Opinión

El rol olvidado de las mujeres en la independencia

Por David Quichua

Historiador y profesor de la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga.

El rol olvidado de las mujeres en la independenciaEl Trome

Por el bicentenario de la independencia se vienen organizando diversos eventos académicos, sin embargo, aún está ausente el papel de las mujeres y los pocos eventos solo hacen hincapié en algunas heroínas ampliamente difundidas, entre ellas Manuela Sáenz, María Parado de Bellido, o las rabonas. En estos se sostiene que el papel de las mujeres fue decisivo en los campos de batalla, la logística, la alimentación y el soporte económico. La carencia de investigaciones se justifica con la inexistencia de documentos en los archivos.

Paradójicamente esa acepción no es certera, los repositorios regionales como el Archivo Arzobispal y el Archivo Regional de Ayacucho disponen de información con nombre y apellido de las mujeres españolas, mestizas, indígenas y esclavas que participaron directa o indirectamente en la independencia. En las siguientes líneas abordamos el papel de Andrea Flores Portugal y Micaela Sota en el largo proceso de la independencia.

Doña Andrea Flores Portugal al inicio de la guerra independentista estaba casada con el administrador de correos don Buenaventura Berrocal, y vivían en Huamanga con sus siete hijos.[1]

En 1814 Buenaventura Berrocal brindó apoyo a la rebelión de Cuzco, encabezó una sección militar a Arequipa y retornó a Huamanga conduciendo a tres prisioneros “Picoaga, Moscoso y Valle”. A pesar que en el transcurso le brindaron “ingentes promesas de caudales, honores y ascensos” a cambio de su libertad, Berrocal cumplió con la orden, pues logró conducir y castigar a los prisioneros. Años después, durante el arribo de las fuerzas realistas a Huamanga al mando del teniente coronel Mateo Ramírez, Berrocal fue acusado por el español Tabuada de conducir una fuerza rebelde a Arequipa y, al ser hallado en su escondite de Santa Ana, terminó siendo ejecutado en la plaza de Huamanga. Su esposa describe: “después de haberlo conducido con las mayores crueldades e inhumanidad hasta que lo pasaron por las armas en esta plaza rematándolo todos los bienes y persiguiendo a su familia”.[2]

En ese contexto el hijo mayor de la señora Andrea Flores, don Juan Bautista Berrocal también se hallaba en las filas del ejército libertador de la villa de Potosí y desgraciadamente fue fusilado por los realistas el 28 de enero de 1822.

Tras la pérdida de su esposo e hijo, la señora Flores y sus 7 hijos huérfanos “quedaron en la más extrema necesidad, orfandad y mendiguez sin encontrar ni siquiera el preciso alimento”. Aun así, se mantuvo en Huamanga, educó a sus hijos con el apoyo de sus familiares y continuó apoyando a las fuerzas de la independencia.

Tras el triunfo de los patriotas en la batalla de Ayacucho mandó una carta a Simón Bolívar pidiendo un empleo para su hijo. La carta dice: “mi urgentísima necesidad me precisa a ocurrir a su alta consideración para que, entendiendo a hallarme entre dichos huérfanos con tres varones, el uno secular apto para cualquier empleo y dos religiosos a quienes igualmente les mantengo, se digne aliviar, recomendar y tener presente esta arruinosa e indigente familia”.[3] Su pedido tuvo efecto. El capellán Cipriano Berrocal por su valor, aplicación, capacidad suficiente y conducta honrada fue incorporado el 13 de mayo de 1827 al primer batallón Zepita. Participó en la campaña de Bolivia en 1828 a órdenes de don Agustín Gamarra y colaboró en la campaña de Colombia en 1829 a órdenes de José de la Mar quedando prisionero desde el 6 de marzo hasta el 26 de mayo del mismo año. Siendo liberado obtuvo el rango de capitán del ejército republicano, se mantuvo en el batallón Zepita hasta diciembre de 1830 y al retornar a Huamanga laboró como sacerdote en la diócesis de dicha ciudad.

En el caso de la señora Micaela Sota, durante la participación de su esposo don Marcelo de Castro en las filas del ejército libertador, dirigió las haciendas, las actividades económicas y la familia.[4] En Huamanga disponía de tres haciendas y en Tambillo una hacienda y su respectiva estancia con cientos cabezas de ganado vacuno.

Brindó apoyo económico permanente a la fuerza libertadora. Otorgó 50 fanegas de trigo y 500 pesos. Asimismo, solventó el costo del viaje de su esposo para unirse a las fuerzas libertarias ubicadas a más de 200 leguas. Días antes de la batalla de Ayacucho, un comisionado del Libertador extrajo de la hacienda Tambobamba en el punto de Matará 100 bueyes y vacas, y aproximadamente “600 ovinos para el rancho de las tropas libertarias” sin conocimiento y permiso de la señora Sota. Ella inmediatamente solicitó la entrega de un recibo que sustente la cantidad de ganados que brindó a la causa y la devolución de las vacas con crías debido a que los decretos dictatoriales de Bolívar prohibían dichas apropiaciones. Logró recuperar 19 vacunos entre madres y crías.[5]

El caso de la señora Andrea Flores Portugal y Micaela Sota nos permite desarrollar algunas reflexiones. Durante la participación de sus esposos en las rebeliones y guerra independentista no solo se hicieron cargo de la dirección de la familia y la educación de sus hijos sino que se ocuparon de la administración económica de sus bienes. Para la administración de la hacienda tuvieron la capacidad de ordenar la labor de los peones, tener conocimiento del sistema de los cultivos, llevar el balance económico, etc. En Huamanga y en el Perú, como muestran diversas investigaciones, la administración de las haciendas por las mujeres data desde la temprana etapa virreinal y continuó en el siglo XVIII y el periodo republicano. La dirección de las haciendas en plena guerra nos permite considerar que la lucha independentista dependió del sustento económico dirigido por las mujeres.

Asimismo, mediante las cartas mantuvieron una comunicación con los altos mandos del ejército libertador, hicieron llegar sus peticiones y fueron atendidas puntualmente. Es decir, la labor de la mujer no solo estaba en el hogar, sino en la esfera pública. De la misma manera, por el apoyo que brindaron a la lucha independentista en la administración republicana obtuvieron beneficios y sus hijos ocuparon ciertos cargos políticos administrativos.

El Perú y especialmente los pueblos del Ande es un país más de mujeres que de varones y el Bicentenario tiene que ser un espacio para enfatizar su participación y más que seguir repitiendo el accionar de algunas heroínas se debe mostrar el papel de otras mujeres que aún siguen en el anonimato.


[1] Archivo Arzobispal de Ayacucho, pedido de Andrea Flores Portugal, 1815-1830, fs. 1-19.

[2] Ibíd.

[3] Ibíd.

[4] Archivo Regional de Ayacucho. Juzgado de Primera Instancia, expediente sobre 100 bueyes, Leg. 1, fs. 1-7.

[5] Ibíd.