Opinión

El azar en la historia del Norte

Por Susana Aldana

Historiadora

El azar en la historia del NorteFoto: Presidencia de la República

En el libro El azar en la historia [^1], Jorge Basadre realizó un intento de establecer si era posible analizar la realidad histórica peruana a partir de teorías que, en ese momento (1970), resultaban muy vigentes: el probabilismo (lo posible no realizado) y la teoría de juegos; modelos matemáticos aplicados al análisis social. Su pregunta básica era simplemente si el azar estaba presente en la historia, cómo explicar la respuesta semejante sino común de grupos humanos ante un estímulo de envergadura (independencia) o a los pequeños sucesos, eventuales, repentinos y no pensados que pueden cambiar el destino de una sociedad. Con todo, las probabilidades históricas no responden tanto a las emociones y acciones de un sujeto sino a las probables estructuras y coyunturas pues las decisiones y las interacciones sociales responden a una necesidad colectiva y una realización cooperativa. La independencia fue su ejemplo de caso y señaló las posibles opciones que se abrían en el momento del proceso.

Pero la pregunta base sigue siendo si el azar es posible en la historia. Y desde esa perspectiva nos preguntamos si es por azar que quien dirigió el Perú en la celebración del Centenario de la independencia (1921) fue el norteño, lambayecano, Augusto B. Leguía y que un siglo después, en el marco del Bicentenario de la Independencia (2021) sea el norteño, chotano, Pedro Castillo quien esté en la presidencia.

El momento de Augusto B. Leguía es fácil de perfilar pues se trata del siglo XX y la lejanía en el tiempo nos permite cruzar y entrecruzar un número de probabilidades que se conjugan y concretan para 1920. Como norteño forma parte de una muy tranquila sociedad tradicional, fundada en la riqueza de la caña de azúcar y la agricultura que, por momentos se vuelve vitalmente rápida gracias al comercio, en un momento de apogeo liberal a la peruana, la República aristocrática. Un lambayecano que se autoidentifica como un miembro de la clase media local y regional, lo que tiene mucho de verdad pues en Lambayeque, los señores más poderosos vivían en sus casas- haciendas a un máximo de medio día a caballo de la ciudad. La casa de Leguía estaba ubicada en el parque principal de Chiclayo y, además, sus intereses lo llevan a Inglaterra -no Francia- y ello lo hace distinto.

El marco que lo potencia a la presidencia es la salida de la Gran Guerra que, en realidad, en pleno apogeo del poder liberal, esconde una crisis sistémica -como toda guerra- y refleja los intereses de poderosos industriales liberales; embozados bajo un sentimiento nacional que, enfrentados entre sí, arrastran al continente europeo a la violencia. Como resultado y cumpliéndose la ley del péndulo, cobra gran importancia el estado como el organizador de la sociedad, siendo el punto máximo, el Estado Sacrosanto y Supremo, típico del fascismo. Por cierto, que como en todo Occidente, en el Perú también el estado tiene una fuerza que se expresa en la dictadura de Leguía: por un lado, la relación con los estudiantes y obreros que lo llevaron a la presidencia y por otro, la respuesta a su experiencia de vida, regional, que lo vincula con las clases altas y que lo impulsa a controlar el poder de los señores norteños y, por extensión, a los civilistas. Un momento en que el estado se consolida como el instrumento primordial de gobierno en lucha contra el poder centrífugo de los señores (norteños) a través de generar un poder centralizado (centrípeto) y capitalino.

Por cierto, el panorama no es tan claro en nuestro caso, el año 2021, pues la vitalidad de lo contemporáneo, del hoy presente y constante, no ha sido cribado por el olvido y la memoria; las pasiones de la vida y las opciones de acción son una realidad vigente. El azar se mueve dentro de estructuras que tienen un marco medianamente claro pero cambiante, el mundo global. Aquel que se insinúa con los contactos a escala planetario, crecientemente visible desde la segunda mitad del siglo XX y que se expresan con claridad con la mano de la tecnología, que impulsa los cambios en las sociedades. Hay múltiples aristas para entenderlos, desde el impacto de los medios de comunicación, potenciadores de la aldea global (McLuhan, 1964) y la sociedad de la información (Castels, 1996) pasando por los debates del fin de la modernidad de Lyotard- Habermas (década del 80) y los análisis de la posconvergencia hasta la concepción abarcadora del antropoceno (Crutzen, 2000), por enunciar sólo algunas. Queda claro que estamos en una situación de cambio no sistémico sino de sistema y el modelo establecido, nacional, republicano, capitalista, democrático y de base judeocristiano sufre el impacto de las reinvenciones culturales de todos sus agentes sociales a la luz de todos estos elementos en juego.

Por tanto y en la medida que el proceso también abarca al Perú, se descompone y se recompone la nación, propia de la modernidad. En paralelo, reemerge la región y la manera de ver el mundo que ella supone, aunque matizada y reinventada. Como los señores que son más que nunca señores globales; las mujeres siguen la línea del empoderamiento para ser tan igual que un hombre; los movimientos LGTB se dan abiertamente a escala planetaria y confrontan los estereotipos establecidos; los nativos se reinventan en guardianes ineludibles del planeta y los campesinos y el mundo rural se vuelcan a -y se traducen en- un activo capitalismo andino, capaz de vincularse con otros capitalismos, quizás más de la posmodernidad que de la modernidad. Para comprender nuestra actual situación, no basta con pensarnos dentro del marco nacional.

En todo caso y desde la región, ¿será por azar que geográficamente el camino a Chota pase por Lambayeque?

Nota

[^1] Ver Basadre, Jorge. 1973. El azar en la historia y sus límites: con un apéndice, la serie de probabilidades dentro de la emancipación peruana. Lima: P.L.V. (La editorial Taurus ha publicado este año una nueva edición 2021).