Opinión

El abismo peruano que se está devorando a Pedro Castillo

Por Carlos Reyna

Sociólogo

El abismo peruano que se está devorando a Pedro CastilloFoto: FLICKR Presidencia de la República

El viernes reciente circuló el rumor de que hoy domingo aparecerán videos y audios que serían la estocada definitiva contra Pedro Castillo. Este mismo día, en Trujillo, en la clausura del encuentro de Gobiernos Regionales, el presidente reconoció sus errores y pidió disculpas. Ayer sábado, en la inauguración de un centro de salud para niños en Urubamba, Cusco, el Presidente aludió a grabaciones manipuladas y dijo estar seguro que el pueblo serrano del Perú no creerá en ellas. En Lima, la vicepresidenta Dina Boluarte anunció cambios en el gabinete. La palabra vacancia es la que planea en cada uno de estos hechos y domina ahora la escena peruana. La posibilidad de que se logre le respira en la nuca al bando del gobierno. Y a su enemiga, la ultraderecha derrotada en las pasadas elecciones generales, la llena de ansiedad vengativa.

No llegamos hasta aquí solo por los errores de Pedro Castillo

Para entender todo esto, la explicación no se encuentra en la personalidad de Pedro Castillo ni en sus limitaciones como gobernante. Esa ultraderecha, liderada por Keiko Fujimori, se lanzó a derribarlo hace seis meses, apenas se supo el primer cómputo de los votos de la segunda vuelta y gritaron fraude.

El siguiente mes y medio, Keiko y sus aliados también pusieron bajo ataque a los organismos electorales, y a la elección misma. Como esos organismos, ni la OEA, les hicieron caso, ampliaron aún más su ataque, esa vez hacia la democracia misma, pidiendo a los militares que den un golpe de Estado.

Cuando el JNE y la ONPE proclamaron el triunfo de Castillo, hace 4 meses y medio, Keiko juró que continuarían su “lucha”. Sus aliados Rafael López y Jorge Montoya añadieron que también irían por los jefes de ambos organismos electorales. Ahora ya lanzaron la moción de para vacar a Castillo y ya hay juicios entablados por testaferros de la ultraderecha contra los jefes del JNE y ONPE. De modo que, así Castillo hubiera sido tan eficiente como Angela Merkel, igual iban a ir por él haciendo lo que sea para derribarlo. El problema es que Castillo no ha tenido la capacidad para impedirlo.

Pedro no pudo lidiar con el abismo que divide al Perú

Aquello que le ayudó a ganar las elecciones es lo mismo que ha influido para que se ponga ahora a tiro de la ultraderecha autoritaria. El ganó, como se ha dicho ya tantas veces, y por tantos, porque el Perú estaba más que nunca partido en dos. La mitad que le hizo ganar fue aquella que reconoció en el profesor su propia pertenencia a lo regional, a la ruralidad, a la exclusión y a la pobreza. También vio como propia su no pertenencia y su desconfianza hacia el mundo político, a sus modos y a sus medios. Por eso, a pesar que durante la campaña fue un polemista básico, distante de los medios y de la política convencional, con declaraciones erróneas y erráticas, eso no le impidió ganar. La otra mitad estaba con Keiko, y al medio de ambas, el abismo social al que se refirió nuestro historiador emblemático.

En gran medida, esa falla sísmica peruana hizo ganar a alguien como Castillo, porque fue creíble cuando proclamó que él encarnaba a su mitad. Pero, ya instalado como Presidente, se dejó ganar por ese abismo. Creyó que este también sería la clave para gobernar bien. Por soberbia o por inseguridad, decidió continuar como ajeno a la otra mitad, al mundo de los medios, a desconfiar en exceso de los políticos limeños o de otros partidos. Y a confiar también en exceso en algunos grupos o individuos solo porque tenían algo en común con el: allegados a Perú Libre, sus paisanos, sus colegas maestros, sus colaboradores de campaña, no importando cuán antiguo era el vínculo.

Así, desde su resistencia a despachar desde Palacio de Gobierno y a dialogar con la prensa, hasta la gran cantidad de nombramientos discutibles de ministros y altos funcionarios, pasando por frecuentes anuncios que boicoteaban los esfuerzos de sus ministros para dialogar con la otra mitad, Castillo ha ido actuando de tal manera que cada semana vino regalando argumentos a sus enemigos.

Y entre sus nombramientos han estado el de esos ministros o altos funcionarios que han ido dejando serios indicios de corrupción también casi cada semana, frente a los cuales su manera de reaccionar ha sido siempre muy lenta, ambigua hasta el punto de rozar la tolerancia y renuente a declarar frente a la prensa.

Los casos más graves

Ese tipo de enrolamientos es el que ha llevado al caso del secretario general de la presidencia y al de esas sospechosas reuniones nocturnas en aquella calle de Breña. Ambos tienen esa característica que convierte a hechos irregulares en verdaderos escándalos: la proximidad e incluso la presencia del propio Presidente.

Esto último ha tenido dos consecuencias: primero, ha convertido lo que era la débil moción de vacancia presentada por alguien como la congresista Chirinos, en una moción mucho más peligrosa para Castillo, tanto que ya se ubicó en el plano de lo posible. Y, segundo, también podrían ser la causa para un juicio político contra Castillo, cuya investigación podría comenzar pronto. De hecho podrían ser las dos cosas, vacancia primero y juicio político después.

La situación de Castillo podría agravarse aún más. Alguno de los implicados en cada uno de esos dos casos podría optar por convertirse en colaborador eficaz y acusarlo a cambio de reducir su pena. Varios de esos implicados no tendrían razones para ninguna lealtad. En particular aquella gestora de contratos que los ha tramitado en varios gobiernos y es cercana a la fujimorista Luz Salgado.

Esta sería una mala forma para Pedro Castillo de terminar su paso por la política. Sería traumática para el mismo. Pero no solo para él, sino para aquella sencilla familia y el centro poblado que todos hemos conocido en medio de la campaña. También para buena parte de los electores que pusieron algo de ilusión en él. Por último, para los propios grupos de izquierda que decidieron apoyarlo en su confrontación con Keiko y hasta el momento se mantienen en un silencio estoico. En esto, por supuesto, no se incluye al grupo de Vladimir Cerrón, que contribuyó a debilitarlo desde el primer día de su gobierno.

No es poco haber derrotado a Keiko Fujimori

En este marco nada favorable para la democracia peruana habría dos cosas que no deberían pasarse por alto. Primero, mientras no se pruebe otra cosa, queda en pie todavía la hipótesis de que lo que viene ocurriendo con Castillo se debe a gruesos errores políticos cometidos por un gobernante popular inexperto que asume la presidencia en una situación sumamente compleja. Un país en pandemia, socialmente partido en dos, políticamente fragmentado, y con una izquierda muy débil. Por si fuera poco, el asedio incesante de una ultraderecha hostil a la democracia que sí está penetrada de corrupción y complicidad con grupos fascistas.

Y segundo, que nada le quitará a Castillo el mérito de haber contribuido, en las elecciones que ganó, a derrotar limpiamente, pese a sus pocos recursos e inexperiencia, a una opción probadamente turbia como la de Keiko Fujimori. El principal móvil de esta para buscar la presidencia, como se sabe, era escapar del juicio por muy graves delitos que la esperaba. Esa y no otra es la razón del odio y el golpismo que ella ha promovido y organizado desde hace más de 6 meses. Suficiente para que, si tiene que salir del cargo, el maestro rural lo haga con el rostro levantado.