Informe

El quechua, las secuelas de la guerra y la salud mental

Por Carlos Flores Lizana

Antropólogo y Profesor

El quechua, las secuelas de la guerra y la salud mentalFoto: Referencia Chicharrón de Prensa

Inicio este artículo narrando un hecho que viví en la ciudad de Ayacucho, antes Huamanga. Transcurría la década de los 80 y el hecho que narraré sucedió en el puericultorio de la ciudad, el mismo que surgió como una respuesta urgente de las autoridades para atender a tantos niños y niñas huérfanos, como resultado de la guerra interna que se vivió en el país, desde 1980 hasta el año 2000. En aquel entonces, era religioso, y es por eso que me convertí en el capellán de las hermanas salesianas que habían recibido la misión de hacerse cargo de la institución.

Con un grupo pequeño de jóvenes que me acompañaban, hacía misa para las hermanas, los niños, a las niñas y el personal laico que trabajaba allí y que eran, en su mayoría, mujeres que vivían cerca del puericultorio, que se llamaba Andrés Vivanco. El nombre se eligió como agradecimiento a un generoso huamanguino que donó el terreno para su construcción.

Era muy triste conocer las historias de las familias de esos pequeños que tan tiernamente empezaban a sufrir el miedo, la inseguridad, la separación de sus casas y familiares, el desarraigo y otras consecuencias al quedar huérfanos. Algunos de ellos habían sido testigos del asesinato de sus padres, de sus hermanos mayores, sus abuelos, de su comunidad en general. Recuerdo muy vivamente a una pequeña niña que quedó viva en la espalda de su madre, asesinada a tiros por un grupo de senderistas. La pequeña no hablaba castellano. Lloraba mucho, miraba a todos lados, y solo se calmaba cuando era abrazada por alguna de las hermanas o cualquiera de las señoras que estaban cerca suyo.

Por esos días no había personal especializado para tratar médicamente a estas víctimas; es decir, no se contaba con profesionales de salud mental.

En mi calidad de antropólogo y sabiendo cómo funcionan las familias andinas, campesinas y mestizas, conversaba mucho con la hermana directora del centro y con la comunidad. La directora era italiana, muy culta y tenía muy buena disposición para aprender. Conversaba también con las señoras del pueblo, que conocían de manera muy directa la vida de estos niños y niñas y de sus familias.

Otro componente de esta situación compleja era determinar cómo atender mejor a estas pequeñas víctimas, tanto de Sendero Luminoso como de las patrullas militares o de la policía nacional y, también, por desgracia, de algún vecino que, aprovechando la situación, se vengaba en los sobrevivientes por algún hecho que consideraba injusto o, simplemente, se apropiaba de los bienes de otro paisano suyo.

Ante esta falta de profesionales preparados y sin el manejo suficiente del quechua, hizo que las hermanas tuvieran que recurrir a una psicóloga francesa que había llegado recientemente a Ayacucho como cooperante de alguna ENIEX (Entidad o Institución de Cooperación Técnica Internacional sin fines de lucro, constituidas en el extranjero). Su nombre era Silvi Fagart y tendría, aproximadamente, entre 28 y 30 años. Ella se interesó en estos niños y niñas y empezó a asesorar con mayor regularidad a los trabajadores del puericultorio. Sin embargo, no podía comunicarse directamente con ellos por la barrera del idioma. Con otras personas, hacíamos de traductores e intérpretes. Después de casi un año de trabajar así, desde Lima llegó un psicólogo amigo miembro de una Comunidad Cristiana (CVX) de nombre, Jorge Espino, pero tampoco sabía quechua, este ciertamente tenía mucho más cercanía a la realidad de estos niños y sus familias.

Jorge tuvo cercanía con estos niños pero, sobre todo, con las niñas, quienes buscaban en nosotros, varones, la figura paterna debido a la ausencia de sus padres. Casi la totalidad del personal eran mujeres y los niños y niñas tenían mucha necesidad de la figura paterna. Sentir el abrazo de estos niños y niñas era muy conmovedor en todo sentido.

Como se desprende de este pequeño relato, podemos concluir que es muy importante hablar y entender una lengua originaria, sobre todo para psicólogos, educadores, sacerdotes, médicos o ingenieros. Es verdad que la comunicación humana va más allá del lenguaje pero si queremos hacer un trabajo profundo con las personas tenemos que hablar su lengua de manera suficiente, adecuada y asertiva.

El segundo relato está vinculado con lo que llamamos efectos postconflicto en las personas y las familias. El protagonista es un comunero de la comunidad de Iscahuaca, Cotaruse, Challhuanca, Apurimac. En el año 1986 su comunidad desaparece literalmente por acción del ejército peruano que, como castigo a una supuesta colaboración en un atentado a una caravana de funcionarios del ministerio de salud y justicia, incendian todo lo que encuentran a su paso pero no matan a ningún comunero, porque los senderistas les habían advertido que ello podía ocurrir. La comunidad entera se refugia en sus cabañas de pastoreo y solo queda en pie la capilla de la hacienda y un local comunal, más o menos completo. Después de esos días de terror, los comuneros retornan a su pueblo y solo encuentran casas quemadas y derruidas; no había nada que se pudiera rescatar. La mayoría decide irse a vivir a sus cabañas de pastoreo; un grupo decide irse a Ica, otros a Abancay y, otros, finalmente al puerto de Ilo.

El comunero que conocí decidió irse a Ilo; allí se alojó en casa de unos paisanos que migraron años atrás. Lo alojaron y se quedó un tiempo con ellos hasta conseguir trabajo y un cuarto para vivir. La soledad y el dolor de saber que su esposa y sus padres continuaban en la comunidad destruida y sin seguridad alguna, hizo que varias veces regrese camuflado como comerciante de cosas a su pueblo y comprobara cómo estaban sus familiares sobre todo su esposa y sus hijos. Cada vez que llegaba al pueblo se llevaba a uno de sus hijos, evitando los retenes del ejército y de la policía en el camino de regreso. Muchas veces tuvo que bajarse antes de llegar a esos lugares, pasar a pie rodeando el retén y volver a subir al carro que le hacia el favor de llevarlo. Tuvo que aprender mejor el castellano, también sus hijos, para poder ingresar al colegio porque debían saber castellano. Después de casi diez años de “pacificada” la zona y reubicado el pueblo cerca de la carretera que va de Puquio a Abancay, pudo reunirse con toda su familia, pero siempre con miedo de ser considerado senderista o un traidor al partido por haber huido para salvarse, porque ese fue el drama de muchos comuneros de este pequeño pueblo, fueron acusados de colaborar con Sendero. Un buen número de ellos estaban requisitoriados para presentarse en el juzgado de Abancay y no tenían como defenderse. Se contaban muchos relatos señalando cómo tenían que sobornar a los policías y soldados cuando eran retenidos y esto, precisamente, por estar requisitoriados. Algunos se tuvieron que conformar viviendo totalmente aislados en las punas como pastores, recluidos en sus estancias con miedo a salir siquiera a los pueblos como Cotarusi o Chalhuanca.

Estos, y otros relatos, me llevan a reflexionar sobre la logoterapia y otros métodos, que permiten que el ser humano pueda expresarse y, además, lo más importante, la promoción de la salud mental con toda su riqueza y complejidad.

Está claro que existe una relación entre el manejo de una lengua y la compresión, tanto de uno mismo como del mundo que nos rodea, lo mismo que sucede con el bilingüismo y las interferencias y los procesos cognitivos y afectivos. La lengua materna es fundamental para procesar las experiencias dolorosas y traumáticas que sufrimos los seres humanos. Un niño o un adulto tiene necesidad de contar lo que le ha pasado, lo que ha sentido, como ha entendido, o entiende, lo que ha pasado en su vida, esa transmisión solo se puede hacer con alguien que le entiende, alguien que le acoge y respeta la propia identidad, tanto personal como étnica. De allí nace la urgencia de que los profesionales de la salud mental y los agentes pastorales de cualquier iglesia, aprendan las lenguas originarias de nuestro país. Es un derecho que tienen los ciudadanos con otras lenguas maternas; no es un favor el que les hace el Estado cuando piden que se les atienda en su propia lengua, sobre todo si se trata de un niño o una niña que tiene que usar los servicios de salud o educación. Si consideramos que el 80 % de las víctimas de la violencia perpetrada por Sendero Luminoso, el MRTA y las Fuerzas Armadas y policiales, fueron andinas y el otro indicador se refiere a pueblos originarios amazónicos, se puede concluir que deben ser atendidos con profesionales que sepan sus lenguas y conozcan su cultura. Esta obligación se extiende también como lo entiende la lógica más elemental, a los servicios de justicia y reparación de víctimas de la violencia. Todo el personal que brinda servicios públicos debe saber quechua y las otras lenguas reconocidas, inclusive aquellas que se encuentran en territorios donde su uso está vigente..

A continuación, paso a desarrollar la importancia del quechua, tanto para la investigación cultural e histórica, como para la investigación, en el campo de la psicología relacionada con la lingüística. En este campo es importante hablar del padre de la psiquiatría peruana, del doctor Hermilio Valdizán Medrano, ciudadano ejemplar huanuqueño, muerto muy tempranamente pero que dejó un legado académico de primer orden en su tesis “Los estados mentales de los primitivos peruanos”, así como otras investigaciones, investigaciones en las que hace un estudio de los términos en cuatro variantes del quechua o lengua general de los incas. Este trabajo se presentó en Lima, en la universidad nacional de San Marcos, el año 1915 y tiene una extensión de 96 páginas.

El texto es, en primer lugar, una defensa del nivel alcanzado culturalmente por nuestros ancestros quechuas incas en lo referente a términos y conceptos para expresar los estados mentales de los seres humanos; es decir, que el quechua tiene la capacidad de expresar los sentimientos y sensaciones que el ser humano experimenta, tanto de manera individual como colectiva, a lo largo de su existencia. Para ello, indaga en las crónicas más importantes que tuvo a mano y va comparando con las cuatro variantes del quechua que él conocía y que investigó. Pero hace aún más al demostrar que, con las partículas propias de esta lengua, se pueden expresar infinidad de estados mentales. De esta forma, el autor muestra un gran interés en conocer la cultura peruana y, específicamente, el quechua como lengua general de antiguo Perú. Es un verdadero pionero en este campo de la investigación lingüística y más aún, en el terreno de la psicología y la psiquiatría.

Profundizando en el trabajo de Valdizán, descubrimos que los campos de su investigación alcanzan a temas como: el consumo de la coca, tan arraigado y tan controversial hasta el día de hoy; el alcoholismo y las bebidas alcohólicas que consumían; las causas y consecuencias psicológicas que lo motivan; las relaciones sexuales y sus características, expresadas en la abundante cerámica existente. Indaga sobre los momentos en los que estos habitantes de las comunidades, gozan y disfrutan de la comida, el baile y la bebida. Aborda temas como la homosexualidad o sodomía, la prostitución, el celibato de las mujeres escogidas para el culto del sol, la zoofilia, el aborto y los sacrificios humanos. Investiga sobre el uso de alucinógenos con fines médicos y religiosos, los castigos corporales en su amplitud y causas para su existencia, la producción de arte musical y las danzas, el manejo y tratamiento de los dementes y alienados mentales, la hechicería, el uso de venenos y otras formas de violencia, etc.

Analiza algunas creencias que sustentan costumbres, conductas, tanto personales como colectivas, formas de organizar la sociedad para conseguir una equilibrada salud física y mental, descubre las relaciones entre cosmovisión y salud mental, comportamientos morales y legislación, discapacidad y maneras de atender a este tipo de población vulnerable, etc.

Finalmente, el trabajo de Valdizán no ha sido valorado suficientemente, tanto por los psicólogos como por los hombres de las ciencias sociales y lingüísticas. Es como dije antes, se trata de un pionero en el campo de las relaciones entre lingüística y psicología, lenguaje y conocimiento, educación y psicología, etnografía y lingüística quechua.

Estamos llamados a dar a conocer esta obra como a continuar su camino en el campo de la investigación y la difusión de nuestra hermosa y potente lengua. Hace falta seguir estudiando la relación entre educación y bilingüismo coordinado y, también, hacer un mejor y más coherente trabajo preventivo en el terreno de la violencia contra la mujer e intrafamiliar, el humor y la alegría entre los quechuas, el luto, el suicidio y otros temas claves para mejorar la salud mental de la población, mayoritariamente de origen andino o amazónico. Tenemos que convencernos de que “el Perú nació serrano”, como dice la canción popular.

Gran parte del problema de la insuficiente calidad de la educación nacional se debe al tan poco interés verdadero por investigar las lenguas con las que convive o se impone el castellano, la importancia de alfabetizarse primero en la lengua materna para progresivamente volverse multilingüe coordinado perfectamente, tiene que ver con la falta de preparación integral de los docentes bilingües, y muchísimos terrenos relacionados con la educación, filosofía, tecnología e investigación intercultural.