estereotipo que se asigna a personas que viven en las provincias del sur del país, pero también a las personas que tienen ideas de izquierda, y que son considerados “de piel marrón”. El terruqueo funciona como una post verdad, porque se nutre de la negación de una memoria real y objetiva, construyendo una narrativa en base a estereotipos que están basados en conveniencias de grupos de interés particular. No es casualidad que los museos de la memoria sean acusados, calumniados y negados.
Los ataques permanentes de parte del gobierno bajo medidas de represión y asesinato a ciudadanos que protestan por el rechazo a la presidenta Dina Boluarte, se justifican en nombre del terruqueo. No cabe duda de que el estigma del terrorismo ha vuelto a revivir, como en la década de los 80 y 90, donde las fuerzas del orden masacraban a ciudadanos peruanos a diestra a siniestra sin importar los derechos humanos. No hemos aprendido nada de nada, a pesar de que durante el periodo de la violencia política perdimos casi 70 mil vidas con afectaciones enormes y más de 22 mil peruanos fueron desaparecidos, sin que sus familiares sepan hasta hoy donde yacen sus restos. Las fuerzas del orden durante las intervenciones antisubversivas actuaban bajo el estigma del terrorismo, para asesinar, torturar, desaparecer, violar a los campesinas sin importar la vida y la dignidad. Como país no hemos logrado la ansiada reconciliación nacional, el terruqueo es solo una evidencia de que nuestra sociedad aún sigue profundamente fracturada y con deudas históricas irresueltas.
El terruqueo es una amenaza para la convivencia democrática, legitima posturas radicales que justifican las violaciones a los derechos humanos y la libertad de peruanos que reclaman demandas necesarias para una vida digna. Un país escindido y con un pasado reciente de una guerra interna que utiliza el terruqueo como instrumento de segregación, no garantiza de ningún modo posibilidades de desarrollo y bienestar, por el contrario ahonda la crisis y agudiza las contradicciones, haciendo imposible el diálogo.
Para los peruanos que siempre vivimos en las provincias con mayor afectación por la violencia política y cargamos el estigma del terrorismo, que se utilice el terruqueo para anular y descalificar la condición de ciudadanía a miles de peruanos nos afecta duramente. ¿Que pensaran los compatriotas que viven en las ciudades de la capital y el norte? Creerán que los ciudadanos que vivimos en la zona sur de país somos terroristas y que tenemos tendencias violentas. Los medios de comunicación concentrados de la capital y el gobierno están creando una narrativa errónea del problema, justamente para deslegitimar y anular la demanda de miles de ciudadanos que protestan en las calles. El fantasma del terrorismo solo está en el imaginario de los operadores de este gobierno, y posiblemente lo necesiten para justificar sus masacres, de lo contrario no se explica por qué tanto terruqueo.
Construir al enemigo en base a estereotipos y descalificarlo para no escucharlo e imponer un supuesto orden es la lógica de este gobierno. El terruqueo se ha convertido en una justificación perfecta para infundir miedo y el mejor argumento para quienes hoy violan los derechos humanos.