Opinión

De vacancias, disoluciones y revocatorias

Por Lincoln Onofre

Polítólogo

De vacancias, disoluciones y revocatoriasFoto: ©Luisenrrique Bencerra │ Noticias SER

Estas medidas están contempladas en la Constitución como una cuestión excepcional y extrema; sin embargo, tanto ciudadanos como congresistas apelan a estos mecanismos con regularidad como si se tratase de un recurso cotidiano, antojadizo y hasta coercitivo.

La ligereza con que se propone la vacancia presidencial, la disolución del congreso o la revocatoria de autoridades regionales y municipales pareciera no tener como fin último superar la crisis que lleva a tomar esa decisión. Los congresistas, alejados del sentido democrático, la institucionalidad y el desarrollo del país, anteponen sus intereses privados bajo el discurso de “el pueblo”; ese pueblo al que desde hace varios años vienen dando la espalda.

Pero también son responsables los ciudadanos “de arriba y de abajo”; los primeros porque en la idea de mantener y aprovechar los privilegios del status quo (y las inequidades existentes), son capaces de patear el tablero, el resultado de las elecciones; los segundos, más interesados en lo que Carlos Tapia denominó “resentimiento justiciero”, también contribuyen al desmoronamiento de lo poco que nos queda.

¿Qué ofrecen tirios y troyanos luego de aplicar estas medidas excepcionales? Evidentemente poco o más bien, nada.

Hace dos años, en Huamanga se hablaba de revocar al alcalde. Si bien su impopularidad creció rápidamente debido a la decepción por su escaso conocimiento de la gestión pública incluso para quienes lo apoyaron en campaña; revocarlo no representaba un mejor escenario para la comuna. Quienes podían sustituirlo simplemente no contaban con suficientes credenciales para gerenciar una entidad de gran tamaño, y la probabilidad de seguir el mismo infortunio era alta.

El último día del mes de setiembre de 2019, el entonces presidente Martín Vizcarra utilizó este mecanismo extremo para disolver un parlamento obstruccionista en medio de una crisis múltiple: política, sanitaria y económica. Los aplausos de un gran sector ciudadano no se hicieron esperar. ¿Fue este el remedio para acabar con un congreso que hace rato dejó de representar a la población? No. El siguiente parlamento no fue mejor; pues no solo vacó al presidente Vizcarra cuando el país vivía entre la desolación y el luto de miles de personas; sino que eligió a un presidente interino que agudizó la crisis en las calles. Como resultado, dos jóvenes muertos y cuatro presidentes en un solo periodo de gobierno.

Dicho ello, ¿Acaso este congreso es mejor que los anteriores? O más bien, irrogándose ser la voz del pueblo, demuestra en menos de cuatro meses que lo último que le interesa es la estabilidad de nuestro país. ¿Cuáles son los escenarios ante una vacancia presidencial? ¿Dejarán que la primera vicepresidenta gobierne sin tener la espada de Damocles apuntando a su cabeza? O en un escenario de nuevas elecciones, ¿Acaso aceptarán un resultado adverso? Sacando cuentas, todo este esfuerzo que hace la señora Fujimori, los fujimoristas y un gran sector de conservadores (llamados DBA) no compensa con un quinquenio en el gobierno. De hacerse del poder, probablemente volverían a lo que hizo su padre, quedarse un decenio y más burlando su propia Constitución, esa que tanto hoy defienden.

Quienes están al frente de ese 49% de políticos, empresarios y ciudadanos; deben asumir que perdieron las elecciones y, en lugar de patear el tablero, preguntarse qué pasó; por qué el crecimiento económico no ha beneficiado a las mayorías, por qué las inequidades y las brechas no fueron superadas, por qué la descentralización no se tradujo en desarrollo. En cinco años tendrán la oportunidad de proponer un modelo que satisfaga sus intereses, sin que ello implique excluir o marginar a esas mayorías.

Quienes ganaron con casi 51% de los votos, deben asumir que el reto y compromiso es mayor, pues gobiernan para para todos, lejos de los insanos enfrentamientos en el parlamento y con mayor frecuencia en las calles, deben buscar una salida a esta crisis y dejar de seguir apelando a discursos que solo buscar mantener la polarización y que en algún momento pueden pasarles la factura.

Con la vacancia presidencial o la disolución congresal no se acaba el problema, sino todo lo contrario; estas son medidas extremas; antes, es deber de nuestros políticos bajar las armas y buscar otras alternativas que beneficien a la población que dicen representar; de lo contrario, mañana estarán otros en el poder y con la misma ligereza que hoy se pretende traer abajo al Ejecutivo, continuaremos en este círculo vicioso de renovar autoridades por pura ojeriza.