Informe

El Fujimontesinismo no ha muerto

Por Nicanor Domínguez

Historiador

El  Fujimontesinismo no ha muertoFuente: La Reina de la Selva

Como hace poco más de 20 años, Fernando Olivera Vega ha hecho público, la noche de este último jueves 24 de junio, la oculta presencia de Vladimiro Montesinos Torres en las acciones políticas del Fujimorismo. En la re-reelección de Alberto Fujimori en el año 2000 Montesinos compró a 18 congresistas “tránsfugas”, elegidos por los partidos de oposición pero que, al instalarse el parlamento del 28 de julio de ese año, se pasaron al oficialismo. Fujimori obtuvo, de este modo, mayoría en el Congreso. La difusión del “vladi-video” en el que le entregaba US$ 15,000 dólares a Alberto Kouri Bumachar destapó, a vista de todo el país, la profundidad de la corrupción sistémica que caracterizó a la dictadura cívico-militar de la década de 1990. Dio también origen a un nuevo término para describir lo peor de la política peruana del siglo XX: Fujimontesinismo.

Olivera ha propalado una serie de audios de llamadas telefónicas hechas desde la --hasta la semana pasada-- prisión de máxima seguridad de la Base Naval del Callao, donde también se encuentran presos Abimael Guzmán Reynoso y Víctor Polay Campos. ¿Tendrán los derrotados líderes de “Sendero Luminoso” y del MRTA el mismo tipo de trato que el antiguo asesor presidencial de Fujimori? Tanto la Marina de Guerra como el Instituto Nacional Penitenciario (INPE) tienen mucho por lo que responder sobre este turbio asunto.

Es claro que Montesinos ha tenido algún nivel de coordinación con la cúpula del Fujimorismo, sugiriéndoles corruptas maneras de subvertir la votación de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, en las que Keiko Fujimori ha perdido por un margen mínimo (0.25%), análogo al resultado del año 2016, que favoreció a Pedro Pablo Kuczynski (0.24%). Una de las frases de Montesinos en la conversación propalada es, verdaderamente, de antología: “simplemente estoy tratando de ayudar porque si no se joden, la chica terminará presa” (Audio 3, llamada del 23 de junio). A eso parece reducirse en realidad todo el “anticomunismo” de la candidata. Mover cielo y tierra para obtener cinco años de inmunidad frente a los juicios que tiene pendientes.

¿Pero no había dicho Keiko Fujimori que ella había criticado a Montesinos en el año 1999, oponiéndose a la re-reelección, y en el 2000, cuando se produjo el destape de los “vladi-videos”, que llevó al final a la huida de su padre al Japón? Parecería que el “tío Vladi” --que aparecía en los videos caseros filmados por el adolescente Kenji Fujimori en los años 90-- se ha reconciliado con la candidata. Recuérdese que lo mismo ocurrió con su madre, Susana Higuchi, expulsada del entorno familiar en los días del “Fuji-golpe” de 1992; con su padre Alberto, a quien no iba a indultar si era elegida en el 2016 (pero que ahora, en el 2021, sí indultará); y con su hermano Kenji, a quien hizo suspender del Congreso en el 2018 por haber negociado con Kuczynski el efímero “indulto humanitario” pre-navideño, que finalmente no prosperó por su ilegalidad. Peleada con todos ellos, se ha reconciliado al final con todos ellos. ¿Por qué no con Montesinos, a quien la familia Fujimori tanto le debe?

En el libro ‘Historia de la corrupción en el Perú’ (2013), el difunto historiador Alfonso Quiroz estudió más de 250 años de abusos contra el Estado y el país por parte de sucesivos grupos de poder que gobernaron en provecho propio, beneficiándose indebidamente de las riquezas que debían ser la base de una prosperidad económica nacional que nunca ha llegado a la mayoría de la población peruana. La historiadora Cecilia Blondet resumió la obra de Quiroz en estos términos: “En sus más de seiscientas páginas, el autor responde preguntas cruciales y hace una novedosa historia de la corrupción en el Perú. Tiene siete capítulos que presentan cada uno una época, un grupo de poderosos y notables que hacen y deshacen, un personaje reformador que intenta cambiar el curso de la historia y se frustra (una especie de héroe relativo, porque en muchos casos se beneficia del desorden y la escasa reglamentación; trata de hacer valer el principio de la ley, pero termina vapuleado, agotado o fuera de juego), una trama de actores, normas y violaciones que van sentando las bases del Estado y de la corrupción al mismo tiempo, y una síntesis que recoge la manera en que la corrupción se va afianzando en ese periodo” (pp.58-59).

En este libro, Fujimori y Montesinos tienen, literalmente, un capítulo propio. Es el sétimo, “Conspiraciones corruptas, 1990-2000” (pp. 443-519), de casi 80 páginas. Allí, Quiroz sistematiza información judicial y periodística --del diario ‘El Comercio’, entre otros-- sobre cómo se conformó el sistema de corrupción que permitió a estos dos criminales apoderarse del poder político y utilizarlo para sus fines de enriquecimiento ilícito. Quiroz afirma: “Las redes de corrupción tenían, al centro, la íntima e intrincada alianza entre Fujimori y Montesinos. El primero se ocupaba fundamentalmente de la política y actuaba como imagen mediática populista; y el segundo negociaba secretamente con el alto comando militar y reunía fondos ilegales en medio de múltiples otras tareas de inteligencia desde el SIN, su cuartel general de espionaje. Durante la fase final del régimen de Fujimori, Montesinos mantenía enlaces con casi todas las ramas de la estructura de corruptela que controlaba el poder, manipulaba la información pública, saboteaba a la oposición y daba el mal ejemplo a los rangos inferiores de funcionarios y a la sociedad en general. El tamaño, alcance y composición de esta red fueron asombrosos” (p.466).

Quiroz registra los montos aproximados que las investigaciones judiciales señalaron para el robo sistemático de la década Fujimontesinista: “Ayudado por su círculo más cercano de parientes y amigos, Fujimori se benefició del drenaje de aproximadamente 404 millones de dólares de fondos públicos peruanos mediante el abuso ilegal del poder” (pp.471-472). Sus cuatro hijos: “recibieron una educación universitaria de élite en Estados Unidos, que habría sido financiada con por lo menos 460.000 dólares entregados en efectivo en Nueva York y Boston a través de medios irregulares” (p.469). Y el “asesor”, sólo en compras irregulares de armamento para las FF.AA., tenía: “cuentas bancarias en el extranjero vinculadas con Montesinos [que] superaban los 246 millones dólares” (p.498). Aparte de estas cifras, robadas directamente al Estado peruano, la dupla criminal obtenía ingresos del narcotráfico, imposibles de calcular con precisión (sección “Colusión con el narcotráfico”, pp.505-512).

Además del enriquecimiento personal, el dinero se usaba para perpetuarse en el poder: “Comenzando con la presidencia, las campañas políticas y electorales, así como los programas sociales y de infraestructura que legitimaron y mantuvieron a Fujimori en el poder, se financiaron, en parte, con los fondos secretos dirigidos por Montesinos. […] Los tentáculos del aparato de Fujimori-Montesinos se propagaron para captar influencias y controlar el Congreso, pagando salarios ilegales y sobornando a muchos parlamentarios tanto del oficialismo como de la oposición. El poder judicial también cayó bajo el conjuro de la corrupción mediante pagos y sobornos a los jueces, al igual que el sistema electoral, los gobiernos municipales y las fuerzas policiales y armadas. […] Se ha estimado que el costo medio anual de la corrupción durante el régimen de Fujimori fue de entre 14.000 y 20.000 millones de dólares” (p.518). Quiroz concluye, comparando con otros épocas de corrupción en el Perú, que probablemente: “el régimen de Fujimori-Montesinos fuese el más corrupto en la historia peruana (al menos en el siglo XX)” (p.519).

En esta historia de horrores, Quiroz resalta a quienes denunciaron la corrupción Fujimontesinista. En su reseña, Blondet cita a distintos personajes que, a lo largo del libro, se enfrentaron a los sucesivos ciclos de corrupción del Estado: “en los noventa menciona a Mario Vargas Llosa, junto con otros personajes que se rebelan contra la corrupción y recuperan la democracia.” (p.59). En efecto, Quiroz enfatiza: “Sobre la base de revelaciones periodísticas pioneras, Vargas Llosa y su hijo Álvaro publicaron --entre los años 1991 y 1993, y en sendas obras-- información clave sobre los medios ilegales y subrepticios que llevaron a Fujimori a la presidencia” (pp.444-445). Además, destaca que: “Lourdes Flores, Fernando Olivera, Anel Townsend, Ernesto Herrera, Fernando Rospigliosi, Gustavo Gorriti, José Ugaz y Nelly Calderón reforzaron y complementaron las revelaciones anticorrupción hechas por Mario Vargas Llosa y otros” (p.517).

Como puede apreciarse, algunos de los “cruzados” del “anticomunismo” de estos días de caos intencional promovido por “Fuerza Popular” --Mario y Álvaro Vargas Llosa, Lourdes Flores, Fernando Rospigliosi--, conocen muy bien de la corrupción de la candidata, su familia y el “asesor” que aparentemente la sigue asesorando. ¿Cómo puede pensar alguien que el Fujimorismo es una alternativa remotamente aceptable para volver a gobernar nuestro país?


Referencias:

Elizabeth Prado, “Vladimiro Montesinos apoyó a Keiko Fujimori en segunda vuelta”, ‘La República’, sábado 26 de junio, 2021. < https://larepublica.pe/elecciones/2021/06/25/elecciones-2021-vladimiro-montesinos-apoyo-a-keiko-fujmori-en-segunda-vuelta-pltc/ >

Alfonso W. Quiroz, ‘Historia de la corrupción en el Perú’ (Lima: IEP, Instituto de Defensa Legal, 2013). < https://documentos.memoriayciudadania.org/api/files/1499767039892xjbm50f79l67uobb227ggy14i.pdf >

Cecilia Blondet, “Reseña del libro ‘Historia de la corrupción en el Perú’ de Alfonso Quiroz”, ‘Revista Argumentos’ (Lima), año 7, no. 2, mayo 2013, pp. 58-62. < https://argumentos-historico.iep.org.pe/wp-content/uploads/2014/04/blondet_mayo2013.pdf >

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