Opinión

Cuando las heridas se abren

Por Enma Díaz Rojas

Traductora e Interprete. Coordinadora de la Oficina Regional de SER en Ayacucho

Cuando las heridas se abrenFoto; Enma Díaz Rojas

Sobre el 15 de diciembre y sus subsecuentes hechos

Cuando las heridas (en especial las quirúrgicas) en proceso de cicatrización o ya cicatrizadas se separan o abren, las y los médicos indican que se ha producido una dehiscencia. Es decir, la herida ha sufrido una apertura, la cual es una condición que requiere cuidado ya que puede ser mortal. De manera análoga, a más de 40 años de haber vivido los años más dolorosos de su historia, la población de Ayacucho ha experimentado una dehiscencia social el día 15 de diciembre del año 2022. Fecha en que las cicatrices y heridas (muchas de ellas aún sin cicatrizar) se volvieron a abrir y sentir el dolor más profundo de lo vivido durante el Conflicto Armado Interno (CAI) entre los años 1980 y 2000.

La mañana del 15 de diciembre del año 2022 nada hacía presagiar lo que sucedería horas más tarde. Ese día se realizó una de las tantas movilizaciones que suelen desarrollarse en la región y el país cuando suceden hechos en los que la población considera necesario levantar su voz de protesta. Sintiéndome convocada, celular en mano, pantalón suelto, las zapatillas puestas y el cabello bien sujetado me dirigí a la plaza de armas para registrar imágenes y enviarlas al portal de Noticias SER(1). Ya muy cerca de la plaza, observé que entre el jirón Bellido y Asamblea un cerco militar bloqueaba el acceso. Había órdenes expresas de no dejar pasar a nadie. Los militares tenían mirada seria y empuñaban firmemente sus armas. Me fue rara esa escena porque he participado en muchas movilizaciones y, de las que recuerde, nunca vi a militares resguardando la plaza o haciéndose cargo de la seguridad interna, salvo en otras circunstancias como la pandemia, por ejemplo.

Decidí avanzar unas cuadras más tratando de ubicar a la movilización. Cuando de pronto, entre el jirón Garcilazo de la Vega y Callao, muy cerca de la iglesia San Francisco de Paula, la movilización hacía su entrada portando una gran banderola con el siguiente mensaje: “¡No más muertes! Exigimos: 1) Cierre del Congreso, 2) Renuncia de Dina, 3) Restitución de Pedro Castillo a la presidencia y 4) Nueva constitución”. Todo, escrito en letras amarillas y blancas sobre un fondo rojo. Un nutrido grupo de personas, a paso firme, se acompañaban cantando “Vamos pueblo carajo, el pueblo no se rinde carajo (bis)” seguido de “Dina asesina, el pueblo te repudia carajo”. Ya para entonces se habían registrado siete muertos en la provincia de Andahuaylas.

La movilización avanza y logra bajar por el jirón Bellido hasta el jirón Asamblea donde se encontraba otro grupo que había hecho su ingreso desde la Casa del Campesino que está ubicada en la avenida Independencia. Ambos grupos se unen y conversan con el militar responsable del cerco para que los deje pasar, éste se niega. El grupo se mantiene firme en su pedido e insisten en varias ocasiones, pero en todas reciben un No como respuesta. Para ese momento ya se dejaba sentir la molestia y la frustración de las y los manifestantes porque consideraban que ésta era una forma de provocación de las autoridades, específicamente del gobierno central. Una señora, que parecía ser comerciante de uno de los mercados convocados, con voz firme señala “la plaza es nuestra, nadie nos puede impedir el ingreso” otra señora que parece ser del mismo gremio, agrega “qué cree que vamos a hacer, solo vamos a dar vueltas como siempre, qué tal lisura”. Dicho eso llaman, con un ademán de las manos “acérquense”, a más personas para que puedan apoyar al grupo que intenta romper el cerco militar. De tanto en tanto todos empujan, para romperlo, pasan unos 20 a 25 minutos sin poder lograrlo. Los militares se muestran firmes y recios frente a la multitud, a los extremos están algunos empuñando sus armas y hacia el centro otros entrelazan sus manos a modo de cadena humana. El grupo insiste cada vez con más fuerza hasta que finalmente logran deshacer el cerco militar y todos entran corriendo por la calle peatonal del jirón Asamblea.

Los militares en su afán de dispersar el avance de los manifestantes sueltan gases de color rojo, la gente corre despavorida en medio del humo rojo, pero igual nada los detiene y se hacen de la plaza. La manifestación se concentra en el frontis de la Catedral e inicia su recorrido alrededor de la plaza. De a pocos van saliendo pancartas con diversos mensajes, entre los más resaltantes está un cartel grande que dice: “Cierre del congreso golpista”, lo acompañan otros más pequeños que tienen como mensaje “No a la represión y masacre del pueblo”, “No soy terrorista” que va acompañado con un dibujo de la bandera del Perú, “urgente cierre del congreso” éste tiene debajo de las letras el dibujo de una rata muy grande, otro que dice “fuera corruptos del congreso, Ayacucho te repudia” “¡nuevas elecciones ya!” que va con las fotos de la Presidenta Dina Boluarte. La mayoría de los carteles tienen el mensaje de rechazo al actuar del congreso y de la asunción de Dina Boluarte como presidenta, luego que Pedro Castillo fuera vacado en el cargo.

Para la manifestación, desde el Frente de Defensa del Pueblo de Ayacucho (FREDEPA) convocaron a diversos gremios como la asociación de transportistas, de feriantes y comerciantes, de mercados, juntas de usuarios de riego, estudiantes y la población en general. Por ello, las pancartas son llevadas por diversos grupos de personas. Jóvenes que cubren sus rostros con pañuelos, mujeres con sus mandiles bien puestos y atados a la cintura, campesinos y campesinas ataviados con sus sombreros. Todos se desplazan a ritmo de cánticos como “vamos pueblo carajo, el pueblo no se rinde carajo”. La movilización se pone más fuerte y se empieza a sentir la adrenalina del reclamo y de la rabia contenida ante las muertes ocurridas en Andahuaylas y contra el discurso del terruqueo emprendido por el gobierno. Ante lo cual se escucha un grito unánime de “¡No soy terrorista!” “¡No soy terrorista!”.

Hasta entonces, la movilización se había llevado a cabo pacíficamente y con una convocatoria amplia. Era ya casi el medio día y después de haberse desplazado por las principales calles de la ciudad, las y los manifestantes se concentraron en el frontis del local de la Municipalidad de Huamanga. Reunidos, iniciaron un pequeño balance de cómo se iba realizando la movilización. La presidenta del FREDEPA junto a otros dirigentes trataban en lo posible de llamar a la calma para que evitar todo tipo de provocaciones. Ello debido a que en el transcurso de la mañana algunos manifestantes habían denunciado la presencia de “ternas” infiltrados. Hasta ese entonces no me había percatado que las principales entidades que se ubican en la plaza y en sus alrededores como el Banco de Crédito del Perú, Banco de la Nación, el Poder Judicial, Telefónica, entre otros no tenían el resguardo policial que suelen tener en este tipo de eventos, pero no le tomé mayor importancia. Algo que horas más tarde, tomaría sentido al menos para mí, pues fueron quemados.

Hasta ahí todo bien, no había ocurrido algún hecho que pasara a mayores y empañara la movilización, parecía que todo terminaría bien. En medio de la multitud me encontré con una amiga y nos pusimos a conversar de todo lo que habíamos observado durante la mañana. Mientras conversábamos me iba dando algunos consejos para hacer la difusión de videos y fotografías en medios digitales, algo que aun no domino mucho.

El balance de la mañana había terminado con el llamado de los dirigentes para continuar acatando el paro convocado y seguir movilizándose. Harían un pequeño descanso, pero ello no significaba que se fueran a casa sino de hacer una pausa para compartir los refrigerios que los diversos gremios habían logrado juntar. Así que junto a mi amiga decidimos retirarnos del lugar y hacer un recorrido por las calles vacías. El paro trataba de ello, de que nadie circule. Es decir, libre de todo transito vehicular y el cierre de los principales centros de abastos. Caminamos unas 10 cuadras y decidimos regresar a casa para tomar nuestros alimentos y acordamos volvernos a encontrar a las 4 de la tarde para seguir cubriendo la información, sin presagiar que ya no íbamos a poder salir de casa.

Camino a casa, escucho a un señor hablar por celular informándole a su interlocutor “hay un muerto ya carajo” imagino que al otro lado del hilo telefónico le preguntarían ¿Cómo? y ¿dónde? Y a partir de ello le brinda una serie de respuestas “En el aeropuerto, huevón” “están soltando balas”, “están pasando por tik tok también”. Muevo la cabeza incrédula y apresuro mis pasos, no tenía forma de saber y comprobar, pues tenía el celular apagado por que se le había agotado la batería. Llego presurosa a casa, subo las escaleras corriendo y mi mamá me pregunta “¿Imam pasakun? balakuna tuqyachkan kay qipachallaykita (¿qué está pasado?, se han escuchado balas hace un rato antes que llegues). Vivo cerca a la vía de evitamiento que va camino al aeropuerto así que el sonido de las balas llegaba hasta ahí. Le digo que no había escuchado el sonido de las balas y repliqué diciéndole que pensaba que habían sido bombas lacrimógenas y ella insiste “balakunan” (son balas). Así que, conecto el celular y enciendo la laptop para ver y efectivamente se había producido la primera muerte, era Clemer Rojas.

Cuando vi la imagen de Clemer (que hasta ahí era un NN), en la pantalla de la computadora, estirado en la calle y a un militar verificando si aún tenía pulso; mi cuerpo se estremeció de tristeza, rabia e impotencia. Me llevé las manos a la cabeza y le respondí a mi madre que estaba al pendiente “sí, mamá han matado a un joven”. Mi mamá se lleva las manos al rostro y me dice ¿Imarayku? (¿por qué?), miserablekuna (miserables). Pillaraq mayllaraq, maypi kaqraq. Familiallan kallanchu icha manachu (quien será y de dónde será, quizás tendrá familia o no) ello haciendo referencia a si tendría familia dependiente de él. El rostro de mi madre era de absoluta tristeza. Mientras seguía al frente de la pantalla, mi madre me invadía con una ráfaga de preguntas y comentarios de porqué, cómo así, qué paso, ¿manachu autoridadkuna kan chaykuna sayachinmpaq? ¿acaso no hay autoridades para que detengan todo eso? No sabía cómo responderle y traté de calmarla. Almorzamos con una sensación de angustia porque el sonido de las balas en la calle era cada vez más seguido. Las redes sociales se llenaron de transmisiones en vivo en las cuales se observaba el trasladando de un herido tras otro. Parecía ser una pesadilla.

Eran las 4 de la tarde, llamé a mi amiga para saber si seguía en pie nuestro encuentro y me respondió con voz enérgica “¡estás loca! cómo vamos a ir, están disparando por todos lados”. Así que mis ganas de querer hacer mi papel de reportera se fueron. Fue como una cachetada de “oye despierta, no podemos hacer mucho solo seguir difundiendo lo que está pasando”. Pues sí, salir en esas circunstancias era complicado y era exponerse. Aunque otras personas salieron a brindar ayuda en esas condiciones y es ahí donde se encontraron con la temible muerte. Sin más que hacer, subí a la azotea que está en el cuarto piso de la casa. Desde ahí divisé el humo de los gases lacrimógenos y el de los locales incendiados. Saco el celular y empiezo a grabar siguiendo los sonidos, hago zoom para acercar las imágenes que quería registrar.

Mi madre estaba sentada debajo del pacay(2), se la notaba angustiada, por los disparos que se escuchaban por todos lados, desde el aeropuerto, cementerio, la plaza, el óvalo Wari, jirón Dos de Mayo, parecía que las puertas del infierno se habían abierto. De pronto escuchamos el sonido de un helicóptero, no, eran dos. Uno sobrevolaba el centro de la ciudad y el otro, a una cierta distancia, le hacía de guardaespaldas. Parecía que soltaban bombas lacrimógenas. Mi madre rompió en llanto, traté de calmarla y me dice “imatañataq ruwarunku chay protestaman rispanku, chaynataña bala kacharinankupaq, qamka hinaña tuqyakuchkan (qué ya han hecho en esa protesta para que de esa manera suelten las balas, está reventando como la cancha). Sichu imatañapas ruwarunmanku karqa presutachiki apanmanku, amaya chaynatañaqa balataqa kacharinmankuchu (si algún delito han cometido entonces que los lleven presos, pero que no suelten las balas de esa manera).

Le digo que se calme, que pasará pronto. Me dice que no será así ya que los militares probablemente empezarán a matar porque ya le encontraron el gusto de matar “yarqay allqu hinam paykunaqa wañurachispankuqa gustuntam tariykunku, chaynam karqa sasachakuy watakunapi “ (ellos son como el perro hambriento, una vez que matan le encuentran el gusto, así fue en el tiempo del terrorismo). Insiste en que esto no pasará por que si han empezado a matar gente inocente entonces no les importará nada, más que su sed de poder. Aparecieron otra vez los helicópteros y esta vez pasaron por la azotea de la casa. Esto angustia más a mi madre y dice “miserablekuna (miserables)”, ¿qaway? “balataña kachaykuwaychikta munachkanku” (¿viste? Están queriéndonos soltar balas). Le digo que no es así, que seguramente están sobrevolando para hacer un registro de los lugares donde hay violencia. Está angustiada, no hay duda que los hechos le trajeron recuerdos pasados del sasachakuy tiempo (épocas de la violencia), pues repite una y otra vez “chayna punillam chay watakuna karqa, chaynam qallarira (así igualito fue aquella vez, así todo empezó)”.

Tratamos de calmarnos y bajamos al segundo piso de la casa cuando de pronto suena el celular y es mi hermana. Me habla con voz llorosa, le pregunté que pasaba y me dice que no sabe qué hacer, pues habían soltado bombas lacrimógenas y su casa estaba llena de gases y que en la puerta de su casa se había iniciado una balacera. Ella vive cerca de las oficinas de Seguridad del Estado a donde habían llevado a personas detenidas y donde una turba exigía su liberación. Así que para dispersarlos soltaron bombas lacrimógenas e hicieron disparos al aire. Calmé a mi hermana, le dije que se ponga a buen recaudo y se mantenga lejos de las ventanas. Mi mamá y yo llegamos a la sala, nos sentamos y los disparos continúan, tratamos de alejarnos de las ventanas y quedarnos en la cocina. Mi mamá hace una plegara pidiendo que Dios bendito se apiade de todos nosotros por hacerle doler la cabeza con tanto pecado. Vuelve a sonar el celular y es mi hermana otra vez para decirme que todo empeoró y que pida ayuda, me desespero y escribo por las redes para decir que ya paren con los disparos. La angustia se apodera de nosotras.

El día oscurecía y las redes seguían informando de los muertos y heridos 1, 2, 3 … 10 muertos. El corazón se estruja por el sonido de las sirenas de las ambulancias y por los miles de imágenes que circulan minuto a minuto por todas las redes. Es difícil conciliar el sueño, pues sigue la balacera, son las 10 de la noche y cae una pequeña llovizna cual lágrimas de mi madre y seguramente de muchas familias que volvieron a recordar momentos aciagos de la violencia.

Cual una dehiscencia, lo ocurrido aquel 15 de diciembre del año 2022 fue abriendo las heridas y cicatrices. La mañana del 16 de diciembre un grupo de estudiantes de la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga (UNSCH) salió a levantar su voz de protesta contra lo ocurrido. Parlantes y copias en mano entonaron la canción “Busco a Huamanga” canción emblemática de los años difíciles de la violencia que fuera interpretada por un jovencísimo Max Castro(3). Las letras hacen una clara referencia a la muerte de miles de inocentes de aquellos años “¿Por qué, Huamanga, ¿desangras tanto? ¿Por qué permites tanto llanto? Qué cruel designio estás pagando, con tantas muertes e injusticias…” y ahora se volvía a cantar para reclamar por la muerte de 10 personas. Fue imposible no derramar lágrimas. Así fueron pasando los días entre protestas y vigilias y se fueron desempolvando canciones que hasta entonces se mantenían en el recuerdo: Mamacha de las Mercedes, El hombre, Busco a Huamanga y la muy emblemática Flor de Retama. Asimismo, llegaron los sicosociales de los años 90 y con ello una mayor angustia. Desde las comunidades campesinas empezaron a llegar rumores de que un grupo de personas encapuchadas estaban ingresando ofreciéndoles su apoyo para derrocar al gobierno “usurpador”. Así sucesivamente iban desencadenándose situaciones que traían a la memoria los tiempos de terror, al menos en las personas adultas mayores de las familias como mi madre.

Notas

(1) Portal de noticias que es parte de mi centro laboral, la Asociación Servicios Educativos Rurales, que por esos días estuvo informando el minuto a minuto de lo que iba ocurriendo en el país como lo hace hasta ahora, desde las mismas regiones. En esta ocasión cubriría la movilización para difundir las imágenes del minuto a minuto de la movilización.

(2) Sí, un árbol de pacay que crece en una llanta vieja de carro que ha sido adaptada por mi hermano que es experto en huertos urbanos.

(3) Que hace algunos días atrás decidió sumarse a la campaña del gobierno de desconocer al resto de las y los peruanos bajo el lema “Peruanos de verdad”