Opinión

Díptico de verdades y mentiras

Por Jairo Rivas

Licenciado en Antropología y Magister en Ciencia Política por la Pontificia Universidad Católica del Perú

Uno

La vida le alcanzó a Mama Angélica para ver condenados a los responsables de secuestrar, torturar y desaparecer (con horno incluido) a varias decenas de personas que pasaron por el Cuartel Los Cabitos, en Ayacucho, entre ellos a su hijo Arquímedes. Una sentencia judicial acaba de confirmar oficialmente la absoluta veracidad del relato que esta mujer le enrostró a los militares y al país entero hace ya 34 años.

No fue un proceso fácil. La justicia se tomó largos años para ajustar cuentas con crímenes que las mujeres nunca se cansaron de enunciar y recordar. Pese a ello, hasta el final los jueces mostraron muy poca consideración hacia las víctimas. Basta recordar que el acto de lectura de sentencia se inició pasadas las 8:00 p.m. y se prolongó hasta después de las 3:00 a.m. Cero respeto.

Pero el verdadero enanismo moral corrió por cuenta de los militares. Humberto Orbegoso Talavera y Édgar Paz Avendaño, condenados a 30 y 23 años de prisión respectivamente, habían huido días antes. Hoy se encuentran prófugos de la justicia. Mientras que Carlos Briceño y Carlos Millones no recibieron sentencia amparándose en una oportuna demencia senil. Sin embargo, es tan contundente la evidencia y tan notoria la ausencia de los responsables que, en conjunto, todos ellos solo pueden ser calificados como asesinos y cobardes.

Tantos intentos por acallar, por ningunear esta verdad han llegado a su final. Después de este largo camino solo quedan incólumes el relato del horror sufrido por la población ayacuchana y la inquebrantable dignidad de este grupo de mujeres agrupadas en la emblemática ANFASEP. Su persistencia en la búsqueda de la verdad y la justicia fue más fuerte que todos los poderes que intentaron, a lo largo de los años, negar sus denuncias, sus relatos, su verdad.

Dos

Una dirección exactamente inversa es la que recorre María Cecilia Villegas en su recientemente publicado libro La verdad de una mentira. El caso de las 300 mil esterilizaciones forzadas (Planeta, 2017), construido para negar la existencia de una política criminal que esterilizó forzadamente a varios miles de mujeres pobres durante el gobierno autocrático de Alberto Fujimori.

No vale la pena detenerse en la pobreza académica del trabajo de Villegas, que ya ha sido agudamente criticado por las investigadoras Camila Gianella, Jelke Boesten, Julieta Chaparro, Christina Ewig y Francesca Denegri, además de Juan Pablo Murillo y Adrián Lerner. Adicionalmente, la pobreza ética y las peligrosas consecuencias políticas de este texto han sido claramente expuestas por Félix Reátegui y Salomón Lerner, este último en dos columnas (se pueden leer aquí y, esta segunda especialmente recomendada, aquí).

Al igual que las víctimas de la violencia política, las mujeres que fueron esterilizadas forzadamente comenzaron con sus denuncias en el momento mismo en que ocurrían los hechos. No han cambiado su relato desde entonces y siguen esperando justicia y reparación, pues ellas saben que la verdad está en sus voces y en sus cuerpos.

De modo análogo a quienes negaron los terribles hechos que la sentencia del caso Cabitos ha confirmado, Villegas intenta reescribir la historia para exculpar a los responsables de esta barbarie. No dudo en este caso de la persistencia de las organizaciones de mujeres afectadas que, en varios lugares del país, pugnan por que su memoria no quede enterrada. Me pregunto si la justicia – hasta ahora inoperante – estará a la altura de la dignidad mostrada por las mujeres. Me queda claro que Villegas, instrumento de fachada de poderosos intentos negacionistas, no lo está.

Colofón

Muy cuestionable la decisión del Ministro de Cultura Salvador del Solar de retirar a Guillermo Nugent de su cargo de director del Lugar de la Memoria (LUM). Lo peor de todo son los criterios empleados para justificarse. Si bien es cierto que no ha censurado la exposición motivo de la disputa, su planteamiento sí censura algo más grave: cualquier muestra que tenga un contenido “sesgado” y que “moleste” a alguna parte parece quedar excluida de este espacio. Con ese lamentable criterio, las voces de Mama Angélica o de Raida Cóndor, enormes ejemplos de coraje en nuestra historia reciente, no podrían estar jamás en el LUM. Triste caso de sometimiento político. ¡Qué diferencia con tantos ejemplos de dignidad que episodios más oscuros de nuestra historia no pudieron ocultar!