El potencial turístico de la mina de San Pedro de Cachi
Historiador y profesor de la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga.
Ante la proximidad del Bicentenario, en Huamanga, el turismo se ha convertido el principal eje de desarrollo. Las autoridades vienen financiando proyectos para mejorar los destinos ya conocidos, pero hay pocos trabajos sobre los nuevos espacios turísticos. En este artículo planteamos que la mina de sal del pueblo de San Pedro, la más grande de la región, explotada tanto en la época inca como en la colonia y la mayor parte de la república, posee los elementos necesarios para convertirse en un nuevo espacio turístico.
La mina de sal, se ubica en el anexo de San Pedro de Cachi, distrito de Santiago de Pischa (provincia de Huamanga). Dispone de tres tipos de sal: cristalina, que aún se halla en la parte más profunda del socavón; líquida que se destilaba del cerro y la sal en bermejo hallada en la parte posterior alrededor del cerro.
Bajo la administración inca, la mina de sal era un centro integrador. Los diversos grupos mitimaes y las etnias originarias asentadas en Huamanga, Vilcashuamán y el río Pampas la frecuentaban para obtener la sal. Viendo la importancia de la mina y la masiva concurrencia de las poblaciones indígenas, el inca mandó a establecer un asentamiento a la entrada de la misma, en la cual un funcionario estatal determinaba el proceso de obtención y distribución de la sal. Los indígenas especialistas de las poblaciones mitimaes y etnias, previa disposición del administrador, depositaban en pozuelos por unos días o semanas el líquido salado que fluía del cerro, que era “curada con el sol y yelo” en forma de tortas de sal blanca que se entregaban a los indígenas encargados del transporte, tomando en cuenta la demografía exacta de los mitimaes y etnias. Esto indica el avanzado sistema inca, puesto que los administradores disponían de un quipo detallado de la cantidad de las poblaciones.1 Distribuida la sal, era trasladada en centenares de llamas a los diferentes rincones de la región y al centro administrativo inca de Vilcas Huamán, para ser consumida por las autoridades, las acllas, sacerdotes y militares de guarnición. La obtención y distribución de la sal se desarrollaba únicamente durante los meses secanos de junio, julio y agosto.
En el virreinato, la mina de sal fue considerada propiedad del rey y se intensificó la obtención de los tres tipos de sal. Sobre la obtención de la sal cristalina una descripción de la época indica: “… se entra por un lado, por una puerta tan grande como una ventana mediana; que no cabe más de una o dos personas por ella; y entrase con un barquillo de enea y con temor de la oscuridad que hace, por no tener más luz de la que dá la dicha ventana y por ser honda la dicha ventana; y el que entra en el barquillo, lleva una red en la mano, puesta en una vara enarcada, y de una barreta de hierro en la otra, para el efecto de, llegando a la pared frontera del cerro, dar un golpe u dos con la barreta en la sal cristalina que allí dentro se cría; y en dando los golpes, recogen en la red la sal que cae; y luego se vuelve, a causa de que no osan esperar a dar más golpes, porque el barquillo pequeño conforme a la puerta, y que con los golpes se remueve el agua y el batelejo corre riesgo, y de esta suerte tornan a la puerta y sacan la sal que traen en la redecilla, y vuelven las veces que quieren hacer lo mismo…”.2 De esa manera, hacia 1586, la profundidad de la mina se fue ampliando y sobrepasaba una legua de distancia, que equivalía a 5.572 metros aproximadamente, siendo la mina de sal más grande en Huamanga. Por otro lado, la sal blanca obtenida en forma de tortas, era la más requerida en los centros mineros, haciendas, obrajes y ciudades. Por ejemplo, en Huamanga, los mejores panes se hacían con dicha sal y era consumida por las familias españolas, criollas, mestizas e indígenas. Mientras, la sal en bermejo, obtenida con barretas y picos de cualquier parte del cerro era vital para los animales.
Bajo la administración republicana la obtención de la sal se mantuvo y tomó predominio después de la Guerra con Chile, en la que los comerciantes de la sal pagaban impuestos en los estancos, con el afán de recaudar fondos y financiar la recuperación de las provincias cautivas de Tacna y Arica. Según, el testimonio de los pobladores más antiguos del pueblo de San Pedro de Cachi, la mina se mantuvo en funcionamiento hasta la década del 80, siendo interrumpida por la presencia senderista, quienes desalojaron a los mineros y pasaron a controlar, negociar y beneficiarse con la sal. Además, en las últimas décadas la mina de sal de San Pedro dejó de ser importante por el consumo masificado de la sal yodada.
La mina de San Pedro de Cachi, como ocurre con la mina de sal en Cardona (España), debe ser convertida en un lugar de visita y recorrido turístico. En ella percibirá la formación de la salinera, los tipos de la sal y su obtención en situ, en una hora de recorrido en el amplio socavón que se extiende unos kilómetros al interior del cerro. Asimismo, la antigua mina debe ser transformada en un museo de sitio que explique las diversas maneras de obtención de la sal en la etapa inca, el virreinato y la república, enfatizando en las técnicas y herramientas empleadas, y el sistema de transporte. También, tomando como referencia la mina de sal de Wielicska en Polonia, a la cual asisten más de un millón de personas al año podría ser convertida en una iglesia, en la cual se desarrollen misas, bautizos, matrimonios y celebraciones de la Semana Santa. En las afueras, como en la mina de sal de Zipaquirá (Colombia) podría implementarse un parque del minero, revalorando la labor de las diferentes poblaciones que explotaron el recurso y el sistema de distribución de la época incaica, previa reconstrucción de los asentamientos que aún se observan a la entrada de la mina.3
La proximidad del Bicentenario que va enfatizando que la actividad turística no sólo debe repotenciar los sitios ya existentes. Es un lapso crucial para incorporar nuevos ejes turísticos, como la mina de San Pedro de Cachi, para además beneficiar económicamente a las poblaciones más humildes de la región.