Opinión

El alto costo de un mal diagnóstico

Por Laura Arroyo Gárate

Comunicadora política. Directora del podcast “La batalla de las palabras”

El alto costo de un mal diagnósticoFoto: Presidencia

“La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados” (Groucho Marx).

Esta frase de uno de los más finos comediantes sobre política podría servir para iniciar un camino de entendimiento sobre los diagnósticos realizados desde un ala de Perú Libre respecto al que hasta hace unos días era “su” gobierno. En contra del simplismo en que muy fácilmente caen diversos “referentes” de la opinología peruana (mejor dicho, limeña) estamos frente a errores de diagnóstico en la reflexión política y no de errores producto de la improvisación o, todavía peor, de incapacidad de los personajes que las toman. Dicho en sencillo, resulta también un error de diagnóstico creer que Vladimir Cerróno o Guido Bellido actúan por simple torpeza, del mismo modo que creer que la designación de Ricardo Belmont como asesor presidencial es resultado de la falta de visión política de un Presidente como Castillo que ha demostrado sus capacidades políticas para reaccionar, por un lado, y para cuidar la fragilidad del equilibrio de poderes a la interna del gobierno que lidera. Que ambos movimientos resulten errados y también torpes tienen que ver con errores de diagnóstico, no con torpeza ni con ingenuidad. Veamos cuáles son estos errores.

Mal diagnóstico fuera de Palacio

He señalado en oportunidades anteriores las evidentes razones electoralistas que motivaron la ruptura altisonante -más sonora que concreta- del ala cerronista de Perú Libre con el Gobierno de Castillo tras la salida de Guido Bellido y la reformulación del gabinete ministerial. Sin duda, las elecciones regionales de 2022 resultan demasiado importantes en términos de aglutinamiento de poder como para apostar a ser una fuerza oficialista en dichos comicios sabiendo que el oficialismo paga mal. Por ello, desde un ala de Perú Libre se entiende que el éxito electoral pasa por realizar una jugada en dos movimientos: posicionarse como la verdadera izquierda peruana situándose a la izquierda del Presidente Castillo (para lo cual construyen un ala derecha del gobierno -Vásquez, Francke, caviaridad- que aunque sea inverosímil les permite sostener este relato) y, por otro lado, cuidando el discurso para no pisar aquella delgada línea roja donde se les vea como oposición no del Gobierno, sino del Presidente Castillo. Esto último ha quedado evidenciado en los últimos días, en particular con las declaraciones de Bellido donde el Presidente Castillo es una suerte de sujeto abstracto que no se toca. Se cuida Bellido de resaltar que nunca sería oposición a Pedro Castillo, con lo cual queda el subtexto de que si lo son es porque Castillo “estaría siendo víctima del ala derecha de su propio gobierno”. Como vemos, la narrativa está cuidadosamente diseñada, es fina y es homogénea por parte de este ala de Perú Libre. El problema es que no pega porque no es creíble. Esto ocurre porque, sobre todo, hay un error de diagnóstico a priori en esta intención discursiva y política.

El ala cerronista de Perú Libre se equivoca en una lectura muy concreta sobre la cual articulan toda su estrategia y táctica política (y electoral): una verdadera izquierda cosecha más que una izquierda percudida de “caviarismo” en un país donde el fantasma de la traición de Humala sigue siendo una resaca potente. Sin embargo, obvian notar que no es el eje izquierda-derecha el que opera fundamentalmente en el escenario político peruano. No lo fue durante la segunda vuelta y tampoco lo fue durante la primera. Tras la pandemia, la crisis política de los últimos años y el proceso electoral, queda en evidencia que el eje político que más opera en el Perú político actual es el “arriba versus abajo” (élites versus pueblo) que con el “izquierda versus derecha”. Además, en Perú tenemos una particularidad: el arriba se define territorial, socioeconómica y culturalmente en un rótulo concreto como “élites criollas y limeñas” y, el abajo, lo hace en clave “gente común y corriente” vinculada al pueblo y a las características propias de las disputas entre la capital y el resto del país. Para más detalles al respecto recomiendo leer a Raúl Asensio en “El Profe. Cómo Pedro Castillo se convirtió en Presidente del Perú y qué pasará a continuación” (IEP, Agosto 2021) con quien no concuerdo en algunas conclusiones políticas, pero sí con algunas de las variables que plantea para entender la victoria de Pedro Castillo. Sin duda, la imagen del “provinciano redentor” planteada por Asensio contribuye a entender el eje político que articula las principales disputas políticas peruanas ahora mismo.

La “verdadera izquierda” que buscan construir desde un ala de Perú Libre choca directamente con este otro eje que es predominante y termina por reducir la estrategia política a un juego por quién grita más fuerte. Dicho de otro modo: se reduce todo a una cuestión de forma pero no de fondo. Las grandes propuestas políticas del Gobierno explicitadas en el primer Mensaje a la Nación siguen siendo la brújula irrenunciable de este Gobierno con o sin Bellido en el Gabinete, y la reformulación del equipo ministerial ha permitido cortar con quien se convirtió en el primer escollo de la gestión presidencial pues una cosa es jugar a gobernar y otra es hacerlo. De Bellido se pueden apreciar algunas cuestiones políticas, pero también quedó claro que tenía el interés de utilizar un puesto de gobierno para hacer electoralismo antes que de sumar a la gestión del Gobierno que integraba. Esto terminó siendo un lastre tanto para el Gobierno como para sí mismo. De ahí que este ala de Perú Libre se caracterice por ser muy altisonante -gracias a medios de comunicación que así lo permiten y al tuiter como ventana de incontinencias declarativas- pero no mucho más que ello. El ruido es ruido y la política es más que eso.

Sobre el error del diagnóstico de esta ala de Perú Libre no hace falta creerme a mí, sino mirar la data. Así como su estrategia tiene dos movimientos, su error se evidencia ya en dos versiones: por un lado, la aritmética parlamentaria que ya quedó retratada hoy cuando 17 congresistas de la bancada oficialista se reunieron con Mirtha Vásquez desoyendo lo que el ala cerronista proponía, y, por otro, en el apoyo popular que está evidenciado por encuestadoras nada dispuestas a beneficiar al gobierno. Que IPSOS deba aceptar que Pedro Castillo sostiene su sólido suelo de aprobación sólo es una muestra de que la estrategia del ala cerronista no es hegemónica ni dentro de Perú Libre ni en el electorado que apostó por Pedro Castillo y que sigue sosteniéndolo. Nuevamente, el eje “arriba versus abajo” opera con mucha mayor eficiencia. Esto no va de “verdaderas izquierdas” porque esto va más bien “del pueblo” y no hay nada que haya hecho Pedro Castillo que lo aleje de ese pueblo que sigue viéndolo como uno de los suyos. Aquí está el principal error de Cerrón.

Mal diagnóstico dentro de Palacio

Cuando empecé a escribir este texto pretendía detenerme, como he hecho, en los errores de diagnóstico en la estrategia de Perú Libre. Mientras lo hacía se hizo pública la designación de Ricardo Belmont como asesor presidencial de Pedro Castillo. Un asesor que supone una incoherencia con el mensaje que el Presidente buscó dar con la reformulación de su gabinete ministerial hace tan solo unos días. Un asesor que no sólo ha dicho palabras fuertes en contra del Presidente que ahora es su jefe directo, sino que lo ha hecho también contra la Primera Ministra con quien también habrá de trabajar. Nuevamente, la ola de simplismos reduciendo esta decisión presidencial a la falta de olfato político, de inteligencia o “a su intención de dispararse a los pies” vuelve a hacer necesario ver la foto completa. El movimiento es errado y la designación de Belmont es injustificable, pero eso no obvia la existencia de una razón política detrás. El Presidente equivoca el movimiento porque equivoca la lectura.

Ricardo Belmont como asesor presidencial es la consecuencia de la actitud del ala cerronista tras la reformulación del gabinete. No se entiende un movimiento sin el otro. Es la respuesta al comunicado anunciando la negatoria del voto de confianza, la posibilidad de expulsión del partido de ministras (Dina Boluarte y Betsy Chavez), de los tuits como forma de ejercer presión política pública, explícita e irresponsablemente. Belmont no es una causa ni un caso aislado, es una consecuencia.

Ahora bien, el error de lectura persiste. En “Profesor, no podemos jalar en aritmética”, hablamos de la necesidad de hacer política con la calculadora en la mano. Quienes apuestan por la ruptura del Gobierno con Perú Libre obvian este factor. No sólo es Perú Libre el partido oficialista y, por tanto, su presencia en el Gobierno así como su cercanía y sus puentes de diálogo con el Presidente deberían ser antes una norma que un motivo de escándalo, sino que sus votos en el Congreso son fundamentales para garantizar la subsistencia de este Gobierno. En ese sentido, la reformulación del gabinete sin haber cosido las horas previas a su anuncio las relaciones con la mayoría de la bancada oficialista y negociado con los líderes del partido, fue un error político que es salvable pero no por ello puede obviarse. El Presidente parece tenerlo muy claro y, sobre todo, la Primera Ministra quien está apuntando a coser con todas las bancadas, empezando, como debe ser, por la bancada oficialista. Sin embargo, y aquí está el error, una cosa es coser y otra es abrir un nuevo flanco. Pedro Castillo acierta al entender que es importante realizar gestos y acercamientos hacia esa militancia de Perú Libre y ese electorado que apostó por él pero que se siente también cercano a Vladimir Cerrón y que no terminan de hacerse opositores del Gobierno pero tampoco aplauden al nuevo gabinete ministerial. Sin embargo, en el afán por realizar este gesto no ha tendido un puente de acercamiento, sino abierto un flanco que le debilita. El guiño se ha vuelto una fractura ósea. No todas las sumas, suman. Belmont es un caso evidente de sumas que restan.

El error de diagnóstico del Presidente Castillo se asemeja en parte al que su nueva oposición interna -el ala cerronista de Perú Libre- realiza. Es perfectamente posible sostener el suelo de apoyo popular (algo que ya ocurre) sin renunciar a sostener también el nuevo tenor en la forma de hacer política desde dentro del Gobierno. La prioridad ha de ser la gestión de gobierno y los gestos son antes trabajo político que nombramientos. No todo se resuelve designando a personajes en cargos concretos. Esta lógica de “cuoteo” es la que le juega en contra ahora al Presidente Castillo que en lugar de tener a su nueva primera ministra protagonizando la iniciativa política de esta semana con las conversaciones con las bancadas, la tendrá explicando designaciones mucho más que incómodas. Por su parte, Vladimir Cerrón, que más allá de las cercanías o diferencias políticas es un hábil animal político, ha entendido el mensaje del profesor y lo ha dejado solo: “Ricardo Belmont no es propuesta del Partido. Le deseamos muchos éxitos en su desempeño”. La jugada cae en saco roto. El Presidente no logra su intención y, a la par, da a la oposición y a la prensa los argumentos necesarios para opacar la semana en que la política de gobierno debía ser la protagonista y no los desaciertos ni la hemeroteca de un personaje cuya xenofobia y misoginia son tan solo algunas variables que lo hacen una muy mala noticia.

La oposición que sonríe

En medio de estos errores de diagnóstico de uno y otro lado, la oposición se relame sonriente. Haría falta otro texto para determinar sus tremendos y peligrosísimos errores de diagnóstico, empezando, claro, por apostar las cartas a quebrar la democracia por encontrarla “inútil” para su sostenibilidad en los espacios de poder, pero lo cierto es que a cuenta de los errores de los otros actores, la oposición sigue encontrando ventanas abiertas para sostener una actitud a la ofensiva.

En este sentido, haría bien el Gobierno en neutralizar las nuevas fugas de sangre que abre con movimientos equivocados. De hecho, puede que el nombramiento de Belmont no perdure si es que el pragmatismo político obliga al Presidente a cambiar la decisión; sin embargo, siempre es mejor hacer estos cambios antes que después pues, de lo contrario, le regalará a la oposición la oportunidad de ponerse la medalla del paso atrás. Esto tampoco le conviene a un Gobierno que ya está suficientemente acorralado por diversos frentes. Sin embargo, me temo, que hemos iniciado una semana perdida donde el rumor y el cotilleo se vuelven los titulares políticos y la verdadera acción política que sentará las bases de estabilidad del proyecto político del gobierno ocupará las segundas o terceras planas. Generalmente se dice que uno se define políticamente en función del bando que defiende. A día de hoy, me temo, que por estos errores de diagnóstico, el espacio que mejor cosecha de los desaciertos de otros es el de la oposición.

Y es la peor oposición posible. No deberíamos regalarles nada. Esto no es una comedia de Groucho Marx.