Opinión

Día de la madre: ayer y hoy

Por Inés Ruiz Alvarado
Día de la madre: ayer y hoy

Hace unos días una joven influencer en las redes sociales anunciaba un regalo diferente por el día de la madre: un producto para el cuidado de la piel. Ella reía mientras recordaba que de pequeña y también de adolescente, le regalaba a su madre algún electrodoméstico o algún artefacto que hiciera más fácil el trabajo del hogar. No se detuvo en reflexionar porque ya no debía o debíamos de considerar este tipo de obsequios para nuestras madres y enseguida paso al sorteo de una las cremas top en frenar el paso del tiempo en el rostro de la mujer. Me quede unos minutos observando a esta joven influencer y esa corta pero dramática historia que acababa de comunicar. En mi casa, cuando era chica, fueron varios celebraciones por el día de la madre y cumpleaños en las que se le obsequió a mi madre o a mi abuela algún artefacto o juego de tazas u ollas arroceras, aun recuerdo con espanto un plumero morado que vino como parte del paquete de un exprimidor de naranjas.

Hasta hace solo unos años era tradición también celebrar el día en casa de mi abuela materna. Mi abuela, la matriarca de nuestra familia, la que nos mantuvo unidos muchos años, era conocida por su arte en la cocina. El día de la madre no era una excepción para que ella desde muy temprano se dedicara a este espacio. Al termino de la reunión las hijas y nietas recogían platos, lavaban los trastos mientras que los hombres, trago en mano, celebraban su posición de poder y privilegio sin siquiera ser concientes de ello. Todo parecía normal, el día de la madre estaba destinado hacia el consumo masivo para celebrar y honrar el servil y desinteresado labor de una madre pero también, como no, su amor incondicional. Por supuesto había que celebrarla con lo que más le gustaba: un artefacto para el hogar.

Este escenario que relato puede que para muchos de ustedes resulte familiar. Hemos normalizado y romantizado la celebración por el día de la madre como un día dedicado al consumo y a reforzar ese rol asignado al cuidado desde el espacio del hogar. Incluso la publicidad en nuestro país aun percibe a las mujeres madres como sujetos destinados al cuidado de la casa. Aun hoy la radio anuncia por el día de la madre: estufas, exprimidores “una colección de electrodomésticos”

La identidad de las mujeres estuvo siempre asociada a la moral, el orden y el acompañamiento del cuidado del hogar, lamentablemente al higiene y la limpieza, y sigue siendo también sinónimo de belleza. Como María Emma Manarelli expone en Limpias y Modernas, ser una buena madre significaba educar los sentimientos y aprender a controlar los impulsos de los miembros del hogar. Es decir la identidad femenina estaba sustentada en el rol maternal.

La pandemia ha puesto a prueba ese relación de cuidadoras asignado a las mujeres durante siglos. De alguna forma perversa ha regresado a las mujeres a su “casa” ese espacio que durante el siglo XIX fue un lugar de trabajo doméstico y en donde las mujeres debían encargarse de la alimentación familiar además de dominar otras artes como la repostería, lavandería, costurera etc. Hoy el confinamiento ha obligado a muchas mujeres al exclusivo cuidado de sus hijos y del hogar, así hacen malabares para cumplir con el teletrabajo, asistir a los niños en sus deberes escolares y son, como siempre, cuidadoras emocionales y sostén de la familia. No es sorpresa que durante este año y medio que lleva la pandemia muchas mujeres se han visto obligadas a renunciar a sus trabajos porque debían anteponer la crianza y el cuidado de sus niños, y si hablamos de producción científica hecha por mujeres, el porcentaje de artículos e investigaciones ha disminuido notoriamente.

Sí algo debemos celebrar en este día es la fortaleza de aquellas mujeres que decidieron ser madres, sin embargo mas allá de la celebración debemos estar atentas a los mensajes que permanecen en el imaginario colectivo y que le asigna a las madres esa función única en el hogar.